Las semillas "suicidas" no tienen ningún sentido
salvo para las empresas: el objetivo es impedir que los agricultores
reproduzcan su semilla, obligándolos a comprar semillas nuevas para cada
ciclo de siembra.
No pudieron imponer la tecnología al mercado, porque es tan evidente
que es nociva y dirigida exclusivamente al lucro de unas pocas empresas,
que desde el comienzo desató una fuerte reacción mundial. La condena se
manifestó rápida y enérgicamente desde el mundo campesino y
organizaciones de la sociedad civil hasta investigadores agrícolas,
académicos y organismos de Naciones Unidas.
En 2000, el Convenio de Diversidad Biológica (CDB) de Naciones Unidas
llamó a los gobiernos a no permitir la experimentación y
comercialización de la tecnología Terminator, estableciendo una
moratoria de facto a escala global. Brasil e India ya han prohibido el
uso de esta tecnología en sus países.
Ahora las trasnacionales están en una lucha a muerte para romper la
moratoria y lavar la imagen de la tecnología suicida-homicida. El
próximo campo de batalla es la octava conferencia de las partes del CDB,
que se realizará en Curitiba, Brasil, del 13 al 31 de marzo.
Para la mayoría de los agricultores, cosechar y volver a utilizar las
semillas en la próxima siembra es algo tan obvio y vital como respirar.
Inclusive quienes compran semillas en el mercado, híbridas o
comerciales, reproducen sus propias semillas cuando el tipo de cultivo
se los permite sin alterar significativamente los rendimientos. En
muchos países, como Brasil, existe la costumbre entre pequeños
agricultores de comprar semillas y cruzarlas con sus propias variedades
criollas para conseguir cambios que los favorezcan. Más de mil 400
millones de campesinos en el mundo basan su sustento en la reutilización
de sus semillas y el intercambio con sus vecinos.
Este hecho que ahora nos parece tan obvio, fue un hito en la historia
de la humanidad: marcó el origen de la agricultura, modificando
civilizaciones, culturas y paisajes, siendo hasta hoy la base de la
alimentación de todos. Todos los cultivos que comemos actualmente fueron
desarrollados por campesinos -principalmente campesinas- a partir de
ancestros silvestres, en un proceso colectivo y descentralizado de más
de 10 mil años. Fueron adaptando miles de cultivos a innumerables
situaciones geográficas, climáticas, culturales, religiosas, estéticas,
gustativas, creando una enorme biodiversidad agrícola. Tarea por esencia
familiar, comunitaria y colectiva, que se basa en el libre flujo de
semillas, saberes y "crianzas mutuas", al decir andino. Criando los
cultivos se crían las personas que crían los cultivos.
Esta monumental herencia histórica de los campesinos para bien de
toda la humanidad, está amenazada gravemente por la ambición brutal de
las trasnacionales. En la última década, 10 empresas han pasado a
controlar 49 por ciento del comercio mundial de semillas. Las tres
mayores (Monsanto, Dupont-Pioneer y Syngenta) controlan 32 por ciento
del mercado global de semillas y 33 por ciento de las ventas mundiales
de agrotóxicos. Junto a Delta & Pine tienen 86 por ciento de las
patentes sobre variantes de la tecnología Terminator y dominan la
investigación agrícola industrial global. Si logran romper la moratoria,
será cuestión de poco tiempo antes de que toda la investigación y la
producción de semillas pasen a incorporar la tecnología asesina.
El 27 de enero pasado, en una reunión preparatoria del CBD realizada
en Granada, España, las trasnacionales, mediante maniobras de los
gobiernos de Australia, Canadá, Nueva Zelandia y Estados Unidos,
lograron clavar una cuña mortal en el contenido de la moratoria:
colocaron como texto base para la decisión final en Curitiba que las
Tecnologías de Restricción del Uso Genético (nombre usado en Naciones
Unidas, que incluye la tecnología Terminator) pueden ser aprobadas "caso
por caso".
La formulación es una trampa. "Caso por caso" en la realidad de las
leyes Monsanto (mal llamadas de bioseguridad) no es más que una cuestión
de tiempo para que las empresas consigan lo que buscan: primero
transgénicos, luego Terminator.
En el CBD, de un llamado a moratoria total a la comercialización y
experimentación a escala global, se pasa a que se podría aprobar "caso
por caso". Sería como si en las leyes, en lugar de condenar la
violación, dijeran que ésta se puede evaluar "caso por caso". Si algo es
indeseable e inmoral, no existe ningún "caso" que lo transforme.
Lamentablemente, no sorprende que la delegación oficial mexicana en
Granada tuviera instrucciones escritas de apoyar la posición de "caso
por caso". Sería interesante saber quién "los instruyó", pero de
cualquier manera es un atentado a la soberanía alimentaria del país.
Luego de años de anunciar que Terminator es para proteger sus
patentes y monopolios, ahora las empresas inventaron que es para la
"bioseguridad", porque, aunque las semillas se crucen, no contaminarían.
Esto es otra falacia, ya que Terminator es una construcción genética de
reacción en cadena, y si no se le aplica un detonante químico, las
plantas podrían cruzarse por varias generaciones, sin que nadie lo
advierta, hasta que una fumigación las active y devaste los campos. Si
estuvieran "activadas", las plantas Terminator se cruzarán con los
campos vecinos y con parientes silvestres, volviéndolos estériles.
No existen "casos" en que Terminator no sea una tecnología asesina.
El único camino es fortalecer la moratoria, convirtiéndola en una
prohibición de esa tecnología a escala global y nacional.
Silvia Ribero
Fuente, vìa :
http://www.voltairenet.org/Terminator-Hacia-la-bioesclavitud
http://www.voltairenet.org/Terminator-Hacia-la-bioesclavitud
No hay comentarios:
Publicar un comentario