Contra todas las apariencias, la gente no votó en Oaxaca por Gabino
Cué ni puso en él sus esperanzas. Salió de nuevo a la calle para
terminar una de las tareas que dejó pendientes en 2006.
Dicen
los analistas que la ciudadaníadecidió creer en la urna una vez más.
(Aguayo, Noticias 7/7/10). No es así. Los oaxaqueños siguen
tan descreídos como siempre. Nunca han confiado en los procedimientos
electorales: conocen bien sus horrores, tan interminables como
repetitivos. ¿Y cómo creer que los gobernantes representan los intereses
de los ciudadanos con gente como Murat y Ulises Ruiz? No, la principal
de las instituciones de la democracia, la fe en ella, nunca se
estableció en Oaxaca.
Para el 4 de julio, además,
todo mundo sabía que era una elección de Estado: el gobierno empleó
todos sus recursos legales e ilegales para inducir el voto y controlaba
los órganos electorales. Ni siquiera cuidaron las apariencias. Ruiz
confiaba en imponer a su guardaespaldas, pero preparó una ruta de
escape: si perdía, las evidentes irregularidades llevarían a anular las
elecciones. Podría así prolongar su mandato: un congreso bajo su control
nombraría al interino. Fue una elección de Estado… en que el Estado
perdió. Es esa la primera lección de la jornada electoral.
La
coalición contra natura que postuló a Cué no podía hacerlo en nombre de
una ideología, un programa o una plataforma. No era por
algo, sinocontra algo; así se constituyó. Consiguió su
propósito… pero no podrá llegar más lejos. Los partidos que la forman
sólo ejercerán una forma de voluntad colectiva para seguir desmontando
la estructura mafiosa que los excluía o sometía o en algunas cuestiones
puntuales en que coinciden.
Los analistas
sostienen que las enormes expectativas de cambio de los oaxaqueños
constituyen el principal desafío que enfrenta Gabino Cué. No hay tal. Es
cierto que se ganó ciertas simpatías por la dignidad y mesura que
mostró durante sus siete años de campaña por la gubernatura; por ser el
único candidato que recorrió todos los municipios de Oaxaca, cuando los
visitó con López Obrador; y por su gestión como presidente municipal de
Oaxaca. Pero la mayoría de la gente no votó por él, sino contra el grupo
mafioso enquistado por 81 años en el poder, y pocos abrigan esperanzas
de que podrá, desde el gobierno, realizar los cambios que hacen falta.
Gabino Cué, por todo eso, está solo. La cargada de costumbre
es engañosa. Tendrá en contra a lo que queda del PRI, a los caciques e
incluso a los partidos que lo eligieron. A pesar de su legitimidad
formal y de alguna popularidad en ciertos sectores, sólo podrá gobernar
si lo hace con los ciudadanos. Muchos electores votaron con incomodidad,
contra sus convicciones más profundas, como una táctica de lucha que
nada tiene que ver con la democracia formal. Seguirán ejerciendo su
propio poder, para la transformación de Oaxaca. Muy pocos ponen sus
esperanzas en el nuevo gobernador. Sólo si los tres niveles del gobierno
aprenden a obedecer a los ciudadanos organizados, cosa por demás
difícil, podría asegurarse la transición pacífica a una nueva sociedad
que la gente está buscando.
Desde la noche del 4
de julio, en la celebración, pudieron verse los síntomas de la nueva
perspectiva. Era fascinante observar a jóvenes barricaderos de 2006 que
ese día emplearon su organización consolidada para votar y vigilar las
urnas, e inmediatamente empezaron a preparar los siguientes pasos. Como
ellos, miles de personas, en las más diversas organizaciones, dedicaron
la semana a organizar movilizaciones e iniciativas. Saben que los
próximos meses serán difíciles, por los coletazos del dinosaurio, pero
no creen que los siguientes vayan a ser fáciles.
Buena
parte de quienes eligieron en 2008 a Barack Obama se sienten hoy
frustrados y desencantados: no ha cumplido sus expectativas. No parecen
haber escuchado las advertencias del candidato Obama: No les pido que
crean en mí, sino en ustedes mismos;En la Casa Blanca no podré resolver
los problemas actuales, pero ustedes pueden. El 4 de noviembre de 2008,
empero, quienes lo eligieron se dedicaron a festejar el triunfo… y en su
mayoría se sentaron a esperar que arreglase el desastre que había
dejado su antecesor.
Puede verse con claridad el
contraste. Al usar la trinchera electoral, bajo circunstancias
peculiares, los oaxaqueños no trasladaron la esperanza de transformación
a una persona o a un sistema viciado. Lo hicieron para remover un
obstáculo del camino, plenamente conscientes de que el abierto ahora
para ellos planteará dificultades cuya superación no dependerá de los
funcionarios recién elegidos, sino de ellos mismos, de su capacidad
organizada de generar el cambio que urgentemente necesitan.
fuenete, vìa :
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