Pasan quince minutos de las ocho de la tarde. Los
manifestantes van llegando. Cruzan el paso de peatón del Paseo del
Prado y se suman a la mayoría que espera en la Cuesta del Moyano. Otros
se arremolinan en la acera del Museo Reina Sofía, a la espera de tomar
la calle. El clima es festivo. Globos, confeti. Hay alegría. Y
expectación. Se sabe que la Puerta del Sol ha dejado de estar sellada
por la policía. El metro funciona con normalidad y los ciudadanos
pasean por la plaza sin problema. La ilusión es grande. Después de tres
días de resistencia, la vuelta al origen, al símbolo, inspira los
pasos de los convocados.
La manifestación se activa, invadiendo la calzada y
frenando el tráfico de la glorieta. Desde los márgenes no dejan de
aparecer ciudadanos que se suman a la marcha. Rodean la llamada Fuente
de la Alcachofa y toman el Paseo del Prado, cortando ambas direcciones.
Con paso ligero, y entre consignas, todas ellas políticas, los
marchantes transitan Neptuno sin apenas reparar en el Congreso de los
Diputados y su dispositivo policial a la espalda. Manifestantes corean:
“¡Si tocan a una, nos tocan a todas!”. Se suceden
Cibeles y Colón en el itinerario hasta llegar a la primera y única
parada programada de la marcha: el Ministerio del Interior.
Furgonetas de policía y antidisturbios enmarcan el
recorrido al Ministerio. Un cordón policial protege la fachada. Los
manifestantes rodean el edificio, respetando el cordón. Uno los
agredidos la noche anterior ofrece una flor a la policía que custodia
el edificio. Minuto de silencio y estruendo posterior. Gritos,
aplausos. “¡El pueblo, unido, jamás será vencido!”. Y, entre el
bullicio, algunos proponen reanudar la marcha. “¡A Sol!”. Son cerca de
las diez y aproximadamente cuatro mil personas caminan por el Paseo de
Recoletos con destino el Kilómetro 0.
En Cibeles, la marcha deja atrás el Ayuntamiento iluminado
y escala la calle Alcalá. Hay esperanza. “¡Esta noche sale el sol!”
formulan en un rugido emocionante. Algunos no pueden contenerse,
mantener el paso. Corren. Otros hacen vibrar el metal de las vayas
metálicas que protegen la obra del antiguo Hotel París y entran en la
Puerta del Sol entonando al unísono “¡Libertad, libertad!”. La policía
observa desde los laterales. Abrazos. Lágrimas. La plaza se llena de
ciudadanos, de mensajes reivindicativos.
Celebran una Asamblea después de las once y deciden,
por consenso directo, devolverle a la plaza el mensaje que hace tres
días podía leerse a los pies de la estatua ecuestre de Carlos III:
“Dormíamos. Despertamos. Plaza tomada”. Las propuestas se suceden y,
antes del grito mudo, pasando la medianoche, uno de los heridos por los
antidisturbios es recibido con una ovación. “¡Tú sí nos representas!”,
se oye. “Estoy convencido del movimiento”, dice. “Hay que seguir la
lucha”. También se hace mención en la Asamblea a los detenidos la noche
anterior. “¡Si tocan a una, nos tocan a todas!”.
Ya de madrugada, colocan una mesa donde estaba el antiguo
punto de información y recuerdan que el movimiento sigue -en los
barrios, en los pueblos, en las plazas-. Queda mucho trabajo por hacer,
precisan desde el megáfono, pero a partir de mañana. Esta noche es
para celebrar que Sol sigue vivo.
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