La victoria de
Ollanta Humala en la segunda vuelta de las elecciones peruanas es una
verdadera proeza pues debió vencer a una poderosa coalición de fuerzas
dirigidas desde Washington, uno de cuyos pilares ha sido la mafia
mediática internacional. En lugar muy destacado, CNN en español, suerte
de agencia de propaganda de la contrarrevolución anticubana de Miami, y,
por supuesto, la ultramontana y pro imperialista oligarquía limeña y
sus voceros locales, con el diario El Comercio al frente, unida
al poder económico y político de los nuevos ricos y criminales de
guerra del fujimorismo. Ollanta enfrentó el desafío con serenidad,
adecuando su discurso y su plan de gobierno a la correlación de fuerzas
existente y a esa realidad tan hostil y aceptando apoyos más allá del
campo popular, pero sin renunciar en ningún momento a la prioridad que
otorga a la inclusión social, la soberanía nacional y la inserción de su
país en el ámbito político latinoamericano.
Perú ha sido presentado como modelo de crecimiento económico por los
templos de la libertad de prensa, que siempre olvidan consignar que
aquel se ha logrado a costa de la continuidad de la pobreza, la
marginación, el desmantelamiento de las conquistas sociales del siglo
XX, superexplotación de los trabajadores, entrega de los recursos
naturales y la soberanía al capital internacional y la discriminación
del país indígena (aproximadamente 52 por ciento de la población, según
datos de 2000 del Instituto Nacional de Desarrollo de los Pueblos
Andinos, Amazónicos y Afroperuanos). Se habla del estrecho margen de
diferencia –apenas tres puntos porcentuales– entre Humala y la candidata
Keiko Fujimori, pero este dato debe tomarse con suma precaución. La
realidad es que Ollanta ganó en 19 de las 25 regiones del país: la
selva, el centro y el sur andinos, donde arrasó. En 12 de ellas logró
entre 58 y 77 por ciento de los sufragios y más de 60 por ciento en
nueve. Justo las zonas donde no han llegado las bondades del
crecimiento, excepto la degradación ambiental ocasionada por la minería y
la expulsión por ésta de las comunidades de sus territorios ancestrales
y donde existen millones en situación de indigencia. Vale añadir que a
la par del crecimiento económico se ha desatendido como nunca la
educación pública peruana. Según datos oficiales, hay más de un millón
200 mil analfabetos.
Fujimori, en cambio ganó en la costa, donde captó poco más de
la mitad de los votos en Lima, Piura y La Libertad, que reúnen las
cifras más altas de votantes. Además de Tumbes, Lambayeque y Callao. Es
decir la parte próspera del país, a pesar de que también alarman sus
bolsones de pobreza. En ella las maquinarias mediática y represiva
conservan mucha influencia y se concentran los beneficiarios del
clientelismo fujimorista y del crecimiento de los últimos años, basado
principalmente en las políticas neoliberales y la privatización del
patrimonio público forjado durante el gobierno reivindicador de la
soberanía nacional de Velasco Alvarado.
No cabe duda que el ascenso de Ollanta a la presidencia es otro jalón en el proceso de alcanzar en América Latina los sueños de justicia social y unidad latinoamericana y caribeña enarbolados por Simón Bolívar y José Martí. Cierto es que todavía se está lejos de lograr su consolidación definitiva pero es constante el avance hacia su concreción.
Presidentes o primeros ministros que abanderan esas ideas –cruzando una gama de sabores y colores– hay ahora en Antigua, Argentina, Bolivia, Cuba, Dominica, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela y San Vicente y Granadinas. Obsérvese que ocho de ellos se encuentra en América del Sur y con Perú –tercer país más grande del área– suman ya una extensión territorial de más de 15 millones de kilómetros cuadrados. Pero si –además de Guyana y Surinam– se les añaden Colombia y Chile, que aunque con gobiernos de derecha participan del proyecto latinoamericanista e integracionista de la Unasur, asciende a cerca de 18 millones de kilómetros cuadrados sin contar los territorios coloniales como islas Malvinas.
La postura cerril de la oligarquía y el capital internacional no ha cambiado pues a menos de 24 horas de la elección de Humala derrumbaron la bolsa de Lima para exigirle al presidente electo que diera a conocer su gabinete económico. Quizás haya una pequeña tregua, pero para atacar después con más fuerza bajo la batuta de la embajada yanqui en Lima.
No cabe duda que el ascenso de Ollanta a la presidencia es otro jalón en el proceso de alcanzar en América Latina los sueños de justicia social y unidad latinoamericana y caribeña enarbolados por Simón Bolívar y José Martí. Cierto es que todavía se está lejos de lograr su consolidación definitiva pero es constante el avance hacia su concreción.
Presidentes o primeros ministros que abanderan esas ideas –cruzando una gama de sabores y colores– hay ahora en Antigua, Argentina, Bolivia, Cuba, Dominica, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela y San Vicente y Granadinas. Obsérvese que ocho de ellos se encuentra en América del Sur y con Perú –tercer país más grande del área– suman ya una extensión territorial de más de 15 millones de kilómetros cuadrados. Pero si –además de Guyana y Surinam– se les añaden Colombia y Chile, que aunque con gobiernos de derecha participan del proyecto latinoamericanista e integracionista de la Unasur, asciende a cerca de 18 millones de kilómetros cuadrados sin contar los territorios coloniales como islas Malvinas.
La postura cerril de la oligarquía y el capital internacional no ha cambiado pues a menos de 24 horas de la elección de Humala derrumbaron la bolsa de Lima para exigirle al presidente electo que diera a conocer su gabinete económico. Quizás haya una pequeña tregua, pero para atacar después con más fuerza bajo la batuta de la embajada yanqui en Lima.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/06/09/opinion/030a1mun
http://www.jornada.unam.mx/2011/06/09/opinion/030a1mun
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