Atenas, Grecia. El 2010 en Grecia fue de plena
incertidumbre. Después de ganar las elecciones en octubre de 2009, el
primer ministro Giorgos Papandreu anunció que “sí existía dinero” para
que la economía griega siguiera cumpliendo con sus obligaciones. Unos
meses después decidió que ya no lo había, y que el país tenía que
solicitar ayuda económica al FMI y la Unión Europea. Durante todo ese
tiempo, los políticos aparecieron en las pantallas de los medios masivos
de comunicación comentando el tema: que si había o no dinero, que si la
economía se colapsaría o no, que si había necesidad de pedir un
préstamo para seguir saldando deudas.
La población griega se
encontraba aterrorizada. Mientras los políticos hablaban de números
incomprensibles, la gente dudaba de lo que todo eso significaría para
su vida diaria, sin entender a quiénes debía y por qué. Hasta que llegó
el momento en que decidió movilizarse. Se lanzó una convocatoria anónima
a través de las redes sociales en Internet para que los habitantes
salieran y se reunieran en la plaza central de Atenas en Sintagma, donde
se ubica el parlamento griego.
Así que la tarde del 25 de mayo la
gente empezó a congregarse fuera del parlamento del país. Fue
impresionante la cantidad de personas que llegaron. A partir de ese día,
los griegos se reúnen fuera del parlamento todas las tardes. Ahí
permanecen por horas, haciendo sonar cucharas y ollas, cargando banderas
griegas y de otros países del mundo en las manos, chiflando, gritando
consignas espontáneas una y otra vez, sin parar. El clima es festivo. No
se trata de quejarse o de pedir; se trata de manifestar un descontento
enorme y decisivo. “Ya, nunca más van a decidir sin nosotros”. Se trata
de un acá estamos y no estamos de acuerdo. “No estamos de acuerdo en
vivir en una supuesta democracia, en que los que deciden sobre nosotros
lo hagan sin nosotros”, comentaba la gente entre sí.
Y así siguió
la situación por más de un mes, y el gobierno se vio obligado a anunciar
un cambio de gabinete. Al mismo tiempo, éste estableció la fecha en que
aprobaría las nuevas medidas de austeridad, que consisten en un aumento
de impuestos para la mayoría de los griegos, privatizaciones de
empresas estatales y recortes sociales fatales para una población de por
sí ya presionada, que sufre por la desocupación y vive un futuro
incierto. “Podríamos soportar mucho sufrimiento si contáramos con alguna
perspectiva para el futuro”, cuenta uno de los manifestantes. “Pero con
esas medidas que quieren aprobar no hay futuro, no para nosotros ni
para nuestros hijos”.
La fecha anunciada para la aprobación fue el
29 de junio. La asamblea popular de la plaza de Sintagma, que tiene
lugar todos los días a las 9 de la noche con la participación de la
gente, decidió estar presente en las calles ese día y el anterior,
presionando para que dichas medidas antisociales no se aprobasen.
También los sindicatos oficiales, presionados por sus bases, anunciaron
una huelga general de 48 horas para estos días.
El día 29 de junio
amaneció hermoso. Se vio a decenas de personas juntarse en tres puntos
de encuentro que se habían decidido en la asamblea de la plaza para
cercar el Parlamento y no dejar a los diputados entrar al edificio. La
brutalidad policíaca se hizo clara desde temprano, cuando se armaron dos
bloqueos en las calles principales para cerrar el camino a los
diputados. Los policías atacaron con fuerza a los manifestantes, tirando
gases lacrimógenos y pegando con sus toletes.
Al mismo tiempo, la
gente se concentraba en la plaza Sintagma. Desde los micrófonos se
anunciaban las llegada de autobuses procedentes de diferentes ciudades
del país con gente que venía a protestar contra las medidas de
austeridad. La gente entraba en la plaza cargando sus pancartas,
aplaudiendo y gritando consignas, para después congregarse fuera del
parlamento. Asimismo, la estación de metro se encontraba atiborrada de
personas provenientes de los diferentes barrios de la ciudad.
Mientras
tanto, adentro del parlamento comenzó la discusión sobre las nuevas
medidas. El centro de Atenas estaba lleno de gente que protestaba
pacíficamente. Alrededor de las dos de la tarde empezó un ataque
policial sin precedentes. Con una cantidad inmensa de lacrimógenos, cuyo
uso únicamente se considera legal en condiciones de guerra, los cuerpos
de policía dispersaban a la gente que se manifestaba. Los toletes
policíacos golpeaban indiscriminadamente a gente mayor, a mujeres y
niños, dejando un saldo de por lo menos 500 personas heridas. Rompieron
piernas y cabezas, y provocaron problemas respiratorios a la gran
mayoría de los manifestantes. Incluso tiraron gases dentro de dos
estaciones de metro del centro de la ciudad, donde gente buscaba refugio
de los gases de la plaza y donde, también, un grupo de médicos atendía a
los heridos. Aunque muchos de los manifestantes venían ya preparados
con máscaras y pañuelos para protegerse de los gases, la cantidad con la
que fueron atacados supera la imaginación de cualquiera. El centro de
Atenas fue escenario de guerra por más de 12 horas, durante las cuales
una nube de gases cubrió el cielo, que se hizo gris por varias horas.
Mientras
tanto, un grupo de jóvenes encabronados desprendían el pavimento de las
calles cercanas y de la plaza, y arrojaban piedras a los policías.
Algunos manifestantes se acercaban a estos jóvenes y les explicaban que
lo que hacían, lejos de ayudar, daba pretextos a la policía para que
atacara.
Muchos de estos jóvenes escucharon y dejaron de hacerlo.
Sin embargo, existen videos que muestran “manifestantes” vestidos de
negro, como estos muchachos, saliendo de las filas policíacas o
entrando en ellas.
Lo que se intentó hacer fue provocar miedo a la
población para que ésta no saliera a las calles a manifestarse. Pero la
represión brutal provocó el resultado contrario. La gente estaba muy
enojada; después de cada ataque por parte de la policía, regresaba a su
lugar de protesta con más fuerza que antes. Muchas veces, los
manifestantes se enojaban tanto por el comportamiento de los policías
que se juntaban y, sin más arma que su voz, los forzaban a retroceder.
La solidaridad entre los asistentes fue impresionante. Si alguien no
podía respirar o ver debido a los gases lacrimógenos, siempre se
encontraba alguien ahí para ayudar. Había muchísimas personas dando
vueltas por el centro de la ciudad, portando un líquido que alivia los
síntomas producidos por los gases y ofreciendo auxilio a la gente. Manos
dispuestas a ayudar cargaban a las personas que ya no podían moverse. Y
cada vez que se oían los disparos de los gases, la gente aplaudía
fuerte, una y otra vez, y se daba ánimos entre sí.
Y así pasaron
casi tres horas, hasta el momento en que se empezó a correr el rumor de
que ya se habían aprobado las medidas, con 155 de los 300 diputados
votando a favor. “Ya sabíamos que lo iban a votar”, comentó una mujer de
50 años que estaba en la calle desde la mañana. “Estamos luchando por
una gloriosa derrota, por nuestra dignidad. Nos hablan en la tele sobre
los chavos que tiran piedras y no sé que cosas. Pues, la verdad, que
ahora ya lo quemen todo, de por sí ya nada es de nosotros”.
“Hoy
vivimos una guerra”, comenta su compañera que descansa por un rato a su
lado, agotada ya de tantos gases. “Esto jamás lo hemos visto antes. De
hoy en adelante están en guerra con el pueblo griego, el señor
presidente está ya en el basurero de la historia”.
Después de
tantas horas de represión, la policía optó por terminar de una vez por
todas con la protesta. Un grupo especial de policías que andaba en motos
fue desplegado en las calles centrales de la ciudad. Eran como 50 motos
a la vez, avanzando a una velocidad asesina por las calles que estaban
llenas de gente. Mientras se desplazaban tiraban gases lacrimógenos a la
gente que se hallaba en su paso, para no atropellarla, y pegaban fuerte
con toletes a quien estaba en su camino. Pasaron incluso por las calles
turísticas de la ciudad lanzando gases a gente que comía en
restaurantes y a turistas que paseaban por la ciudad.
“Yo los vi
pasando varias veces por acá, debajo de mi casa, pegando a la gente”,
cuenta una de las manifestantes que vive cerca de la plaza en Sintagma.
“Aterrorizan al mundo entero, son unos brutales. Yo les estaba tirando
macetas desde mi balcón. Es que ya llevo un mes en la calle, ahí en la
plaza y lo que están haciendo es inconcebible. Pero ya no nos van a
parar. No estuvo bien cuando nada más nos quedábamos en nuestras casas
aguantando todo lo que hacían, sin hablar”.
Incluso así la gente
no se retiró y siguió resistiendo, regresando una y otra vez a la plaza
hasta que, alrededor de las once de la noche, decenas de cuerpos
antimotines cercaron la plaza de Sintagma, prohibiendo a los presentes
permanecer frente al parlamento. Mucha gente se quedó enfrente de las
filas policíacas por muchas horas, preguntando: “¿por qué no nos dejan
pasar?”. En las primeras horas del día siguiente, la policía se retiró y
la gente regresó a la plaza; poco a poco se limpiaron las calles y la
plaza, se recogieron las piedras, las botellitas de gases, las tiendas
de campaña destruidas. Se armó el campamento de nuevo y se preparó la
plaza para recibir a la gente que hoy, 30 de junio, de nuevo se juntará
allí.
30 de junio: “En lugar de debilitarnos, nos hicieron más fuertes”
Al
día siguiente de la represión brutal que la policía griega desencadenó
contra el pueblo griego, el centro de Atenas se llenó otra vez de gente.
Miles de personas salieron de nuevo para denunciar el comportamiento
policial durante el día 29 de junio. Esta vez la rabia de la gente se
sentía en el ambiente y daba escalofríos. Por horas la gente se quedaba
parada frente a las filas policiacas que resguardan el Parlamento
hablándoles, insultándolos, pidiéndoles que renunciaran.
Un jóven
enojadísimo les tira de repente una botella de agua. Algunos de los
manifestantes le piden que no lo haga. Otros lo defienden diciendo: “No,
pues es que superaron nuestros límites, son unos brutos que no
entienden nada. Yo no estoy encapuchado, tengo dos hijos y lo que
hicieron ayer es imperdonable, se portaron como perros feroces”. Por ahí
había también un padre, fuera de control, que estaba gritando a un
policía en específico: “yo te conozco, ayer mandaste a mi hijo al
hospital, eres mi vecino, sé donde vives y la escuela donde van tus
hijos”.
“¿Que le vas a decir a tu hijo mañana cuando te pregunte
en qué trabajas papi? Le tienes que decir que estás matando gente. ¿Cómo
pueden dormir en las noches?”, les gritaba otro. Y su compañero
agregaba: “Ayer nos decían que ahora los vamos a chingar, a nosotros que
no tenemos trabajo y que por eso estamos acá. A ver cuando ustedes se
queden sin trabajo, ¿quién va a estar a su lado?”
En la plaza,
abajo, ya habían armado de nuevo las tiendas de campaña y las mesitas de
los diferentes puestos de trabajo y también se veían colgadas en
diferentes partes de la plaza decenas de botellitas de los gases
lacrimógenos que recogió la gente. Como todas las noches desde el 25 de
mayo la asamblea popular de la plaza empezó a las 9 de la noche. El
asunto de discusión era en contra de la represión estatal y la clase
política y por la democracia directa. “Es que lo que pasó ayer es la
destrucción total de la democracia, que significa que el pueblo manda.
Todos ellos, ahí en el Parlamento, deberían de abrir un diccionario.
Pero es que no había otra manera de votar las medidas, sólo así,
ahogando nuestras voces por unas horas con gases lacrimógenos. Pero lo
que no sabían era que en lugar de debilitarnos, nos hicieron más
fuertes”, comentaba una señora.
En la asamblea se escucharon
mensajes de solidaridad desde Islandia, Egipto y Argentina que daban
ánimo a la gente para que siga resistiendo. El clima era festivo. La
gente aplaudía una y otra vez y fuerte. “Nosotros, como pendejos,
votábamos por ellos hasta ahora, pero pues ya, ahora este movimiento es
nuestra vida, nuestro futuro, no nos vamos a ir hasta que se vayan
ellos”.
Vìa :
http://www.kaosenlared.net/noticia/grecia-entre-rabia-resistencia
http://www.kaosenlared.net/noticia/grecia-entre-rabia-resistencia
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