"La sociedad cambia y el tema seguridad y
menores está en la agenda de la gente". Con esas palabras Martín
Insaurralde explicó, nada menos que en la mesa de Mirtha Legrand, las
razones del discurso que decidió asumir el kirchnerismo para
sobreponerse a la derrota electoral que sufrió en la provincia de Buenos
Aires ante el Frente Renovador de Sergio Massa.
A la definición de reinstalar el debate sobre la baja de la imputabilidad de los menores en el Congreso Nacional, se agrega el desdoblamiento de los ministerios provinciales de Seguridad y Justicia, que en rigor es un retorno al esquema existente hasta el año 2010. Y el nombramiento en la cartera de Seguridad de Alejandro Granados, conocido desde hace años por su discurso y su práctica de mano dura policial como intendente de Ezeiza.
Pero además, demostrando que no se trata de un viraje solamente provincial, Sergio Berni declaró que “en casi todos los delitos hay involucrados menores, que son reincidentes”, sin mostrar una sola estadística que respalde su afirmación. Al mismo tiempo miles de gendarmes serán asignados a la seguridad interior en la provincia de Buenos Aires.
No es casual que tanto Macri como De Narváez se hayan mostrado de acuerdo con estas medidas. En realidad a lo largo de la década kirchnerista los reclamos contra la “inseguridad” fueron recurrentes y los más férreos opositores al gobierno nacional supieron retomarlos con fuerza en su discurso. Ya en 2004 Blumberg reunía miles de personas detrás de esa bandera (hay que recordar la sugerencia del rabino Bergman de cambiar el himno nacional de “Libertad, Libertad, Libertad” a “Seguridad, Seguridad, Seguridad”), ante la que el propio kirchnerismo naciente decidió ceder. Por esa razón es aún más insólita la declaración de Insaurralde de que ahora la sociedad habría cambiado y estaría preocupada por la inseguridad.
La gran mayoría del sistema político argentino prefiere utilizar de manera demagógica el discurso de la “inseguridad”, que también es un negocio millonario, para fines electorales, mientras estigmatiza la pobreza y especialmente a la juventud. Casos como el de Luciano Arruga, aún impune, donde está clara la participación de la policía, no motivaron para nada una ruptura con la decisión política de apañar el delito policial y judicial, madre de todos los delitos en nuestro país. Más bien todo lo contrario, en una sociedad donde una de cada cinco personas vive bajo la línea de pobreza, se insiste en la vigilancia y la reclusión como soluciones de fondo.
¿La sociedad gira a la derecha?
Es evidente que las PASO [elecciones primarias] trajeron como resultado un fortalecimiento de las opciones que plantean una salida por derecha al ciclo kirchnerista, paradójicamente también al interior del mismo Frente para la Victoria, donde salió fortalecido Daniel Scioli. Se trata de un escenario muy preocupante desde el punto de vista de los intereses del pueblo trabajador, y de la Argentina toda de cara al 2015.
A diferencia del año 2009, cuando la derrota del kirchnerismo dio lugar al surgimiento de muchas de las mejores iniciativas del gobierno nacional, actualmente pareciera que se trata de asimilarse al adversario para derrotarlo con sus propias armas. Si Sergio Massa se muestra como un intendente joven de buena gestión, lo que se debe hacer es elegir a un candidato con las mismas virtudes, como Martín Insaurralde. Si el discurso del Frente Renovador se centra en el tema de la inseguridad, lo que corresponde es tomar al toro por las astas, redoblar la presencia policial e inundar de cámaras de vigilancia la provincia de Buenos Aires.
Por detrás de los vaivenes del kirchnerismo se encuentran los flujos de una sociedad muy activa y politizada. En un principio, cuando asumió Kirchner, estaban vivos los reclamos que habían explotado en diciembre del 2001. La agudeza de presidente fue recomponer la legitimidad institucional perdida sobre la base de la incorporación de algunas de aquellas demandas populares. Más adelante, en 2008, ante el levantamiento de los productores agrarios el kirchnerismo se decidió a polarizar fuertemente la situación. Se trató de una política arriesgada, una apuesta a doble o nada, que terminó con el 54 por ciento de los votos en 2011 y una nueva mística militante. Ahora en cambio, pareciera que se trata de adaptarse a los rasgos más regresivos de la situación política.
En algún momento el kirchnerismo logró ampliar relativamente los límites de lo posible en la política argentina, aunque siempre sobre la base de un plafón social que se lo permitía. Actualmente parece haber abandonado esa decisión y prefiere apoyarse en quienes ya no quieren profundizar sino aplacar. ¿Será este el camino hacia el 2015? ¿Se terminará diluyendo en la frustración esta experiencia política? Falta mucho por recorrer para afirmaciones de este tipo. Lo cierto es que con estas políticas la influencia de las ideas conservadoras en nuestra sociedad no hace sino acrecentarse.
www.marcha.org.ar
Vía:
http://www.lahaine.org/index.php?p=71600
A la definición de reinstalar el debate sobre la baja de la imputabilidad de los menores en el Congreso Nacional, se agrega el desdoblamiento de los ministerios provinciales de Seguridad y Justicia, que en rigor es un retorno al esquema existente hasta el año 2010. Y el nombramiento en la cartera de Seguridad de Alejandro Granados, conocido desde hace años por su discurso y su práctica de mano dura policial como intendente de Ezeiza.
Pero además, demostrando que no se trata de un viraje solamente provincial, Sergio Berni declaró que “en casi todos los delitos hay involucrados menores, que son reincidentes”, sin mostrar una sola estadística que respalde su afirmación. Al mismo tiempo miles de gendarmes serán asignados a la seguridad interior en la provincia de Buenos Aires.
No es casual que tanto Macri como De Narváez se hayan mostrado de acuerdo con estas medidas. En realidad a lo largo de la década kirchnerista los reclamos contra la “inseguridad” fueron recurrentes y los más férreos opositores al gobierno nacional supieron retomarlos con fuerza en su discurso. Ya en 2004 Blumberg reunía miles de personas detrás de esa bandera (hay que recordar la sugerencia del rabino Bergman de cambiar el himno nacional de “Libertad, Libertad, Libertad” a “Seguridad, Seguridad, Seguridad”), ante la que el propio kirchnerismo naciente decidió ceder. Por esa razón es aún más insólita la declaración de Insaurralde de que ahora la sociedad habría cambiado y estaría preocupada por la inseguridad.
La gran mayoría del sistema político argentino prefiere utilizar de manera demagógica el discurso de la “inseguridad”, que también es un negocio millonario, para fines electorales, mientras estigmatiza la pobreza y especialmente a la juventud. Casos como el de Luciano Arruga, aún impune, donde está clara la participación de la policía, no motivaron para nada una ruptura con la decisión política de apañar el delito policial y judicial, madre de todos los delitos en nuestro país. Más bien todo lo contrario, en una sociedad donde una de cada cinco personas vive bajo la línea de pobreza, se insiste en la vigilancia y la reclusión como soluciones de fondo.
¿La sociedad gira a la derecha?
Es evidente que las PASO [elecciones primarias] trajeron como resultado un fortalecimiento de las opciones que plantean una salida por derecha al ciclo kirchnerista, paradójicamente también al interior del mismo Frente para la Victoria, donde salió fortalecido Daniel Scioli. Se trata de un escenario muy preocupante desde el punto de vista de los intereses del pueblo trabajador, y de la Argentina toda de cara al 2015.
A diferencia del año 2009, cuando la derrota del kirchnerismo dio lugar al surgimiento de muchas de las mejores iniciativas del gobierno nacional, actualmente pareciera que se trata de asimilarse al adversario para derrotarlo con sus propias armas. Si Sergio Massa se muestra como un intendente joven de buena gestión, lo que se debe hacer es elegir a un candidato con las mismas virtudes, como Martín Insaurralde. Si el discurso del Frente Renovador se centra en el tema de la inseguridad, lo que corresponde es tomar al toro por las astas, redoblar la presencia policial e inundar de cámaras de vigilancia la provincia de Buenos Aires.
Por detrás de los vaivenes del kirchnerismo se encuentran los flujos de una sociedad muy activa y politizada. En un principio, cuando asumió Kirchner, estaban vivos los reclamos que habían explotado en diciembre del 2001. La agudeza de presidente fue recomponer la legitimidad institucional perdida sobre la base de la incorporación de algunas de aquellas demandas populares. Más adelante, en 2008, ante el levantamiento de los productores agrarios el kirchnerismo se decidió a polarizar fuertemente la situación. Se trató de una política arriesgada, una apuesta a doble o nada, que terminó con el 54 por ciento de los votos en 2011 y una nueva mística militante. Ahora en cambio, pareciera que se trata de adaptarse a los rasgos más regresivos de la situación política.
En algún momento el kirchnerismo logró ampliar relativamente los límites de lo posible en la política argentina, aunque siempre sobre la base de un plafón social que se lo permitía. Actualmente parece haber abandonado esa decisión y prefiere apoyarse en quienes ya no quieren profundizar sino aplacar. ¿Será este el camino hacia el 2015? ¿Se terminará diluyendo en la frustración esta experiencia política? Falta mucho por recorrer para afirmaciones de este tipo. Lo cierto es que con estas políticas la influencia de las ideas conservadoras en nuestra sociedad no hace sino acrecentarse.
www.marcha.org.ar
Vía:
http://www.lahaine.org/index.php?p=71600
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