(APe).-
Habrá que explicarles alguna vez a los que están naciendo qué se hizo
con el suelo hecho para sostenerse, para pararse, para que ande la
libertad. Habrá que contarles la mitología de los pueblos soberanos, la
leyenda de la independencia y la quimera del río azul que la araucanía
consideraba Ñedken, arrogante y audaz.
El decreto 929 del Gobierno Nacional y la
firma de la sociedad de YPF con Chevron es una amarga confirmación de
que nada ha cambiado en el país en veinte años. Una desmentida brutal a
Heráclito: la Argentina se baña dos veces en el mismo río. Pero antes lo
fractura y lo contamina.
Con la sutileza de ahorrarse colocar a un
empresario multinacional como ministro de Economía, el Gobierno reparte
como naipes en juego los recursos naturales que se agotan y los deja en
manos de quienes exprimirán la tierra y el río hasta volverlos desierto,
los harán volar, los contaminarán y los dejarán temblando en los pies
de la gente. Las leyes mineras del menemismo y el decreto cosido como
una blusa a perfecta medida de Chevron responden a la misma matriz
filosófica. La riqueza enajenada y con beneficios de patronal concedidos
a las empresas multinacionales (a la Barrick, a Chevron, a Monsanto y a
todas las que quieran venir a servirse de tan generoso plato)
corresponden a una idea determinada de país. Con jefes inapelables en
las sombras. Y un escenario colorido donde el poder de cartón hace creer
que las decisiones de la médula pasan por Moreno o Kicillof. Habrá que
explicarles a los que están llegando quién es la marioneta y quién el
que le mueve los brazos.
El decreto 929 autoriza a empresas que
realicen una inversión directa en moneda extranjera de mil millones o
más (Chevron invertirá 1200 millones) en los primeros cinco años a
exportar sin retenciones y con libre disponibilidad de los fondos que
generen esas exportaciones. Es decir, nadie les exige que aunque sea una
parte de esas divisas se queden en el país a cuya tierra someterán al
fracking, fractura hidráulica, hidrofractura. O vejación profunda. Como
las megamineras vuelan los cerros y someten a las rocas a la lixiviación
por cianuro. Todas necesitan de un volumen de agua dulce monumental,
arrancada a los árboles, a los peces y a la vida humana. Sin gestión del
agua residual ni de la proliferación de químicos, generalmente
devueltos a la ronda inocente del ecosistema.
Un año atrás el decreto 1277 declaraba la
soberanía hidrocarburífera. La soberanía parece ser una esclava que pasa
de manos. La nacionalización gloriosa y festiva de YPF devolvió el
petróleo a manos de empresarios nacionales. No del Estado. Ahora las
cosas vuelven a su curso natural. Es el tiempo de desnacionalizar. Y
volver a secuestrar la soberanía. Para que no hable tonterías en los
discursos vacíos. (El contrato con Chevron estará atado a la
jurisdicción legal de Estados Unidos- La Nación, 17/07/2013).
El decreto apareció un día antes de la
firma del convenio con la ex Standard Oil y socia fagocitadora de
Texaco. Días antes, la Corte Suprema ponía fin al embargo determinado
por Ecuador, donde el paso de Chevron dejó una marea de contaminación de
futuro impredecible. “Se instaló en 1964 en la Amazonía ecuatoriana y
explotó distintos yacimientos hasta 1990. En 26 años derramó 103
millones de litros de crudo, contaminó 63 mil millones de litros de agua
y 480 mil hectáreas, afectando gravemente a 30 mil personas -aborígenes
y campesinos-, que habitan la zona. (…) La Corte Suprema levantó un
embargo de 19 mil millones de dólares pedido por la justicia de Ecuador
por contaminación en ese país.” (Darío Aranda). No hay inocentes en esta
historia.
Desde el sur hasta los nortes la Ñuke Mapu,
la Pacha, la madre de todos los pájaros y todos los frutos les temblará
en los pies. Habrá que explicarles. Que el Grupo Rockefeller es el
dueño de Chevron y a la vez se relaciona con la explotación de petróleo
en Malvinas y a la vez está ligado a los intereses de los agroquímicos y
Monsanto y a la vez a la insaciable Barrick Gold.
En Vaca Muerta, en las profundidades
cercanas al río Neuquén, hay gas y petróleo que yacen en los fondos
abismales. En tiempos en que los recursos se agotan, no se cambian las
matrices, no se piensa en modificar las fuentes de la energía que mueve
las cosas. Entonces se buscan los hidrocarburos no convencionales. Es
decir, aquellos que son de acceso complejo.
Para eso, aparece el fracking. O
hidrofractura. Neuquén ya convive con el primer pozo horizontal
multifractura. Y en Vaca Muerta vendrán a quebrarles la tierra a lo
hondo y a lo ancho. A la comunidad originaria Gelay Ko, cerquita de
Zapala, se le mueren los animales. El agua dejó de ser pura y se
enferman más. A los mapuches que ayer rodeaban los pozos de Vaca Muerta
les mutilarán su espacio y les intoxicarán el aire y el agua. La tierra,
la Ñuke, les temblará bajo los pies.
El fracking es un terremoto debajo de la
tierra generado por explosiones. Primero se produce una fractura
vertical para quebrar las rocas que contienen hidrocarburos en sus
poros. Luego, el quiebre es horizontal. Para lograrlo, se utiliza un
enorme volumen de agua dulce en mezcla con 203 químicos. Cada excavación
requiere 30 millones de litros de agua: el consumo diario de una ciudad
de 80.000 habitantes. Si un pozo de petróleo convencional necesita
100.000 litros de agua, uno no convencional se lleva 3.500.000 (Marcelo
Sarlingo, antropólogo y magister en Gestión Ambiental del Desarrollo
Humano)
El modelo vorazmente extractivo que hoy
aparece con el rostro maquillado de Chevron –pero que es Monsanto,
Cargill, Barrick, Osisko y más-, lastima con la misma ferocidad la
soberanía y el ambiente. El fracking, además de dejar agujeros vacíos en
la entraña de la tierra (como en los cerros volados y la lixiviación
con cianuro), además de obligar bajo tortura a la tierra a entregar sus
vísceras más secretas y valiosas, sacudirá esa intimidad. Es un
terremoto subterráneo. Que producirá veneno en el agua y sismos futuros
en la necesidad de reacomodamiento del adentro fracturado.
Mientras tanto, la resistencia está en pie.
Y será la diadema a mostrarles a los que están naciendo. Habrá que
explicarles y decirles que es posible resistir. “Tal como lo muestran
diferentes ordenanzas municipales que prohíben el fracking: Cinco
Saltos, en Río Negro, picó en punta, superando incluso el veto de la
intendenta; en Entre Ríos, ya son 10 los municipios que prohibieron
esta técnica y en Mendoza, cuatro departamentos (…) Una medida cautelar
en Chubut, presentada por representantes de pueblos originarios, logró
frenar la exploración de un pozo de fracking (…). La Confederación
Mapuche del Neuquén dio a conocer un comunicado en el que rechazan el
pacto entre Chevron e YPF, y afirma que no dejarán ingresar a la
empresa, prófuga de la justicia ecuatoriana, a sus territorios
ancestrales” (Maristella Svampa, documento de Plataforma 2012).
Habrá que explicarles a los que están
llegando qué se hizo con el suelo que les temblará en los pies. Con el
aire y el agua hechos para la vida. Con la tierra que les mienten
soberana.
Habrá que crecerlos en la resistencia. Para la libertad.
Vía:
http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=7864:silvana-melo&catid=35:noticia-del-dia&Itemid=106
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