Lo
que no lograron los líderes palestinos en las últimas décadas, lo está
logrando el gobierno más ultraderechista en la historia de Israel: unir a
todo el pueblo palestino, hoy fragmentado entre el estado judío, la
Franja de Gaza, los territorios ocupados de Cisjordania, Jerusalén Este
-anexada ilegalmente en 1967- y la diáspora.
El sábado 30 se llevó a cabo
el Tercer Día de la Ira, una jornada de protesta que se extendió desde
el Mediterráneo hasta el río Jordán contra el Plan Prawer. Llamado así
por el nombre del legislador que lo ideó, el plan pretende destruir 36
aldeas beduinas “no reconocidas” en el desierto del Negev (Naqab en
árabe) para construir en sus tierras colonias para población judía. Para
ello, unas 70 mil personas beduinas serán desplazadas por la fuerza y
despojadas de 800 mil dunams de su tierra ancestral.
Se calcula que en Israel hay
más de 150 aldeas árabes “no reconocidas” por el Estado en las regiones
del Naqab y de Galilea. Las mismas son consideradas ilegales por el
gobierno, no figuran en los mapas y carecen de agua corriente,
electricidad, teléfono, carreteras, escuelas y centros de salud.
En el Naqab, las comunidades
beduinas (cuyos habitantes tienen ciudadanía israelí) constituyen un 30
por ciento de la población, pero sus aldeas ocupan apenas el 2.5 por
ciento de la tierra. Antes de la creación del estado de Israel, se
desplazaban libremente a través del desierto; ahora, dos terceras partes
de la región fueron designadas como campos de entrenamiento militar,
inaccesible a la población beduina. La realidad conocida por todos es
que grupos de colonos judíos de raza blanca esperan ansiosamente que la
tierra sea despejada de sus habitantes nativos para instalarse en los
modernos y cómodos poblados que el Estado construirá para ellos.
El gobierno pretende presentar
el plan como una acción “humanitaria” que brindará vivienda adecuada,
servicios públicos y “un futuro mejor para los niños” beduinos del
Negev, permitiéndoles “integrarse a la estructura de un Estado moderno
al tiempo que conservan sus tradiciones”. Pero la realidad es que
ninguna de las comunidades afectadas fue consultada ni está de acuerdo
con el traslado. Y tienen buenas razones: además de perder sus tierras,
serán reubicadas en siete asentamientos superpoblados y empobrecidos
donde ya otros grupos beduinos fueron concentrados hace años (por eso
hay quienes hacen un paralelo con las reservaciones indígenas de Estados
Unidos).
“Hemos vivido aquí desde antes
de la creación del Estado de Isarel”, declaró Maqbul Saraya, de 70 años
de edad, a Al Jazeera. “Sentimos que la democracia y la justicia de
Israel no se aplican a nosotros”.
Rechazo local y global
En los países árabes vecinos y
en varios de Europa, en Turquía, Túnez, Corea del Sur, Kuwait, Canadá y
Estados Unidos también hubo manifestaciones de solidaridad el sábado 30
de noviembre para denunciar lo que se considera la operación sionista
de limpieza étnica de mayor envergadura desde la Nakba de 1948. El
Parlamento Europeo, el Comité contra la Discriminación Racial de la ONU
(CERD) y otros organismos inter-gubernamentales pidieron a Israel que
cancele el proyecto, que se convertirá en ley a fin de año.
Organizaciones y redes internacionales como Amnistía Internacional,
Voces Judías por la Paz, Avaaz, y por supuesto palestinas y algunas
israelíes también criticaron el plan y lanzaron campañas pidiendo su
anulación. Más de 50 intelectuales y artistas británicos (entre ellos
Ken Loach, Mike Leigh y Peter Gabriel) publicaron una carta en The Guardian [1]
calificando la intención de Israel de desarraigar a la población
beduina como “desplazamiento forzado de palestinos/as de sus hogares y
su tierra, discriminación y separación”.
En los territorios ocupados,
hubo protestas en Gaza, Ramala, Jerusalén, Hebrón, Nablus. Pero quizás
las imágenes más elocuentes y que tuvieron mayor difusión fueron las de
las localidades que se encuentran dentro de las fronteras de Israel
–donde la represión tuvo el mismo exceso de violencia que en
Cisjordania: gas lacrimógeno, granadas de estruendo, cañones de agua
pestilente, palos y patadas policiales y decenas de arrestos. Al ver la
profusión de banderas palestinas en calles, plazas y alumbrado público y
de rostros envueltos en kuffieyehs, resulta difícil para quien no esté
familiarizado con la geografía del país entender que las fotos de Yaffa o
Haifa (ciudades costeras que eran joyas de Palestina antes de 1948 y
todavía tienen una importante población árabe) fueron tomadas dentro de
Israel.
Lo mismo vale para la
manifestación en la aldea beduina de Hura, una de las que serán
afectadas por el plan: las imágenes podrían ser del Valle del Jordán o
las Colinas del sur de Hebrón, territorios palestinos ocupados y
sometidos a las mismas políticas de desplazamiento forzado de la
población nativa para entregar sus tierras a colonos judíos. El paisaje y
el pueblo que lo habita son los mismos, y el poder que los oprime
también.
En respuesta a la jornada de
protesta, el ministro de Relaciones Exteriores israelí, Avigdor
Lieberman (un colono fanático y ultranacionalista –irónicamente emigrado
de Moldavia-, que llamó abiertamente a anexar Cisjordania expulsando a
la población palestina y a aniquilar a la de Gaza), hizo una de sus
habituales declaraciones de racismo explícito: “Estamos luchando por el
territorio nacional del pueblo judío, y hay quienes tratan
deliberadamente de robarnos esa tierra y controlarla por la fuerza”.
Sionismo al desnudo
Quizás el ‘mérito’ mayor del
Plan Prawer, más allá incluso que unir a la población palestina de todos
los sectores políticos y geográficos, es poner en evidencia -más que
ninguna otra política israelí- la naturaleza y el programa del proyecto
sionista: la expansión demográfica y territorial judía y la contención
demográfica y el despojo de la población árabe nativa. El objetivo
último de estas políticas perfectamente articuladas a ambos lados de la
frontera internacional –no reconocida por Israel- es consolidar un
régimen que muchos cientistas sociales (como el geógrafo israelí Oren
Yiftachel) han calificado de etnocracia.
Al mismo tiempo, estas
políticas revelan la falacia de analizar el conflicto desde el paradigma
de ‘los dos Estados’ o ‘las fronteras de 1967’. La realidad es un único
Estado que, al definirse como judío, requiere para preservar su pureza
etno-religiosa eliminar por todas las formas posibles la amenaza
demográfica que constituye la población no judía. Eso incluye no sólo
robo de tierras, colonización, limpieza étnica y apartheid hacia los
palestinos, sino también expulsión masiva de los inmigrantes africanos.
Ese Estado no reconoce otras
fronteras que la totalidad de la mítica “tierra de Israel” bíblica y no
está dispuesto a cederla a sus habitantes no judíos. No lo estuvieron
los primeros líderes sionistas ni lo están los actuales. Todo lo demás
–incluida la industria del proceso de paz- es discurso para consumo
mediático occidental.
No menos importante, o más, es
la cuestión de la integridad del pueblo palestino. Realidades como el
Plan Prawer muestran la omisión que implica reducir la cuestión
palestina a los 4 millones que hoy viven en Cisjordania y Gaza en menos
del 20 por ciento de su territorio original. Tan injusto como excluir de
cualquier solución a los seis millones de refugiados dispersos por el
mundo es olvidar al millón y medio de palestinas que viven dentro de
Israel (20 por ciento de la población), expuestos a más de 55 leyes de
apartheid y políticas de exclusión y desplazamiento por el afán
ilimitado de judaización. Mientras no cambie la naturaleza de ese
régimen colonial y racista, no habrá paz justa ni duradera –y menos
democracia- en esa tierra violada.
*María Landi es una activista latinoamericana solidaria con la causa palestina. Su blog: http://mariaenpalestina.wordpress.com
Con información de Harriet Sherwood en The Guardian: http://www.theguardian.com/world/2013/dec/01/israel-negev-bedouins-day-of-rage [2]
Más información sobre la resistencia al Plan Prawer en: http://972mag.com/special/prawer-plan-to-displace-bedouin/ [3]
http://desinformemonos.org
: http://desinformemonos.org/2013/12/plan-prawer-el-rostro-moderno-de-la-limpieza-etnica-de-palestina/URLs in this post:
[1] una carta en The Guardian: http://www.theguardian.com/world/2013/nov/29/britons-protest-israel-plan-remove-palestinian-bedouin
[2] http://www.theguardian.com/world/2013/dec/01/israel-negev-bedouins-day-of-rage: http://www.theguardian.com/world/2013/dec/01/israel-negev-bedouins-day-of-rage
[3] http://972mag.com/special/prawer-plan-to-displace-bedouin/: http://972mag.com/special/prawer-plan-to-displace-bedouin/
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