Cuarto Poder
Escribo “bandoleros
de Academia” y no “Academia de bandoleros” porque no son todos los que
están aunque estén todos los que son. Y hablo de bandolerismo
intelectual e historiográfico con tan mala intención como lo han hecho
algunos de los presuntos historiadores del polémico Diccionario
Biográfico Español elaborado por la Real Academia de la Historia cuando
se han referido a los guerrilleros antifranquistas, muchos de los
cuales, por cierto, siguen sufriendo en vida la ignominia de ser
considerados soldados de la República pero sin que se les reconozca
ningún derecho económico a su sacrificio, como es el caso de José Murillo, el Comandante Rios, Jesús de Cos, Francisco Martinez, Quico, o Esperanza Martínez, Sole, entre cada vez menos otros.
Como tantos, mi indignación por las biografías de Franco u otras realizadas sobre la vida de destacados fascistas y represores de la Dictadura ha sido grande. Pero me centro en la referencia a los guerrilleros antifranquistas, conocidos como maquis (aunque solo lo fueron unos pocos venidos de Francia tras la Segunda Guerra Mundial) porque su ejemplo es la demostración palpable de cómo las biografías del Dictador y sus acólitos han sido abordadas por historiadores de su cuerda, aquella con la que el autoproclamado Caudillo dijo antes de morir que dejaba todo atado y bien atado, la misma que también sale a la luz más que de vez en cuando en ámbitos de la judicatura y la milicia.
De momento, entre los biografiados de los 25 tomos que presentó en mayo la Academia (se editarán 50 volúmenes a comienzos de 2012, a un precio tan popular como el de 3.500 euros), aparece un personaje de singular relieve al que bien se pudo haber calificado como “el Exterminador” y no sólo de los guerrilleros y sus familiares. Se trata del capitán general del Ejército franquista, Camilo Alonso Vega, quien fue nombrado director general de la Guardia Civil al acabar la Guerra Civil. Los presuntos historiadores Carlos Iniesta y José Martín Brocos son los que han escrito la entrada en la que dicen: “Llevó a cabo una importantísima actividad contra las partidas de bandoleros-terroristas, comúnmente llamados maquis”.
Como de muestra vale un botón, porque hay varios miles, haré referencia sólo al fusilamiento el 21 de febrero de 1946, en la cárcel de Carabanchel, del maquis Cristino García Granda, a quien el historiador leonés, Secundino Serrano, define muy bien en la contraportada de su extraordinario libro Maquis, el que presentó en Madrid nada menos que José Luís Rodríguez Zapatero cuando ya era Secretario General del PSOE. Dice de Cristino: “Había combatido en la guerra civil contra los militares sublevados, en la Resistencia francesa contras los nazis y en el Madrid de postguerra contra el franquismo. En Francia fue considerado un héroe y se le dedicó una calle en Saint-Denis”.
Si Brocos e Iniesta fueran historiadores de verdad y no propagandistas del franquismo más oscuro, habrían sabido que estaban calificando a esos héroes de la resistencia armada contra Franco (la mayor parte obligados a combatir si no querían ser fusilados o asesinados en las cunetas sólo por ser hijos de socialistas, comunistas y sindicalistas que también fueron ejecutados simplemente por haber sido alcaldes, cooperativistas o mandos del Ejército republicano) como bandoleros y terroristas, desconsiderando nada más y nada menos que una decisión unánime adoptada por el Congreso de los Diputados cuando gobernaba José María Aznar con mayoría absoluta.
Fue el 16 de mayo de 2001. Felipe Alcaraz, de Izquierda Unida, presentó una Proposición no de Ley sobre “las medidas necesarias para la rehabilitación a todos los niveles de los combatientes guerrilleros españoles”. Hasta entonces, a pesar de tantos años de democracia –trece de ellos con Felipe González a la cabeza- en los archivos policiales y en los documentos históricos se seguía calificando a los guerrilleros antifranquistas como “bandoleros y malhechores”. El PP hizo una propuesta en la que eliminaba la reclamación de pensiones o indemnizaciones (la que siguen sin darse tras siete años más de gobiernos socialistas a pesar de la “sensibilidad” mostrada por Zapatero con Secundino Serrano) y el resto de los grupos la aceptó porque, por lo menos, se eliminaba el insulto histórico de llamar terroristas a los republicanos perseguidos que se echaron al monte para sobrevivir.
El diputado del PP por Málaga, Manuel Atencia, reconoció ese día en el pleno de la Cámara Baja que “terminada la guerra civil hubo una serie de personas que desempeñaron su actividad guerrillera popular antifranquista que no pudieron ser encajadas” en los sucesivos reconocimientos de derechos pasivos que hizo la democracia con los militares de la República. Atencia manifestó el deseo de su grupo de rehabilitar políticamente a los guerrilleros para reconocerlos como combatientes republicanos y para que se les dejase de calificar e incluso se borrasen los antecedentes policiales que los tachaban como bandoleros y malhechores. “Con ello –concluyó- daríamos por finalizada una asignatura que pudiera quedar pendiente y que no pudo ser resuelta por los problemas que planteaba al no pertenecer al periodo justo de la guerra civil, aunque sí pudiera afectar a situaciones producidas en la lucha antifranquista; así se podría resolver el asunto referido a las guerrillas populares”.
La votación reconoció por unanimidad de los Grupos Parlamentarios, con sólo un voto en contra y una abstención presuntamente erróneos, que los guerrilleros fueron guerrilleros y al fallecido y siempre admirado José Antonio Labordeta, entonces diputado del CHA, pudo decir de esos luchadores, desde su escaño, que “ellos fueron el primer aire de lucha democrática que llegó a este país en un momento muy dramático para todos los españoles”.
Al parecer, contra las palabras de Atencia, algunos no han dado nada por finalizado. Pero está más claro que el agua clara. Menos para el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia. Si todas las biografías son semejantes tendremos que recurrir a la patética sentencia del “¡Así se escribe la historia!”. De modo que si le queda un gramo de vergüenza a la Academia debería corregir esas visiones miserables de los personajes históricos que sólo explican y nunca justifican el sempiterno “¡Ay de los vencidos!”.
Fuente: http://www.cuartopoder.es/lospasosencontrados/bandoleros-de-academia/525
Vìa :
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=129925
Como tantos, mi indignación por las biografías de Franco u otras realizadas sobre la vida de destacados fascistas y represores de la Dictadura ha sido grande. Pero me centro en la referencia a los guerrilleros antifranquistas, conocidos como maquis (aunque solo lo fueron unos pocos venidos de Francia tras la Segunda Guerra Mundial) porque su ejemplo es la demostración palpable de cómo las biografías del Dictador y sus acólitos han sido abordadas por historiadores de su cuerda, aquella con la que el autoproclamado Caudillo dijo antes de morir que dejaba todo atado y bien atado, la misma que también sale a la luz más que de vez en cuando en ámbitos de la judicatura y la milicia.
De momento, entre los biografiados de los 25 tomos que presentó en mayo la Academia (se editarán 50 volúmenes a comienzos de 2012, a un precio tan popular como el de 3.500 euros), aparece un personaje de singular relieve al que bien se pudo haber calificado como “el Exterminador” y no sólo de los guerrilleros y sus familiares. Se trata del capitán general del Ejército franquista, Camilo Alonso Vega, quien fue nombrado director general de la Guardia Civil al acabar la Guerra Civil. Los presuntos historiadores Carlos Iniesta y José Martín Brocos son los que han escrito la entrada en la que dicen: “Llevó a cabo una importantísima actividad contra las partidas de bandoleros-terroristas, comúnmente llamados maquis”.
Como de muestra vale un botón, porque hay varios miles, haré referencia sólo al fusilamiento el 21 de febrero de 1946, en la cárcel de Carabanchel, del maquis Cristino García Granda, a quien el historiador leonés, Secundino Serrano, define muy bien en la contraportada de su extraordinario libro Maquis, el que presentó en Madrid nada menos que José Luís Rodríguez Zapatero cuando ya era Secretario General del PSOE. Dice de Cristino: “Había combatido en la guerra civil contra los militares sublevados, en la Resistencia francesa contras los nazis y en el Madrid de postguerra contra el franquismo. En Francia fue considerado un héroe y se le dedicó una calle en Saint-Denis”.
Si Brocos e Iniesta fueran historiadores de verdad y no propagandistas del franquismo más oscuro, habrían sabido que estaban calificando a esos héroes de la resistencia armada contra Franco (la mayor parte obligados a combatir si no querían ser fusilados o asesinados en las cunetas sólo por ser hijos de socialistas, comunistas y sindicalistas que también fueron ejecutados simplemente por haber sido alcaldes, cooperativistas o mandos del Ejército republicano) como bandoleros y terroristas, desconsiderando nada más y nada menos que una decisión unánime adoptada por el Congreso de los Diputados cuando gobernaba José María Aznar con mayoría absoluta.
Fue el 16 de mayo de 2001. Felipe Alcaraz, de Izquierda Unida, presentó una Proposición no de Ley sobre “las medidas necesarias para la rehabilitación a todos los niveles de los combatientes guerrilleros españoles”. Hasta entonces, a pesar de tantos años de democracia –trece de ellos con Felipe González a la cabeza- en los archivos policiales y en los documentos históricos se seguía calificando a los guerrilleros antifranquistas como “bandoleros y malhechores”. El PP hizo una propuesta en la que eliminaba la reclamación de pensiones o indemnizaciones (la que siguen sin darse tras siete años más de gobiernos socialistas a pesar de la “sensibilidad” mostrada por Zapatero con Secundino Serrano) y el resto de los grupos la aceptó porque, por lo menos, se eliminaba el insulto histórico de llamar terroristas a los republicanos perseguidos que se echaron al monte para sobrevivir.
El diputado del PP por Málaga, Manuel Atencia, reconoció ese día en el pleno de la Cámara Baja que “terminada la guerra civil hubo una serie de personas que desempeñaron su actividad guerrillera popular antifranquista que no pudieron ser encajadas” en los sucesivos reconocimientos de derechos pasivos que hizo la democracia con los militares de la República. Atencia manifestó el deseo de su grupo de rehabilitar políticamente a los guerrilleros para reconocerlos como combatientes republicanos y para que se les dejase de calificar e incluso se borrasen los antecedentes policiales que los tachaban como bandoleros y malhechores. “Con ello –concluyó- daríamos por finalizada una asignatura que pudiera quedar pendiente y que no pudo ser resuelta por los problemas que planteaba al no pertenecer al periodo justo de la guerra civil, aunque sí pudiera afectar a situaciones producidas en la lucha antifranquista; así se podría resolver el asunto referido a las guerrillas populares”.
La votación reconoció por unanimidad de los Grupos Parlamentarios, con sólo un voto en contra y una abstención presuntamente erróneos, que los guerrilleros fueron guerrilleros y al fallecido y siempre admirado José Antonio Labordeta, entonces diputado del CHA, pudo decir de esos luchadores, desde su escaño, que “ellos fueron el primer aire de lucha democrática que llegó a este país en un momento muy dramático para todos los españoles”.
Al parecer, contra las palabras de Atencia, algunos no han dado nada por finalizado. Pero está más claro que el agua clara. Menos para el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia. Si todas las biografías son semejantes tendremos que recurrir a la patética sentencia del “¡Así se escribe la historia!”. De modo que si le queda un gramo de vergüenza a la Academia debería corregir esas visiones miserables de los personajes históricos que sólo explican y nunca justifican el sempiterno “¡Ay de los vencidos!”.
Fuente: http://www.cuartopoder.es/lospasosencontrados/bandoleros-de-academia/525
Vìa :
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=129925
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