Alejandra Atala
Una guerra civil no es una guerra, es una enfermedad. El enemigo es interior. Lucha uno casi contra sí mismo.
Saint-Exupéry
Recuerdo
que poco antes de morir, en el año de 1999, en la terraza de su casa,
ya en silla de ruedas, Garibay dijo: “Me preocupa mucho México.” En su
mirada, la desolación, la nostalgia y la indignación formaban la mueca
dramática.Saint-Exupéry
¿Desde cuándo el fluir de los acontecimientos venía jalando tanta agua, la que iba formando tremenda ola? ¿Desde cuándo? No lo sé; siento que no sé nada cuando las dimensiones del tsunami en Japón parecen extenderse, prolongarse, acrecentarse en los códigos de terror de este México acribillado.
Guerra civil o no, México está enfermo; eso sí quién lo duda, cuando como un cáncer las células malignas van tragándose despiadadamente a las benignas, sin medias tintas, sin ningún atenuante.
Es urgente, no sólo la cura sino la sanación, y para ello es necesario llevar al país al diván, que es poesía para las marchas fúnebres de las lamentaciones de Linos, quien en su inocencia de artista fue cayendo, Olimpo abajo, con este canto que, en descenso, ascendía como la primera nota musical.
Y cuál es la historia de este país, cuál si no la del ultraje y después el resentimiento que aquel trae consigo reptando y amplificándose como gigantesca ola, célula maligna que ha venido destruyendo a su paso la verdad, la belleza, la salud, la vida; creciendo y modulándose en monstruosos inefables que van tomando magnitud de caos. Porque toda herida que se calla o se acalla se va infectando; por falta de oxígeno y de luz se empantana, se vicia, se pudre y viene el delirio esquizofrénico lleno de sinsentido, de infamia, de atrocidad pestilente, levantando la zozobra, el espanto, el horror a su paso, llegando a la crueldad más ingente.
Fotos: www.oberlin.edu |
Dice la escritora Marguerite Yourcenar: “Cuando el gobierno es corrupto, la mediocridad del alma del pueblo es pareja.” Y en ese sopor en que se ha tenido a la cultura y la educación, el resentimiento ha sido vitaminado y ha ido tomando la casa en tremendo acceso de terrorismo psicológico, moviendo fantasmas y removiendo, con ellos, una historia encharcada, enmohecida, asfixiada, sin oxigenación o cura posibles.
Diván –del árabe– quiere decir, colección de poemas, poesía; poesía, en este caso, que nace desde la articulación que va emergiendo a fuerza de sanar con la palabra; la palabra dicha desde la voz que va alcanzando quien se enfrenta a sus propios miedos, antes de que éstos, crecidos en dimensiones inconmensurables, engullan a su portador. “Primero le pone el coco/ y luego le tiene miedo”, canta sor Juana en sus redondillas, como si leyera el alma humana que va, a fuerza de crecer, combatiendo a sus más ancestrales enemigos, que son ellos mismos.
¿Qué ha pasado en nuestro país? Silencio. Miedo. Nada. Hasta que su cuerpo reventó, expulsando lo más infecto, cayendo a pedazos en manos de temeridad y cobardía.
Cómo decirle a nuestra juventud, a los que tremendamente llamamos ninis, a los chavos que van abriéndose paso a la vida, a sus propias vidas, que no pasa nada, que este es su mundo y su país. Guerreros, héroes, mártires de la inocencia de leones majestuosos que corren despavoridos en medio de una lluvia de fuego incandescente, emitiendo rugidos salvajes de fieras que no saben de la proveniencia de esa infame tortura. El argentino Lugones lo sabía, porque hablaba de la consunción de Sodoma y Gomorra, en la elocuente paráfrasis de sus letras al Génesis.
Cuando decimos: “No más sangre” o “Basta ya”, ¿desde dónde lo estamos diciendo? No es sólo desde lo atroz inmediato, sino desde la historia silenciada de la existencia de un país devorado por sus propios miedos que, a final de cuentas, son dolor.
No es fortuito el ritmo cardíaco de México: 1810, 1910… 2010, pues toda herida que no sana, que se encierra, que se esconde, crece y se actualiza.
Poesía, instrucción, leyes, estado de derecho, autoridad, son el suero, la diálisis por la que debe comenzar, al menos, la cura de nuestro pueblo.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/04/24/sem-alejandra.html
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