(APe).-
No hay un modo más perfecto de aplicar rayos x sobre la matriz de
pensamiento de un gobierno que exponer el modo exacto de nutrir los
presupuestos. Algo así como díme dónde inviertes tus dineros y te diré quién eres.
Ahí no hay dobleces. No hay falacias. Es absolutamente transparente y
dibuja con precisión quirúrgica la ideología del poder. Decidir como
política sistémica mantener inmutable el valor de las becas de UDI
(Unidad de Desarrollo Infantil, programa en contra-turno escolar para
chicos de hasta 14 años) constituye un símbolo ineludible. Adeudar las
cuotas bimestrales para el funcionamiento de los hogares, casas del niño
y programas destinados a las coberturas de necesidades básicas es otra
señal de fuego. Como también lo son la desfinanciación de obras
fundamentales para el sostenimiento de las salas y casas de bebés de
jardines maternales que se vieron obligadas a cerrar en los últimos
años. Y, sin titubeo alguno, el colocar sistemáticamente al borde del
abismo a organizaciones sociales que fueron supliendo funciones
medulares del Estado de las que el Estado se fue corriendo paulatina y
sostenidamente a través de años y de décadas.
Cuando a las 11 de la mañana, decenas de
hogares, organizaciones sociales e instituciones nacidas bajo la
convicción de que la infancia es destino y es el oasis de la humanidad,
presenten una demanda judicial contra el Estado bonaerense estarán
poniendo negro sobre blanco de un escenario de crueldad sustentado en el
tiempo. El punto central de la demanda patrocinada por el Programa de
Niñez, Derechos Humanos y Políticas Públicas de la Facultad de Derecho
de La Plata es que la Provincia de Buenos Aires “lesiona y amenaza, en
forma actual e inminente, con arbitrariedad e ilegalidad manifiesta los
derechos constitucionales, individuales y colectivos, de niños, niñas y
adolescentes, e instituciones dedicadas a la protección y promoción
integral de los derechos de la niñez y adolescencia”. Y se reclama “el
inmediato pago de todas las becas y/o cuotas que le son adeudadas a cada
una de las instituciones”, la “adecuación de los montos”; la concreción
de una audiencia pública en la que debatir abierta y profundamente las
políticas de infancia.
Caza de brujas
Son estos tiempos profundamente clave para
medir los rumbos del poder. Casi como una extraña balanza de
desequilibrios y abandonos, del otro lado se ahondan las políticas pro
seguridad que multiplican cámaras, gendarmes/prefectos/policías (en
funciones o retirados) y lanzan una caza callejera que confluyen en un
poderoso cóctel de peligrosidades. Que en este contexto se alce a la
categoría de ministro de Seguridad a un barón del conurbano es una señal
ineludible de los rumbos. Como también lo es que en los primeros dos
días de multiplicación de gendarmes en las calles ingresaran cuarenta
chicos al circuito penal en un número que, ni más ni menos, hace
colapsar las estructuras. Normalmente los números rondan entre tres y
cuatro nuevos chicos en el circuito penal cada día. ¿Significa un cambio
en las prácticas delictivas? No. Muy lejos de eso. Implica, lisa y
llanamente, que desde hace algunos días (no sólo desde que se nombró al
manodurista Granados al frente del ministerio) hay una orden no escrita,
no publicitada, no pronunciada en voz alta de salir a dar señales de
que se endurece la política. ¿Es casual que semejante determinación se
haya profundizado con tanto énfasis después del sintomático resultado
electoral de las PASO?
¿Es real que numerosos jueces del Fuero
Penal Juvenil reconocen por lo bajo que tienen presiones para no
excarcelar? ¿Acaso lo es que jefes de Gendarmería consultaron al poder
político si interesaban “las órdenes de captura vigentes”? ¿Cómo se
enmarca en todo este panorama que Sergio Berni plantee que “en casi
todos los delitos hay involucrados menores, que son reincidentes”?
No hay grandes distancias entre una frase
de ese tenor y el “estamos en guerra con ellos, y la guerra hay que
librarla. Es a matar o morir”, del 18 años intendente de Ezeiza,
Alejandro Granados (noviembre 1999). O de la propuesta de Martín
Insaurralde de bajar la edad de imputabilidad. Ahora a los 14 y, si es
necesario, al mejor estilo del fallecido intendente de Olavarría, Helios
Eseverri, a los 12 o aún más.
En toda la provincia de Buenos Aires los
chicos privados de libertad por conflicto con la ley penal oscilan entre
480 y 510. Frente a los más de 3000 que son objeto de políticas de
institucionalización en lo social. El 49 por ciento de los chicos de
todo el país “sin cuidados parentales” vive en la provincia y en la
Ciudad de Buenos Aires en donde las principales causas son la violencia
familiar, el abuso sexual y el abandono.
Pero por fuera de todos ellos –y según el
oficialísimo Indec- el 40 por ciento (cuatro de cada diez) de los chicos
de menos de 14 años que vive en áreas urbanas es pobre. Chicos que
corretean sus días en los márgenes del bienestar, que respiran ausencia y
desabrigo, que saben de sinsabores antiguos porque no hay techos ni
mesas cotidianamente estables en sus vidas. Porque nacer y crecer en el
lado endeble de la cotidianeidad tiene costos profundos en el
crecimiento.
Entonces, que el Estado provincial no abone
las becas, las pague con dilatados atrasos o bien no modifique el monto
de las cuotas (durante 2012 la inflación osciló entre el 11 y el 25,6
por ciento, según las fuentes) es rayano con lo criminal.
Cocteles peligrosos
El cóctel explosivo que produce el
endurecimiento de las políticas penales con el metódico y consecuente
abandono de las políticas de prevención resulta una pintura despiadada
del presente y del futuro. Porque cuando se visibiliza un tema, como
contrapartida, se invisibiliza otro. Y en este sentido, la andanada pro
seguridad, pro mano dura, pro baja edad de imputabilidad, pro
multiplicación de cámaras y de gendarmes/prefectos/policías (activos o
retirados) en las calles termina por invisibilizar todo aquello que
sigue quedando en las sombras. Desde el corrimiento del Estado de
bienestar y el abandono de políticas públicas de infancia para la
protección y promoción del niño (título que sólo se utiliza para nombrar
la ley) han sido los hogares e instituciones de infancia los que han
ido ocupando lugares fundamentales en las vidas de esos chicos. Que
muestran en sus prácticas cotidianas que hay otro modo de construir. Que
existen alternativas de ternura y miel a la hora de abrazar.
Hoy por la mañana la Justicia verá
transitar por sus ríos de papeles y estructuras el reclamo de niños y
niñas de que el Estado no les siga usurpando sus sueños. Que no los
condene como práctica sostenida a un abandono pergeñado para
arrebatarles el derecho a una vida justa. Y que no los arrincone a una
espera que suele ser abismo y crueldad.
En 2008 el mismo programa de Niñez,
Derechos Humanos y Políticas Públicas que patrocina la demanda que hoy
se inicia, había presentado un amparo para reclamar por la protección de
un grupo de chicos que vivían en las calles. La Justicia en lo
Contencioso Administrativo falló a favor. Pero en una larga carrera de
apelaciones y más apelaciones, recién quedó firme cuatro años más tarde.
Y fue en junio de este año, que el Senado provincial dio media sanción a
la creación de casas abiertas para los chicos sin techo. Pero todavía
no pasó por Diputados. De esos chicos del amparo (que en aquel 2008
habían sido objeto de un brutal ataque parapolicial), algunos están
muertos, otros están presos en cárceles de adultos, otros continúan
viviendo en las calles.
En definitiva, manodurísima para los que
osen pisar la línea de conflictividad con la ley penal -no importa la
gravedad o la insignificancia del delito en cuestión- y, por otro lado,
arrinconamiento de la gran mayoría de chicos asolados por la ausencia de
derechos al territorio del olvido y del abandono más cruento.
Vía:
http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=7948:claudia-rafael&catid=35:noticia-del-dia&Itemid=106
http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/index.php?option=com_content&view=article&id=7948:claudia-rafael&catid=35:noticia-del-dia&Itemid=106
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