Como
ciudadano promotor de un Estado que resguarde la pluralidad y los DDHH,
me horroriza ver cómo en Chile se violan los derechos humanos de
personas discapacitadas, a la vez que un espectáculo televisivo promueve
el confort de la caridad, el patriotismo y la irrealidad ante un problema que no solo no está resuelto, sino que ni siquiera ha sido abordado parcialmente.
La Teletón ayuda a cierto tipo de personas con discapacidad física, y solo si son viables de rehabilitarse. No hay nada que reprochar a esta ayuda de una iniciativa del sector privado. El problema es que, mediando una campaña que involucra empresas, cantantes, artistas, figuras públicas y políticas, testimonios conmovedores y un espectáculo ininterrumpido por cadena nacional, los chilenos nos perdemos en el sentimiento de caridad y de unidad nacional, mientras solo el 5% de las personas discapacitadas recibe atención médica.
Cabe preguntarse si el principal objetivo de este espectáculo televisivo y su campaña es recaudar sumas estratosféricas de dinero para tratar niños con discapacidad física, o fomentar la euforia del sentimiento nacionalista. Resulta aberrante que el presidente o presidenta de la República y sus ministros asistan o participen de este circo en calidad de gobernantes, incluso bailando o contestando el teléfono, vistiendo la camiseta de la caridad, mientras las discapacidades no están cubiertas en la salud pública. Como siempre, la caridad tiene como fin la autosatisfacción, sin aportar a solucionar el problema del otro.
En Chile prácticamente no hay inserción laboral para los discapacitados que pueden trabajar, sino discriminación. Apenas recientemente se ha abierto en un número reducido de colegios cupos para alumnos con discapacidad intelectual, como síndrome de Down, y existe una nula infraestructura para la discapacidad física, incluso para que puedan desplazarse por su ciudad. No hay iniciativas estatales de apoyo a ciegos, sordos ni mudos. En la Asociación de Ciegos de Chile (ACICH) solo han conseguido permisos municipales para que algunos ciegos vendan confites en la calle sin ser arrestados.
La rehabilitación real de discapacidades físicas solo es viable en el extranjero, en países desarrollados, o en el sector privado, como la Teletón, fundación que se nutre del asistencialismo de los empresarios y del impacto mediático de tragedias personales. No existe apoyo estatal para este sector de la población, igualmente compuesto por sujetos de derecho, según la Declaración Internacional de DDHH de la ONU a la que Chile adhiere. Ni siquiera ha habido reflexión ni debate sobre el tema.
Entre las enfermedades mentales, el Augé solo cubre depresión, desorden bipolar y esquizofrenia, y de manera tan precaria que en la Región Metropolitana solo existe un hospital con hospitalización psiquiátrica gratuita para varones, la cual es ambulatoria, poco accesible y breve, para que avance la lista de espera. No existe en Chile ninguna institución estatal de hospitalización indefinida para aquellas personas que no pueden vivir en sociedad por discapacidad mental, que no pueden valerse por sí mismos ni cuentan con nadie salvo sus padres (a veces) y solo mientras estos viven. Los lugares disponibles, del sector privado, tienen precios que oscilan en Santiago entre los 350.000 y los 2.000.000 de pesos mensuales.
La gigantesca propaganda de la Teletón transmite la falsa imagen de que el problema de la discapacidad se resuelve mediante fundaciones, caridad, asistencialismo, “chilenismo” y donaciones de grandes empresarios. El tema de los derechos humanos, garantías del Estado, es opacado por historias conmovedoras para que los chilenos transfieran al banco, mientras los mismos actantes políticos participan de este circo en calidad de farándula en vez de como gobernantes de más de 2 millones de discapacitados de nuestro país sin tratamiento médico, mucho menos en la salud pública.
Es loable que Camila Vallejos y Gladys Marín se hayan restado de este espectáculo en diferentes momentos. Si un empresario quiere donar cierta cantidad de millones a la Teletón, es libre de hacerlo sin poner como condición que Vallejos se bese con el ministro de educación o que Marín lo haga con el ex candidato Joaquín Lavín. La Teletón, al ser transmitida por televisión como una “causa común”, otorga un sentimiento de unidad nacional o nacionalismo (similar al fútbol) e incluso burla, distracción y ridiculización grotesca de nuestra situación política, al actuar los actantes políticos como personajes de farándula, sin que se aborde siquiera la discusión sobre la situación real de los discapacitados.
Por el contrario, el chileno percibe la realidad como irrealidad, pues la asimila en términos mediáticos, según lo que ve en la TV. Se siente útil y caritativo comprando al por mayor productos Teletón cuyas marcas pertenecen a escasas familias, dueñas de los mismos supermercados que las venden, y que la Teletón les auspicia las mayores campañas publicitarias. La cantidad de niños rehabilitados por la Teletón compra el conformismo de un Estado que vulnera constantemente derechos humanos de discapacitados con la satisfacción de nuestros gobernantes de estar en primera fila viendo bailar a Chayanne o a la Cuatro Dientes.
vìa:
http://www.elquintopoder.cl/salud/la-teleton-la-caridad-que-nubla-la-realidad/
Muchas críticas y defensas a la Teletón han surgido en internet y redes sociales. Incluso la ONU amonestó al gobierno de México por destinar fondos del Estado a esta iniciativa privada en vez de tomar medidas en instituciones públicas, así como por promover la imagen de personas discapacitadas como objetos de caridad y no como sujetos de derecho.La Declaración Universal de Derechos Humanos cuenta con un apartado sobre los derechos de los discapacitados. Por lo tanto, como ciudadanos son sujetos de derecho aunque la mayoría de ellos no sean productivos para la sociedad utilitarista en la que vivimos. Las personas discapacitadas conforman un 15% de la población mundial, según datos de la OMS. Existe discapacidad física, mental, intelectual y sensorial. Sin embargo, la realidad es que, según cifras del año 2004, más del 94% de los discapacitados de nuestro país nunca ha contado con rehabilitación ni tratamiento médico para su discapacidad, según datos de la Fundación Nacional de la Discapacidad.
La gigantesca propaganda de la Teletón transmite la falsa imagen de que el problema de la discapacidad se resuelve mediante fundaciones, caridad, asistencialismo, “chilenismo” y donaciones de grandes empresarios.
La Teletón ayuda a cierto tipo de personas con discapacidad física, y solo si son viables de rehabilitarse. No hay nada que reprochar a esta ayuda de una iniciativa del sector privado. El problema es que, mediando una campaña que involucra empresas, cantantes, artistas, figuras públicas y políticas, testimonios conmovedores y un espectáculo ininterrumpido por cadena nacional, los chilenos nos perdemos en el sentimiento de caridad y de unidad nacional, mientras solo el 5% de las personas discapacitadas recibe atención médica.
Cabe preguntarse si el principal objetivo de este espectáculo televisivo y su campaña es recaudar sumas estratosféricas de dinero para tratar niños con discapacidad física, o fomentar la euforia del sentimiento nacionalista. Resulta aberrante que el presidente o presidenta de la República y sus ministros asistan o participen de este circo en calidad de gobernantes, incluso bailando o contestando el teléfono, vistiendo la camiseta de la caridad, mientras las discapacidades no están cubiertas en la salud pública. Como siempre, la caridad tiene como fin la autosatisfacción, sin aportar a solucionar el problema del otro.
En Chile prácticamente no hay inserción laboral para los discapacitados que pueden trabajar, sino discriminación. Apenas recientemente se ha abierto en un número reducido de colegios cupos para alumnos con discapacidad intelectual, como síndrome de Down, y existe una nula infraestructura para la discapacidad física, incluso para que puedan desplazarse por su ciudad. No hay iniciativas estatales de apoyo a ciegos, sordos ni mudos. En la Asociación de Ciegos de Chile (ACICH) solo han conseguido permisos municipales para que algunos ciegos vendan confites en la calle sin ser arrestados.
La rehabilitación real de discapacidades físicas solo es viable en el extranjero, en países desarrollados, o en el sector privado, como la Teletón, fundación que se nutre del asistencialismo de los empresarios y del impacto mediático de tragedias personales. No existe apoyo estatal para este sector de la población, igualmente compuesto por sujetos de derecho, según la Declaración Internacional de DDHH de la ONU a la que Chile adhiere. Ni siquiera ha habido reflexión ni debate sobre el tema.
Entre las enfermedades mentales, el Augé solo cubre depresión, desorden bipolar y esquizofrenia, y de manera tan precaria que en la Región Metropolitana solo existe un hospital con hospitalización psiquiátrica gratuita para varones, la cual es ambulatoria, poco accesible y breve, para que avance la lista de espera. No existe en Chile ninguna institución estatal de hospitalización indefinida para aquellas personas que no pueden vivir en sociedad por discapacidad mental, que no pueden valerse por sí mismos ni cuentan con nadie salvo sus padres (a veces) y solo mientras estos viven. Los lugares disponibles, del sector privado, tienen precios que oscilan en Santiago entre los 350.000 y los 2.000.000 de pesos mensuales.
La gigantesca propaganda de la Teletón transmite la falsa imagen de que el problema de la discapacidad se resuelve mediante fundaciones, caridad, asistencialismo, “chilenismo” y donaciones de grandes empresarios. El tema de los derechos humanos, garantías del Estado, es opacado por historias conmovedoras para que los chilenos transfieran al banco, mientras los mismos actantes políticos participan de este circo en calidad de farándula en vez de como gobernantes de más de 2 millones de discapacitados de nuestro país sin tratamiento médico, mucho menos en la salud pública.
Es loable que Camila Vallejos y Gladys Marín se hayan restado de este espectáculo en diferentes momentos. Si un empresario quiere donar cierta cantidad de millones a la Teletón, es libre de hacerlo sin poner como condición que Vallejos se bese con el ministro de educación o que Marín lo haga con el ex candidato Joaquín Lavín. La Teletón, al ser transmitida por televisión como una “causa común”, otorga un sentimiento de unidad nacional o nacionalismo (similar al fútbol) e incluso burla, distracción y ridiculización grotesca de nuestra situación política, al actuar los actantes políticos como personajes de farándula, sin que se aborde siquiera la discusión sobre la situación real de los discapacitados.
Por el contrario, el chileno percibe la realidad como irrealidad, pues la asimila en términos mediáticos, según lo que ve en la TV. Se siente útil y caritativo comprando al por mayor productos Teletón cuyas marcas pertenecen a escasas familias, dueñas de los mismos supermercados que las venden, y que la Teletón les auspicia las mayores campañas publicitarias. La cantidad de niños rehabilitados por la Teletón compra el conformismo de un Estado que vulnera constantemente derechos humanos de discapacitados con la satisfacción de nuestros gobernantes de estar en primera fila viendo bailar a Chayanne o a la Cuatro Dientes.
vìa:
http://www.elquintopoder.cl/salud/la-teleton-la-caridad-que-nubla-la-realidad/
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