(apro).- Famosa por arrastrar una vieja tradición de paz con
estabilidad democrática frente a un vecindario geopolítico de constante
agitación, Costa Rica transita por una nueva ruta social… marcada con
lujo de violencia doméstica.
Sin la costumbre de agresividad que por décadas signó al resto de
Centroamérica, en Costa Rica ya dejaron de sorprender las noticias de
que un hombre de 34 años asesinó a su madre para robarle un televisor,
que un padre cayó preso por ensañarse a golpes contra su hijo de solo
dos años o que una mujer será enjuiciada por prostituir a sus hijas
desde que tenían siete y 10 años.
Tampoco causan sobresalto noticias de un taxista descuartizado a
machetazos, de dos hombres que asesinaron a un cantinero de un balazo en
la espalda para robarle 60 dólares y algunas botellas de licor, o de
familias enteras arrestadas por narcotráfico al menudeo.
¿Pero por qué se descompuso la pacífica Costa Rica? ¿Sufre las
consecuencias de migraciones de naciones violentas —como flujos humanos
provenientes de Nicaragua y de Colombia— o hay un cambio en una sociedad
que, a diferencia de otras épocas, es más vulnerable porque está más
empobrecida que hace 30 años, con los efectos de la acelerada aplicación
de programas económicos neoliberales que desmontaron el Estado
benefactor?
¿O todo es otro resultado de la cruenta penetración del crimen
organizado, en general, y del narcotráfico mexicano y colombiano, en
particular, con modalidades de sicariato y otros fenómenos que elevaron
la tasa de homicidios anuales? ¿Hay importación de la violencia?
Los datos son contundentes. Costa Rica, con poco más de 4.5 millones
de habitantes y cerca de 21% en la miseria o la miseria extrema, tenía
en 2006 una tasa de seis homicidios por cada 100 mil personas y superaba
a Argentina, que con 40 millones de habitantes llegó ese año a cinco
homicidios por cada 100 mil, según el Informe sobre Desarrollo Humano
para América Central de la Organización de Naciones Unidas de 2009.
En 2010, un estudio del Observatorio del Crimen Organizado de la
Fundación Ebert, de Alemania, elevó la tasa a 14 por cada 100 mil,
basado en cifras oficiales.
“La sociedad se nos quebró en el momento en que nos seguimos creyendo
que éramos la ‘Suiza Centroamericana’ y que no nos iba a pasar nada,
mientras el narcotráfico entraba a Costa Rica con toda su violencia y
corrupción. Si no actuamos, pues vamos terminar tan mal como Guatemala o
El Salvador”, aseguró Roxana Rojas, directora ejecutiva de Asopaz, ente
no estatal que auxilia legal, moral y psicológicamente a familiares de
víctimas de homicidios.
Y es que precisamente Rojas es una de esas familiares. “A mi hijo,
Josué, de 17 años, lo asaltaron, le dispararon y lo mataron sólo para
robarle su celular, cuando venía del colegio a la casa”, relató en una
entrevista con Apro.
“Seguridad es más importante que educación. ¿Para qué sirve que mis
sobrinos tengan a donde ir a estudiar, pero les da miedo ir por temor a
ser asesinados en media calle, sólo para robarles el celular?”,
advirtió, al recordar que la Organización Mundial de la Salud alertó que
si un país alcanza dos dígitos en su tasa de homicidios, “entra en
estado epidémico”.
La tasa de homicidios en Costa Rica sigue siendo la más baja de
América Central frente a las de los países del Triángulo Norte –El
Salvador, con 65; Guatemala, con 47, y Honduras, con 46–, pero continuó
creciendo y en 2008 llegó a 11.36 por cada 100 mil habitantes, para
acercarse a las de Nicaragua, con 13, y Panamá, con 19.
Para la Asociación Costarricense de Medicina Forense, la tasa de 2008
fue “por mucho la más alta en la historia contemporánea” de Costa Rica.
El perfil de las víctimas fue de sexo masculino, en edad económicamente
productiva; de noche y los fines de semana, en la capital y provincias
portuarias, perdieron la vida por heridas con armas de fuego en cabeza,
cuello y tórax, y por la presencia de alcohol y cocaína en un porcentaje
significativo.
Efecto dominó
El fenómeno costarricense se empeora en el contexto de la aguda
crisis de inseguridad pública que sacude a América Central, que apenas
viene saliendo de décadas de inestabilidad política, dictaduras
militares y guerras de guerrillas. Si se exceptúan las zonas que
enfrentan una intensa violencia política, la región centroamericana es
la más violenta del planeta, según el informe.
“Costa Rica es conocida como un país especialmente ‘pacífico’ y
hasta finales de los años noventa su tasa de homicidios era similar a la
de Uruguay o Argentina, alrededor de cinco muertes violentas por cada
100 mil habitantes. No obstante, en años recientes ha venido aumentando
la violencia homicida hasta llegar a un nivel que, si bien no lo pone en
situación comparable a la de sus vecinos del ‘Triángulo del Norte’,
implica un desafío importante para el país”.
Datos oficiales precisaron que en 2010 hubo 486 asesinatos. El más
reciente corte de la Fuerza Pública (policía civil) reveló que en el
primer trimestre de 2011 hubo 11,352 asaltos y 65,480 violaciones y
robos.
El comisionado Juan José Andrade, director de la Fuerza Pública,
informó que de enero a marzo de este año fueron detenidas más de 26 mil
personas por “temas de psicotrópicos” y más de 2,500 por delitos contra
la propiedad, asaltos, hurtos y robos a vivienda.
En entrevista con Apro, el ministro de Seguridad
Pública de Costa Rica, Mario Zamora, admitió que hechos recientes, como
el del hijo que mató a su madre, el del padre que vapuleó a su hijo o el
de la madre que prostituyó a sus hijas, hoy de 15 y 18 años, “son casos
de gran alarma social”.
“Hay situaciones que por más presencia que tengamos de la policía en
vía pública, lamentablemente frente a estos tipos de trastornos
psiquiátricos que se convierten en actos criminales es poco lo que se
puede hacer desde una policía como la nuestra”, aclaró.
Con abundante experiencia como jerarca de los aparatos migratorios
costarricenses, Zamora alegó que también hay “importación de violencia,
hoy con la globalización”.
“No es sólo con (flujo migratorio de) personas. Muchas veces (se
importa violencia) con televisión. Se observa cómo se materializa la
violencia en otras partes. Ya no se ocupa (de) trasladar a la persona.
Hoy uno puede trasladarse, con los medios de comunicación, a
determinadas partes del mundo y aprender cuestiones para luego
materializarlas en un barrio. Es parte del riesgo de la globalización y
su impacto en criminalidad”, describió.
“El impacto cualitativo que hace la criminalidad extranjera sobre
Costa Rica empezó con sicarios extranjeros, y hoy son sicarios
nacionales. Este es el patrón que tenemos que evitar”, insistió.
El sicariato colombiano incursionó en Costa Rica desde la década de
1980, para ajustes de cuentas, robos de droga, protección, choque con
pistoleros de mafias rivales y otros hechos ligados a operaciones de
tráfico de cocaína y mariguana hacia México y Estados Unidos, que eran
dirigidas por los contactos locales de las mafias de Colombia, en
especial los ahora desaparecidos y poderosos cárteles de Medellín y de
Cali.
El primer caso de sicariato mexicano en Costa Rica ocurrió el 15 de
agosto de 2010, cuando los costarricenses Carlos Enrique Granados
García, de 41 años y presunto jefe de una narcopandilla, y uno de sus
guardaespaldas —Rándall Muñoz, de 43 años— fueron asesinados a balazos
por un hombre que los atacó desde un vehículo con varias ráfagas de
fusil ametralladora AK-47, en un supuesto ajuste de cuentas.
La Fiscalía General y el gobierno de Costa Rica revelaron a Apro
que se sospecha que Granados fue eliminado porque habría robado un
cargamento de 100 kilos de cocaína que pertenecían a un cártel mexicano.
“Declinación de valores”
El deterioro en la “pacífica” Costa Rica, que abolió su ejército en
1948 y depositó su seguridad interna en una policía civil de unos 12 mil
efectivos, es atribuido a distintas causas en un país que desde
mediados del siglo XX instaló un Estado benefactor fuerte que invirtió
en educación, salud e infraestructura en vez de armas, soldados y
cuarteles.
El dirigente político Rolando Araya, excandidato presidencial y
exvicepresidente de la Internacional Socialista para América Latina,
aseveró que hay una “declinación de valores”.
Desde mediados de la década de 1980, “sin sueños, se abrió espacio al
cinismo y sobrevino una declinación en valores, al oportunismo. Del
‘bienestar del mayor número’ se pasó al ‘crecimiento económico’, como la
estrella del norte. La ética del dinero permeó la cultura, incluyendo a
la política. La corrupción se vio abonada por esa inexorable tentación
en una borrachera materialista”, agregó.
“La riqueza se concentra velozmente, y la carga tributaria se
perpetúa en niveles tercermundistas. La conflictividad se expande con la
frustración”, puntualizó.
Por su parte, Luis Guillermo Solís, analista y estratega del Partido
Acción Ciudadana, el principal de la oposición política, dijo a Apro
que los fenómenos locales, “como la creciente desigualdad, pobreza y
exclusión en zonas costeras y fronterizas o aumento del desempleo en
hombres jóvenes, de entre 15 y 29 años, residentes en zonas urbano
marginales y con acceso a armas de fuego”, se mezclan con los foráneos,
“como las nuevas dinámicas del crimen organizado y en particular del
narcotráfico”.
Añadió: “Muchas expresiones de violencia doméstica estarán motivadas
por el contexto, agravándose por la tendencia de algunos sectores de
armarse presuntamente como ‘defensa’ frente a la delincuencia”.
A juicio de Rojas, de Asopaz, “con lo que el Estado invierte en seguridad no se compra ni una galleta”.
“Alguna gente confunde paz con estar indefensos y sin seguridad, y
cree que gastar en más seguridad es militarismo”, reclamó al abogar para
que haya estructuras policiales y judiciales con más poder y fuerza
para castigar y enfrentar a la delincuencia.
En un tono similar, La Machaca, una página de humor político que se publica a diario en el periódico La República, recordó a finales de mayo que un tribunal costarricense prohibió a la policía utilizar cierto de tipo de armas pesadas.
Y sentenció, con fina ironía: “Según ese tribunal, en el peor momento
de la lucha contra un hampa armada, la policía les debe combatir con
flechas, hondas, cerbatanas, rifles de balines y versos cantados por una
bella dama”.
Fuente, vìa :
http://www.proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/91960
http://www.proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/91960
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