Esta nota parte de una hipótesis que espera estar equivocada: a nivel mundial, el neoliberalismo está entrando en su fase más salvaje y destructiva. ¿Qué es el neoliberalismo? ¿Cómo se está fortaleciendo? ¿Estados Unidos se recuperó de su crisis? ¿Qué implican los mega-acuerdos transnacionales? ¿Qué pasa en América Latina? ¿Cuál es el rol de los sectores populares y las organizaciones políticas?
Podríamos definir ‘neoliberalismo’ como el sistema económico-político que comienza a desarrollarse en el mundo en la década del ´70 y que implicó una serie de transformaciones necesarias para que el capital reconfigure su forma de producción a nivel mundial.
En el número anterior de Cambio, decíamos que el nuevo esquema de producción mundial, basado en la globalización y la deslocalización de la producción, requiere el fortalecimiento de las medidas de desregulación de la economía. La liberalización financiera es necesaria para poder desplazar los capitales de un país a otro y la reducción de las barreras aduaneras para deslocalizar la producción en distintos países hasta el ensamble final del producto.
A su vez, las leyes y los tratados sobre la Inversión Extranjera Directa se volvían fundamentales para que los Estados-Nación no intervengan en las decisiones de las transnacionales. En este marco, se han firmado más de 3.000 tratados bilaterales de inversión destinados a “proteger” los derechos de las multinacionales.
No casualmente estas medidas, además de ser sistemáticamente propuestas por el FMI y el Banco Mundial, son impulsadas en cada Foro de Davos, el evento organizado por 100 de las compañías más importantes del mundo que este año contó con la asistencia del presidente argentino.
Durante esta fase, el poder de las transnacionales se expandió al punto tal que, en la actualidad, las 200 empresas más grandes del mundo, que operan a lo largo y ancho del globo, producen lo mismo que todos los países que no son de la OCDE (grupo de los 34 países más ricos del mundo). Tan solo las 500 más grandes se ocupan de la mitad de la producción mundial. Así, las empresas que dominan el mundo han alcanzado más poder y riqueza que la mayoría de los Estados del globo.
Sin embargo, los Estados-Nación continúan espacios relevantes ya que son los territorios que hospedan a las grandes empresas. Como muestra de ello podemos observar que el 80% de las 500 multinacionales que más facturan en el mundo tienen su casa matriz en solo 7 países (no casualmente los miembros del G7). En estas naciones, la sociedad entre el capital y el estado provoca que sus gobiernos encabecen a escala global las modificaciones de marcos regulatorios con medidas tendientes a favorecer al gran capital transnacional. Sin ir más lejos, durante la crisis de 2008-2009, fueron los propios Estados con los recursos públicos los que rescataron a los grandes actores privados (principalmente la banca internacional), socializando sus pérdidas. Por otro lado, en la periferia, las políticas estatales cumplieron un rol fundamental para implementar y asegurar el cumplimiento de las recetas neoliberales.
En este proceso de expansión sin igual de las grandes corporaciones, la riqueza se ha concentrado como nunca antes en pocas manos: como plantea OXFAM, hoy las 67 personas más ricas del mundo acumulan la misma riqueza que la mitad más pobre de la población. En la misma línea, el reconocido economista Thomas Piketty señala que, en el primer mundo, los niveles de desigualdad, tras mejorar en la época keynesiana, volvieron a los valores de principio del siglo XX.
¿Puede el neoliberalismo, a pesar de tanta desigualdad, estar profundizándose? Cinco indicios señalarían que sí.
1- El Imperio contraataca: de la crisis a la ofensiva
Pasados casi 9 años de la debacle de Lehman Brothers y la primera gran crisis neoliberal en el primer mundo, que colocó a Estados Unidos en la posición de atender sus asuntos internos desligándose parcialmente de los asuntos exteriores, podemos decir que la economía estadounidense se ha saneado bastante y hoy el país del norte se encuentra lanzando una nueva ofensiva imperial de la mano de sus transnacionales. El desempleo, tras alcanzar un pico de 10% en 2009, hoy se ubica en 5,5%, casi en los niveles pre-crisis. La política de estímulos monetarios lanzada para impulsar una economía en la debacle que había inundado de dólares los mercados de la periferia hoy se revierte y los capitales vuelven a afluir a Estados Unidos. Vale tener presente que el PBI nominal de este país prácticamente duplica el de China, la segunda economía mundial, y cuadriplica el de Japón, la tercera. En este marco, la mayor potencia mundial comanda la principal iniciativa del capital transnacional: los mega-acuerdos transnacionales.
2- Mega-acuerdos transnacionales: la fase superior del neoliberalismo
La Organización Mundial de Comercio articuló el proceso de liberalización comercial a nivel mundial, introduciendo un doble estándar entre países centrales y periféricos. Por ejemplo, mientras los países dominantes lograron la reducción de las barreras aduaneras para los bienes industriales en la periferia, mantuvieron el apoyo a su propio sector agrícola. Sin embargo, esa organización parece casi una “amiga de los países subdesarrollados” si la comparamos con los mega-acuerdos regionales hoy en curso. Este tipo de tratados plurilaterales abarcan cuestiones vinculadas al comercio de bienes y servicios, inversiones, información y personas donde la OMC aún no regula. Así es como Estados Unidos avanza en el Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión (TTIP) con la Unión Europea y en la Asociación Transpacífica (TPP) que nuclea a 13 países. Asimismo, Europa avanza en simultáneo en un acuerdo con Japón y en otro con el Mercosur.
Algunos ejemplos de qué implican estos mega-acuerdos: prohíben retenciones y regulaciones sobre las exportaciones, pretenden levantar hasta el 90% de los aranceles a la importación, limitan la producción de medicamentos genéricos en defensa de la propiedad intelectual, amplían los plazos de patentes, imponen controles sobre la actividad de las empresas estatales para que no “distorsionen” el comercio, avanzan por primera vez en regulaciones sobre internet, entre otros.
3-La decadencia de los emergentes como modelo alternativo
Los mega-cuerdos, además de buscar incrementar las ganancias de las multinacionales de los países centrales, son un camino para hacerle frente al avance chino en el mundo. Durante las últimas décadas, China profundizó significativamente su presencia en el comercio y las inversiones extranjeras de la periferia desplazando a las potencias tradicionales. En este marco, y mediante estos tratados, los países centrales buscan obtener privilegios en las relaciones entre ellos y con la periferia, recuperando el terreno. En respuesta, los chinos avanzaron en un gran acuerdo con países de Asia y Oceanía, entre los que se destacan Japón, Australia y Corea del Sur.
Excluido de los grandes acuerdos organizados por las potencias, el gigante asiático inició el propio, convirtiéndose así en otro foco impulsor de las recetas neoliberales y dejando de lado el proyecto alternativo de integración de los BRICS.
Por otro lado, la recuperación de Estados Unidos está debilitando a los países emergentes. La política de estímulo monetario implicó una fuerte emisión de dólares y una baja significativa de las tasas de interés que redirigió el exceso de dólares a las economías emergentes a bajo costo. Sin embargo, en la actualidad, el fin de esta política implica que los flujos de divisas vuelvan hacia el centro. Así es como muchos de los emergentes han registrado salidas de divisas y consecuentes devaluaciones que han debilitado su política económica.
4-Latinoamérica: el paréntesis se cierra
América Latina vivió un proceso de reversión de las tendencias neoliberales durante los últimos 15 años. Los estallidos sociales, derivados, en la mayoría de los países, fundamentalmente de un deterioro notable de las condiciones objetivas, fueron el punto de quiebre. Según datos de la CEPAL, un 43,9% de las personas de la región eran pobres y un 19,3% indigentes. De la mano de la resistencia social, líderes políticos excepcionales como Hugo Chávez y una situación económica particular donde los precios de los productos de exportación de la región alcanzaron niveles récords, América Latina experimentó un proceso de alto crecimiento, mejora progresiva en la distribución del ingreso y mayor intervención estatal. La mejora en las condiciones sociales alcanzó distintos grados según el país, siendo mayor las de aquellos que más se alejaron del recetario neoliberal.
Sin embargo, hoy se experimenta en la región un resurgir del neoliberalismo de la mano de gobiernos de claro tinte liberal y avances y presiones de la derecha donde se sostienen gobiernos populares. Muchos estados latinoamericanos se están adaptando en bloque a las políticas impulsadas desde Estados Unidos, siendo el caso más claro el de aquellos países que ya adhirieron al TPP.
Como planteaba recientemente el periodista económico Claudio Scaletta, para avanzar en la soberanía e independencia económica, se requiere una doble ruptura. En primer lugar, se necesita modificar la estructura dependiente vigente, por lo que se precisa afectar los intereses de las clases beneficiadas localmente y, en segundo lugar, es imprescindible modificar la forma en que están insertos los países dependientes en el orden global, afectando así los intereses de las naciones y capitales más poderosos. La dificultad de avanzar en ese proceso se debe, fundamentalmente, a la baja de los precios internacionales de los commodities, la pérdida física de líderes políticos de la región, la incapacidad de canalizar demandas de los sectores medios de la población y la ofensiva de ciertos grupos económicos en el marco de la recuperación estadounidense.
5-Hegemonía neoliberal
Difícil sería comprender la restauración conservadora en Latinoamérica sin referirnos a la hegemonía neoliberal. Para funcionar, en lo político, este modelo requiere una serie de transformaciones ideológicas que permitan legitimar un sistema que conduce irremediablemente al desmantelamiento de derechos sociales, a la marginación social y a la concentración de la riqueza. El exacerbamiento del individualismo, el consumismo extremo, la demonización de la intervención estatal, la libertad económica como libertad fundamental y la antipolítica son las premisas desarrolladas a fondo por los intelectuales orgánicos y los medios de comunicación hegemónicos en las últimas cuatro décadas a fin de solventar un capitalismo cada vez más injusto y competitivo. Al no haberse avanzado en desmantelar ese complejo entramado de ideas, no sorprende que las políticas de desmantelamiento estatal, el rechazo a la participación política y la idea de la armonía de las naciones pobres con los mercados internacionales mediante las inversiones y la deuda continúen vigentes a pesar del daño que han hecho históricamente.
La resistencia política
Tanto por la hegemonía neoliberal aún vigente como por la mejora en las condiciones objetivas de vida en la región, la protesta social no alcanza los niveles de fines de los ´90 y principios de los 2000. Así es como, en Argentina, vemos el desmantelamiento de ciertos derechos adquiridos en los últimos años y nos embarcamos en un nuevo ciclo de endeudamiento (y dependencia extrema) más a través de consenso que de coerción. Por su parte, el continuo desmantelamiento del Estado de bienestar en Europa parece no tener freno: cuando asumió un gobierno popular en Grecia parecía que la expresión de los pueblos ponía un límite a los abusos de las transnacionales y las potencias, pero rápidamente se adaptó a sus requerimientos.
Como se mencionó anteriormente, los proyectos de integración mundial alternativos comandados por los BRICS, que con sus limitaciones ofrecían una alternativa al modelo neoliberal, están bloqueadas. La integración latinoamericana, que en la última década supo decirle no al ALCA y dar paso a la UNASUR, hoy se encuentra golpeada por la reinserción del país del norte en los asuntos de la región y la cooptación de ciertos gobiernos nacionales a sus políticas.
El neoliberalismo en América Latina en general, y en Argentina en particular, encontró su límite en la protesta social y en la inviabilidad política de un sistema tan desigual.
La ofensiva del capital transnacional, con el apoyo de sus respectivos estados-nación en pos de profundizar las políticas neoliberales, es clara. El éxito de este proceso y su duración dependerán de su viabilidad económica y, fundamentalmente, de la capacidad de las organizaciones políticas junto a los pueblos de resistir el avance del capital concentrado. Esperemos y trabajemos para que esa resistencia llegue producto de la batalla contrahegemónica y no cuando las condiciones materiales se hayan deteriorado hasta niveles desconocidos.
Fuente origjnal: http://patriagrande.org.ar/
vìa:http://rebelion.org/noticia.php?id=211004
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