La deuda
gubernamental en Europa y Estados Unidos es hoy el referente clave de la
crisis económica. Durante meses, los gobiernos de los países miembros
de la Unión Europea han lidiado a medias y sin gran convicción con los
problemas del endeudamiento.
Las intervenciones que han hecho junto con el Banco Central Europeo y
mediante los fondos de emergencia, no han sido suficientes para librar
el escenario de quiebra que sigue vigente.
Irlanda, Portugal y Grecia están hundidos en un mar de deudas sin
recobrar la mínima confianza de sus acreedores que exigen un premio que,
paradójicamente, encarece los créditos y hace más difícil pagarlos. Así
sólo se alarga el problema y se agrandan los costos financieros y
económicos. pero principalmente se tensa la articulación social que es
el límite real.
La fragilidad financiera se propaga como una llama en campo seco.
Italia, la tercera economía de la región, anunció apenas fuertes ajustes
presupuestales que indican la magnitud del endeudamiento, el desorden
presupuestal y la presión de los mercados para garantizar el pago.
España sigue en la mira.
Todo el esquema que enmarca a la deuda pública indica que en las
condiciones prevalecientes sólo puede esperarse que el problema
crediticio se convierta cada vez más en un conflicto político de dos
caras. Una de ellas externa y tiene que ver con los acreedores; otra
interna, con la población sobre la que se imponen los ajustes,
típicamente con aumentos de impuestos y recortes de gastos sociales y
pensiones.
Este paso de lo que constituye un problema a la gestación de un
conflicto es relevante para seguir y analizar la dinámica de la crisis
de deuda. Así fue en América Latina en la década de 1980, de nuevo en
México en 1994 y, en ese mismo decenio, en Asia y Rusia; luego en
Argentina, en 2001. Ahora el proceso se ha trasladado a los países más
ricos: Europa Occidental y Estados Unidos.
El gobierno de Obama está en pugna con la mayoría republicana en la
Cámara de Representantes, precisamente por el asunto de la deuda del
gobierno. Esta suma ahora 14 billones 353 mil 380 millones de dólares
(allá son 14 trillones), y representa poco menos del valor del producto interno bruto.
El debate es eminentemente político, y no podría ser de otra forma.
Hay concepciones muy distintas entre las partes sobre lo que debe hacer y
no hacer el gobierno.
El ala más radical del Partido Republicano, el grupo del llamado Tea
Party, presiona para reducir lo más posible la intervención
gubernamental en la arena social y encuentran en deuda una palanca.
Se olvidan que en la era de Bush II se gestó la enorme burbuja de
especulación financiera y se dio rienda suelta a los bancos para jugar
con el patrimonio de mucha gente. Fue al final de ese gobierno que se
autorizaron enormes fondos públicos para un rescate de los bancos que se
ha cargado de modo efectivo sobre la población. El gobierno de Obama no
ha podido o sabido desprenderse de ese modo de hacer las cosas y eso se
paga.
La reducción de la deuda en medio de la crisis es un tema
controvertido, pues hay cuando menos dos aspectos que la enmarcan. Uno
es el persistente desempleo a pesar de las diversas intervenciones de la
Reserva Federal para intentar promover la inversión y el consumo
privados. Otro es la creciente competencia externa y la perdida relativa
de poder económico estadunidense. China es el principal tenedor de los
bonos del Tesoro.
La globalización centrada en los mercados financieros ha reducido
sensiblemente la capacidad de las políticas monetaria y fiscal para
incidir de modo decisivo en la determinación de las tasas de interés,
sobre todo las de mediano plazo. Tampoco pueden adaptar las condiciones
internas en materia de empleo y competencia, sobre todo mediante el
cambio en los precios relativos de las mercancías y los servicios, por
ejemplo, por medio de una devaluación.
Este fenómeno se aprecia claramente en le caso de las economías que
usan el euro y en las que los ajustes frente a la deuda pública, como
ocurre en Grecia, sólo deja la posibilidad de refinanciar los créditos
en condiciones cada vez más adversas y, al mismo tiempo, recortar de
modo muy severo el gasto público. Lo mismo está ocurriendo con
variantes, por supuesto, en el caso de Estados Unidos.
La capacidad política de los gobiernos y de los ciudadanos en un régimen democrático se ha trasladado de facto
a las empresas calificadoras de la deuda que son las que marcan las
pautas. Este es un tema que requiere de una urgente revisión. El mercado
manda, la sociedad entera acata.
La disputa política entre Obama y los republicanos apunta a
cuestiones más cruciales que la gestión de la deuda. Está en
cuestionamiento el papel mismo del gobierno y el papel del mercado y las
decisiones individuales en la conformación y el funcionamiento de la
sociedad. La crisis actual pone en el centro de las disputas ideológicas
al Estado mismo y a los gobiernos que lo administran.
El debate es viejo y recurrente. Ahora reaparece en un entorno de
grandes enfrentamientos suscitados luego de tanto entusiasmo por el
neoliberalismo y la globalidad. Hoy se advierte que al bajar la marea
han quedado varados en las costas toda clase de seres que no pueden
volver a la
normalidadde un sistema económico y social que en realidad es bastante disfuncional.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/07/18/opinion/022a1eco
http://www.jornada.unam.mx/2011/07/18/opinion/022a1eco
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