-
Tercer día desde el desmantelamiento del punto de información y el sellado de la plaza. Nudo en la calle Carretas. Nudo en la calle Preciados. Divididos en dos entradas a la Puerta del Sol, fuertemente vigiladas, los allí reunidos debaten. Después de hablar, de resistir, de gritar consignas, el grupo de Carretas decide ir a Callao. Rodean la Puerta del Sol, llegan a Preciados, donde se les suman los compañeros y compañeras, y parten calle arriba dirección Callao. Se toma la Gran Vía, rumbo a Cibeles. Son cerca de las diez de la noche y la calle se llena de gente.
-
La marcha transcurre tranquila. En Cibeles, y a la espera de un segundo grupo que se acerca desde Gran vía, se improvisa una sentada. La policía ha cortado el tráfico en la glorieta. Se puede ver, a lo lejos, que otro coche de la policía municipal cierra el tráfico proveniente de Colón. A la vera del Ministerio de Defensa, el Banco de España, el Ayuntamiento de Madrid y la Casa de América, la cabecera decide girar a la izquierda.
-
Unos tres mil paseantes caminan por el Paseo de Recoletos. Tras un parón en la Plaza de Colón, la marcha parece seguir Castellana arriba, pero ralentiza el paso y para delante del Ministerio del Interior. Hasta este momento, tan solo acompañan a los manifestantes los coches de policía que se encargan de ir cerrando el tráfico. Sin embargo, transcurridos unos pocos minutos desde el parón frente al Ministerio, las furgonetas de los antidisturbios comienzan a llegar, cerrando el paso desde Colón.
Los antidisturbios, tal y como hicieran el miércoles
durante la marcha que se detuviera frente a la Empresa Municipal de la
Vivienda, en Palos de la Frontera, se distribuyen a lo largo de la
fachada del Ministerio, formando un cordón policial. La tensión se
palpa en el ambiente. Por la calle Alcalá Galiano, lateral del
Ministerio, llegan más furgonetas de la policía. Un amago de carga
provoca que algunos corran dirección Serrano. La mayoría resiste hasta
que, de repente, sin provocación aparente, los antidisturbios, armados
con cascos, escudos y porras, cargan contra los manifestantes. Una
turba de gente corre hacia el otro lado de la Castellana. El
dispositivo avanza en formación. Aquellos que no han reaccionado a
tiempo, junto con los que piden tranquilidad o gritan “¡Vergüenza!”
reciben el grueso de la carga. Dos antidisturbios se ensañan con una
joven atenazada por el miedo. Un grupo de cuatro apalea a un hombre de
avanzada edad, a la vez que el grueso del dispositivo se despliega y
empuja, a golpe de porra, a la masa de manifestantes hacia el norte de
la Castellana.
En la retaguardia, algunos cuidan de los heridos. Se
espera a la ambulancia, que tarda en aparecer. El hombre de avanzada
edad yace conmocionado en los brazos de un compañero que no entiende
por qué no llega la ayuda médica. La tensión se ha traducido en un
espectáculo dantesco. Al otro lado de la calle, los clientes de una de
las terrazas del paseo observan desde sus mesas. Tras la maniobra de
acorralamiento, cerca de setenta antidisturbios vuelven hacia Colón.
Algunos de ellos, unos veinte, se acercan hasta donde está el herido y
los compañeros que le acompañan. A empujones, sacan a la gente de la
calzada. El tono se eleva. Uno de ellos le arranca de las manos a una
ciclista su bicicleta y la tira al suelo. Los presentes, ante la
actitud violenta de algunos policías, piden tranquilidad. Algunos
manifestantes, que se habían sentado en la terraza, son expulsados a
empujones por los antidisturbios. Llega la ambulancia que, finalmente,
puede atender al herido y a otros golpeados. Insultos sin sentido,
soberbia tras el casco y cierta frustración. El tráfico se restaura en
la Castellana. Los antidisturbios se repliegan, concentrándose en el
paso de peatón frente al Hard Rock. Los apaleados enseñan su
identificación. El norte vuelve a estar en orden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario