Desde sus inicios la
OEA ejerce, se quiera o no, como el brazo político, en América Latina,
de la diplomacia de Estados Unidos. Han sido muchas las ocasiones en las
cuales el Departamento de Estado norteamericano ha legitimado sus
intervenciones armadas por medio de resoluciones ah hoc de la
OEA. República Dominicana, Haití, Granada o Panamá. Para no levantar
sospechas siempre lo ha hecho con el apoyo de países cipayos. Nunca han
faltado gobiernos que se han prestado para tales fines de manera
claudicante y vergonzosa. En tiempos de dictaduras, Paraguay, Chile,
Uruguay y los sempiternos países centroamericanos se convirtieron en
perrito faldero del imperio. Pocas eran las voces díscolas y cuando
emergían, el castigo era inmediato. Menos ayudas, restricciones a las
exportaciones y pérdida de inversiones.
Las acciones encubiertas para desestabilizar gobiernos populares y
democráticos, tanto como preparar golpes de Estado, se ubicaron en la
OEA. No olvidemos que la primera acción de la CIA en el continente
consistió en dar cobertura al golpe de Estado en Guatemala contra el
presidente Jacobo Arbenz en 1954. Bajo el paraguas de una recién
inaugurada guerra fría, se consideró un peligro la reforma
agraria y las nacionalizaciones de las grandes compañías bananeras. Sin
perder tiempo, organizaron desde Honduras, con militares golpistas, una
invasión, posibilitando el nacimiento de una de las dictaduras más
crueles y sanguinarias en la región, encabezada por el coronel Castillo
Armas. La OEA desatendió las palabras del entonces canciller de
Guatemala, Toriello, o no lo quiso escuchar. Meses antes del golpe, en
la asamblea celebrada por la OEA en Caracas en marzo de 1954, bajo la
dictadura de Pérez Jiménez, el canciller Toriello, avisó de los peligros
de asumir la posición de Estados Unidos en la OEA, defendida por el
secretario de Estado John Foster Dulles. La propuesta consistía en
lograr una resolución que expresara, en términos lo suficientemente
enérgicos, la amenaza de una posible expansión del comunismo en
Centroamérica. Si lograba convencer a sus interlocutores, los ministros
de exteriores, estarían las condiciones para avalar, bajo el paraguas de
la amenaza comunista, un golpe de Estado. El canciller Toriello sólo
pudo concluir su discurso ante la X Conferencia Interamericana
reivindicando el carácter democrático y libertario del gobierno de
Arbenz: La lucha que Guatemala está librando por su recuperación económica y por la defensa de su soberanía, es la misma lucha de millones de iberoamericanos que aspiran a que se realice la plenitud del sueño bolivariano, por lo cual es indispensable la existencia de la paz mundial con base en la justicia, el ejercicio efectivo de la democracia y en una sincera y leal cooperación económica. Sobre las inmensas tierras, mares y cielos de América el aliento de los libertadores mantiene flotando las banderas de la libertad. Aquí estamos Bolívar, y al venir a esta tierra privilegiada que te vio nacer, conscientes de nuestro destino, nos presentamos ante tus ojos, sin cadenas de la tiranía que por siglos nos oprimió, y que vos, Libertador, enseñaste a hacer pedazos. Guatemala es digna de vos, capitán de la dignidad de América.
Sus palabras no tuvieron eco, Dulles impuso su criterio y todos los países presentes, con el único voto en contra de Guatemala y la abstención de Argentina y México, aprobaron la resolución número 93 que aludía a los peligros para la región de la infiltración comunista:
La X Conferencia Interamericana condena las actividades del movimiento comunista interno como intervención en los asuntos americanos; expresa la decisión de los estados americanos de adoptar las medidas necesarias para proteger su independencia política contra la intervención del comunismo internacional, que actúa por los intereses del despotismo foráneo, y reitera la fe del pueblo de América en el efectivo ejercicio de la democracia representativa como el mejor medio para promover el progreso social y político; declara que la dominación o hegemonía en las instituciones políticas de cualquier Estado americano, por el movimiento comunista internacional extendiendo a este hemisferio el sistema de una potencia extracontinental, significaría una amenaza a la soberanía e independencia política de los estados americanos, poniendo en peligro la paz de América y demandaría una acción adecuada, en consonancia con los tratados existentes; recomienda que, sin perjuicio de otras medidas que puedan considerarse adecuadas, cada uno de los gobiernos de América preste especial atención a las siguientes disposiciones con el propósito de contrarrestar las actividades comunistas subversivas dentro de sus respectivas jurisdicciones.
La puerta se abrió de par en par. La OEA se transformó en el
sitio perfecto para legitimar los golpes de estado con el pretexto de
salvaguardar la paz mundial y luchar contra el comunismo internacional.
Decenas de años han funcionado sin cambiar un ápice esta resolución.
Tras Guatemala, se perfecciono el enunciado. Nunca faltaron las excusas
justificantes. Armas enviadas por la URSS, agentes desestabilizadores
extranjeros, compra de armamento a países comunistas, relaciones
indebidas, etcétera. La revolución cubana sufriría y padece hasta hoy
sus consecuencias. Bloqueo y expulsión tras la crisis de los misiles en
1962. Obligados a romper relaciones, los gobiernos pusilánimes de la
época se plegaron, salvo excepciones, entre otras México. Lentamente
esta situación anacrónica ha sido superada por los hechos. Todos los
países de América latina y el Caribe mantienen relaciones con Cuba.
Estados Unidos vive aferrado al pasado. No se percata del nacimiento
de la Celac ni tampoco de la sentencia de muerte que supone para la OEA
no admitir la presencia de Cuba en la cumbre en Cartagena de Indias,
Colombia, la segunda semana de abril de este año. Algunos países
mostraron su desacuerdo y amenazaron con su incomparecencia. Ante el
posible fracaso e inasistencia de un grupo importante de países, sobre
todo los integrados en la Alba, la diplomacia se mueve y el presidente
José Manuel Santos, anfitrión, viajó a La Habana para entrevistarse con
Raúl Castro y lograr un acuerdo de mínimos. Si bien no hay motivos para
impedir la presencia de Cuba, ya que el único país que se opone
explícitamente, de los 34 que asistirán, es Estados Unidos, el gobierno
cubano no hará ningún mal gesto ni tampoco hablará por boca de otros. No
habrá boicot ni desplantes ni malos modos, tampoco ha solicitado ir a
la reunión. Así, Estados Unidos se retrata con su mezquindad y hace gala
de su fuerza bruta imperial. Pero no entiende que América Latina no
requiere de una institución anquilosada, fundada en criterios
trasnochados, mano protectora del imperialismo.
Vìa,fuente :
http://www.jornada.unam.mx/2012/03/11/opinion/026a1mun
http://www.jornada.unam.mx/2012/03/11/opinion/026a1mun
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