Desde
los balcones del poder y los privilegios resulta casi imposible
comprender lo que significa una marcha y una protesta. De manera
invariable, este tipo de manifestaciones son tenidas por amenazas, ante
las cuales – por tanto – solo cabe la represión violenta. Este
prejuicio es alimentado, casi de inmediato por las voces esclavas y
serviles de muchos medios que hacen de la mentira su negocio y rasgan
vestiduras contra el “vandalismo” y la “delincuencia”, olvidando de paso
las dolorosas razones de quienes protestan en las calles. Cuando los
estudiantes claman contra el lucro en la educación, por una educación
gratuita o por un papel protagónico del Estado en el ámbito educacional,
están conquistando su propio pasado, están recordando decenios de
luchas sociales que lograron avances significativos en esta materia en
nuestro país. No estamos ante una quimera, estamos ante un reclamo moral
frente a una situación vergonzante e inaceptable en un país que se
reclama civilizado. Las marchas estudiantiles se instalan en un presente
que nos trae la memoria de un otrora para restituir un principio de
equidad y justicia social.
Las
protestas y marchas actuales resultan ser una trama compleja de signos
que acusan y reclaman. Ni parada militar ni carnaval, la marcha
callejera posee la impronta de la comunicación no regimentada. Una
marcha, habla y lo hace desde abajo, desde la vida común. Hablan, desde
luego, las consignas que como un “mantra” urbano resuenan entre los
edificios, hablan las pancartas que sintetizan en una palabra o en una
frase tanta indignación contenida, hablan los rostros de quienes
manifiestan juntos. Cuidado, en el paso de los miles subyace tenue y
sutil el espíritu, el anhelo de justicia: Vox populi. Vox Dei.
Diríase que el avance de la multitud por las avenidas de la ciudad
resulta ser la metáfora inquietante de una historia siempre vigilada por
las “fuerzas del orden”.
En la
historia de las sociedades contemporáneas, las marchas y protestas
suelen ser el preámbulo de un nuevo clima cultural que lucha por hacerse
visible. Así, las protestas en París, Praga o Ciudad de México en los años sesenta, así en Madrid o El Cairo
hace muy poco. Ante las marchas y protestas en las calles conviene no
olvidar jamás que, finalmente, se trata de “nuestros” estudiantes,
hijos, nietos, hermanos, “nuestros” trabajadores, en fin, “nuestros”
ciudadanos que anhelan y reclaman una vida mejor. No olvidar este
precepto básico es ya comenzar a desentrañar la dosis de verdad que se
lee en tantas improvisadas consignas y pancartas, la dosis de futuro que
se esconde detrás de cada grito apasionado, la dosis de libertad que se
adivina en cada gesto.
Por Álvaro Cuadra
Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. Elap. Universidad Arcis
Vìa :
http://www.elciudadano.cl/2011/07/01/chile-marchas-y-protestas/
http://www.elciudadano.cl/2011/07/01/chile-marchas-y-protestas/
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