Mientras
ardía Londres, la importancia de BlackBerry para organizar los destrozos
iba en
aumento. Los jóvenes usaron el sistema de mensaje de BlackBerry
para coordinar esfuerzos, un sistema encriptado que hizo difícil la
tarea de seguir las conversaciones por parte de los servicios de
inteligencia. Sin embargo, la aparición de este teléfono inteligente
como un nuevo actor político durante las revueltas de los jóvenes
enfurecidos da lugar a una serie de observaciones sobre los motivos
tecnológicos que lo llevaron a cumplir este rol. Esta vez, fue el
sistema de mensajes de BlackBerry y no Twitter la manera en que se
organizaron los saqueos, con llamados a la gente para encontrarse en
determinados puntos de las ciudades a determinadas horas del día o la
noche. Es que a veces la tecnología se reinterpreta sin pedir permiso.
Veamos cómo sucedió: BlackBerry es la marca de un teléfono celular
inteligente creado por una empresa canadiense llamada RIM (Research In
Motion). Desde el comienzo, BlackBerry apostó fuertemente al sector
corporativo y ofreció dos servicios que lo hicieron marcar una gran
diferencia: las comunicaciones generadas desde y hacia BlackBerry viajan
encriptadas, es decir, es prácticamente imposible saber de qué se está
conversando en ellas desde “afuera”. El segundo aspecto es que como se
trata de una red propia montada sobre Internet, BlackBerry puede
comprimir esa información. Ese es el motivo por el cual en Argentina
aquellos que usan BlackBerry son los únicos que pueden gozar en este
momento de una tarifa plana: este teléfono asegura que el flujo de datos
será mucho menor que el de –por ejemplo– un iPhone o un Android. La
expansión del uso de teléfonos inteligentes BlackBerry entre los jóvenes
ingleses tiene que ver con una fuerte política de bajos precios en ese
país y con la posibilidad de quienes usan estos teléfonos para
comunicarse ilimitadamente entre sus amigos. Esto es, básicamente, lo
que hacen los jóvenes con sus teléfonos: chatear, comunicarse, saber
quién va con quién a qué lado, etcétera. Según un estudio de la semana
pasada publicado por la consultora ofCom, mientras que el iPhone es en
Inglaterra más popular entre los 25 y 34 años, BlackBerry es el elegido
por el 37 por ciento de los jóvenes de 12 a 24 años, precisamente por el
servicio de mensajes gratuito que ofrece.Es decir: la estructura de comunicación juvenil en Inglaterra sucede principalmente a través del servicio de mensajes de BlackBerry y luego –en un segundo nivel– a través de Twitter o Facebook. Pero mientras Twitter es abierta, sus comunicaciones pueden seguirse libremente y sus emisores pueden rastrearse con bastante facilidad, el sistema de mensajes de BlackBerry viaja encriptado: fue pensado inicialmente para que el sector corporativo pudiese sentirse seguro a la hora de negociar a través de su teléfono. Hace ya un tiempo, el gobierno de los Emiratos Arabes decidió suspender momentáneamente el servicio de BlackBerry –en un ambiente altamente corporativo–, debido a que no podía monitorear sus comunicaciones. El lobby internacional y la disposición de RIM a colaborar con las autoridades hizo que la medida se levantara.
Antes de seguir, digamos que el problema fundamental que azotó a Inglaterra era la masa enardecida de jóvenes marginales y postergados, que poco tiene que ver con los teléfonos inteligentes. La mayoría de las acciones fueron originadas inicialmente entre grupos de conocidos, algunas pandillas, y los estímulos a aparecer en lugares puntuales llegaron recién después a través de BlackBerry con un formato parecido a una noticia. Algo como “parece que se están juntando en tal lugar”, información que recién después llegó a Twitter y que estimuló a que otros aparecieran.
En principio, el problema fundamental que encontró la policía ligado a BlackBerry era que su encriptación no permitía seguir las comunicaciones en tiempo real. Y era más difícil saber quién las estaba emitiendo. Así, BlackBerry se encuentra en una disyuntiva ética interesante que podría definir su imagen a futuro: declamar la imposibilidad de romper su sistema y defender así la privacidad de sus usuarios o colaborar con la policía londinense en identificarlos. Primero, intentaron cerrar el servicio de mensajes afectando a otros miles de usuarios, y luego declararon que iban a colaborar en la identificación de todos aquellos usuarios que habían estado en los lugares de los disturbios. A los hackers de TriCk-TeaMpOisoN no les gustó la idea y lo hicieron saber hackeando el blog oficial de BlackBerry. “Ustedes no deben colaborar con la policía. Si lo hacen, mucha gente inocente que estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado será considerada culpable. Si piensan darle información de los chats, nombres de los usuarios o localización de GPS, van a arrepentirse: tenemos su base de usuarios. Nosotros condenamos los actos de vandalismo, pero las personas inocentes deben ser defendidas”, declararon.
Sin embargo, el principal problema de seguridad de BlackBerry no está en la vocación de servicios de sus dueños (que declararon colaborar con cualquier organismo de control del país que lo necesite), sino en el sistema en sí mismo. Según un experto de seguridad consultado por este cronista, que tiene como trabajo hackear sistemas informáticos, la mayor falla de seguridad de BlackBerry está en que el sistema de encriptación es un software propietario, y no se puede saber exactamente lo que ese software está haciendo. El sitio Zdnet publicó ayer un artículo donde se informa un agujero de seguridad de los servidores de BlackBerry: éstos se pueden hackear simplemente enviando un archivo con formato fotográfico o un pdf a través de su red. Aunque esa es una información demasiado nueva como para que la policía británica la ponga en práctica, lo interesante del caso BlackBerry en Londres es la reutilización cultural de un soporte distribuido y encriptado pensado inicialmente para hacer negocios. Al fin y al cabo, también de eso se trataron estas revueltas inglesas.
@blejman
Vìa, fuente :
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-174294-2011-08-12.html
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-174294-2011-08-12.html
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