Desde Roma
El rubro sanitario dentro de la maniobra económica es el que más críticas ha desatado, incluso dentro de la coalición de centroderecha. Y hasta los gobiernos de las regiones –varios de centroderecha– han comenzado a dar batalla, como Toscana y Emilia Romania, que rehúsan aplicar los tickets mientras otras regiones dicen que lo están estudiando. Está previsto que niños, ancianos y personas de escasos recursos estén exentos del pago. Pero al final de cuentas, según los críticos, las familias de ingresos bajos y medios serán las que mayormente pagarán el pato. Según cálculos publicados por la prensa local, el plan de ajuste costará entre 500 y 1000 euros a cada familia por año en calidad de tickets sanitarios, nuevos y mayores impuestos, aumento de la edad de jubilación, restricciones en materia de contribuciones estatales a las familias, etcétera.
Algunos se preguntan ahora, pero muchos más se lo preguntarán en los próximos días cuando el ticket sanitario y los primeros impuestos toquen verdaderamente el propio bolsillo, por qué el gobierno de Silvio Berlusconi, que había prometido reducir los impuestos, ahora los aumenta; y por qué la oposición no cumplió su rol de oposición. Es decir, por qué el Partido Democrático e Italia de los Valores, principalmente, permitieron que pasara esta maniobra, que ellos mismos denunciaron como que afectará a los sectores menos pudientes. En el Parlamento, la oposición votó en contra de los ajustes, pero no obstruyó la votación final, como habría hecho en otro momento. También la oposición deberá explicar a sus electores por qué no han podido cambiar con antelación, mediante un debate constructivo que tenga presente sobre todo las necesidades de los ciudadanos, algunas de las medidas que fueron incluidas en los recortes.
Italia, es cierto, está inmersa en un contexto internacional (Europa) que no la favorece, porque todavía no ha logrado superar los efectos de la crisis mundial de 2008 y –peor aún– ha tenido entre el año pasado y 2011 una recaída. Los ejemplos de Grecia, España, Irlanda y Portugal no ayudan a mantener la tranquilidad de los mercados. Pero por su parte Italia –con una deuda pública que equivale al 120 por ciento de su PIB, con un crecimiento de apenas el 1 por ciento, con los vaivenes de su clase política y los escándalos en los que se ha visto sumido su primer ministro– no ha hecho más que complicar el panorama. Por eso, el presidente de la república –que en Italia tiene normalmente una función bastante formal– ha asumido un rol activo como nunca. Viejo comunista, parlamentario durante varias legislaturas, hombre de gran rectitud, Giorgio Napolitano ha pasado a ocupar un rol protagónico en los últimos meses, llamando a la cordura a todos los sectores políticos, sumidos a menudo en inútiles debates e insultos cotidianos que no les permiten ver el bosque, el bosque-Italia, a riesgo de hundirse como el Titanic, según la imagen usada por el ministro de Economía, Giulio Tremonti. Napolitano hizo su último e insistente llamado la semana pasada, luego del ataque de los especuladores contra la Bolsa de Milán. Es necesario, pidió en sustancia, que gobierno y oposición dejen de lado las disputas y aprueben la maniobra económica para dar a entender a los mercados que Italia es una economía fuerte y que honrará todos sus compromisos. Y así fue. Aunque el costo elevadísimo de las medidas lo deberán pagar las familias y no los políticos que lo aprobaron.
Tal vez por esto también Berlusconi desapareció de la circulación todos estos días, reapareciendo recién el viernes para el voto en la Cámara de Diputados y diciendo a sus allegados que se había caído en el baño de su casa y le habían tenido que hacer una TAC a causa de un golpe en la cabeza. Otros suponen en cambio que sus aliados le sugirieron que se quedara callado para no complicar una situación ya bastante delicada.
Vìa :
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-172471-2011-07-18.html
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