Este viernes 12 de julio se dará
a conocer la sentencia a Hans Niemeyer, el sociólogo acusado por la
Fiscalía de delitos terroristas, no obstante el 3 de julio pasado el
Séptimo Tribunal Oral en lo Penal desestimó que esto fuese así.
La Fiscalía Metropolitana Sur
acusaba a Niemeyer de tres delitos de fabricación de bombas –
descartados- y uno por colocación, solicitando por los primeros una pena
de 7 años, mientras que por la instalación, pedía 12, bajo la
cuestionada Ley Antiterrorista heredada de la dictadura.
Niemeyer sí fue declarado culpable del bombazo ocurrido el 30 de noviembre de 2011 en una sucursal del Banco BCI, Macul,
aunque desestimó que el hecho se tratara de una conducta terrorista,
como intentó establecer la Fiscalía en el juicio; esto porque el
Tribunal consideró que dicha acción no tenía como fin causar temor en la población debido a la hora en que ocurrió la detonación y el lugar donde fue instalada.
Así, Hans Niemeyer será castigado por
posesión de bomba (artículo 13 de la Ley de Control de Armas y
Explosivos), que en principio se castiga con entre 3 y 10 años de
cárcel, y por “daños no comprendidos en los artículos anteriores”
(artículo 487 del Código penal), una figura bastante menor que se
sanciona con 61 a 540 días de prisión, o multa de 11 a 20 Unidades
Tributarias Mensuales. Asimismo, se conocerá si se le concede alguna
forma de cumplir la pena en libertad.
Conversamos con Julio Cortés, su abogado.
-¿Cómo se encuentra Hans Niemeyer luego de conocer el veredicto del Tribunal? ¿Era algo que se esperaba? ¿Por qué?
-Después de 3 fracasos de los intentos
de la Fiscalía y el Ministerio del Interior por aplicar la Ley
Antiterrorista en la Región Metropolitana (Caso Bombas, Caso Pitronello, Caso Carla Verdugo e Iván Silva),
no era de extrañar que acá pasara lo mismo, y en ese sentido el fallo
es positivo para nosotros, además del hecho de que el 75% de la
acusación (bombazos en camino las Flores, memorial de Jaime Guzmán y
Automotora KIA) fue desestimada absolutamente.
-Cuál fue la estrategia de la defensa en el juicio?
-En el juicio defendimos la absolución
total, porque la acusación contra Hans sólo funciona si uno le cree a la
policía (únicos “testigos” de la supuesta colocación), y su versión era
bastante contradictoria y notoriamente fue arreglada para efectos de
hacerla más creíble.
Hans está tranquilo, pero a la espera de
la determinación de la pena aplicable, y ser puesto en libertad, lo
cual pese a lo claro y obvio de cómo se plantean las cosas a nivel de
principios y legislación penal, no es tan fácil como parece, puesto que
el Estado en su faceta represiva no se cansa de
insistir hasta el final en cosas tales como anular el juicio, y podemos
dar por seguro que pretenderán que mientras eso se decida, Hans siga
preso.
-Nosotros estamos seguros de que sea
como sea acá no corresponde aplicar una pena efectiva de cárcel, sino
que alguna forma alternativa de cumplimiento en libertad. Sobre eso se
va a pronunciar el Tribunal Oral el viernes 12, al entregar la sentencia
completa. El Ministerio Público, del Interior, la UDI y
el BCI piden una pena de 10 años, que claramente no corresponde porque
no hay agravantes y sí al menos una circunstancia atenuante (Hans no
tiene antecedentes penales) y otra que el Tribunal decidirá si concurre o
no (haber colaborado con el establecimiento de los hechos, al haber
autorizado en su momento que le tomaran muestras de ADN). Con eso la
pena concreta necesariamente baja bastante.
-¿Cuáles son los hechos más irregulares en el juicio?
-Creo que, en primer lugar, el ir y
subir la apuesta inicial acusando a Hans de otros tres delitos en base a
meras elucubraciones y conjeturas de policías y fiscales, con cobertura
“científica”, para tratar de hacer pasar la idea de que “estas bombas
se parecen mucho entre sí”. En esta labor, se han hecho ya tradicionales
las especulaciones de la DIPOLCAR, en el seno de un Equipo
Multidisciplinario que también integran LABOCAR y GOPE.
Esto alargó innecesariamente el juicio, para terminar en una totalmente anunciada y previsible absolución total.
Para ellos es una apuesta (una especie
de casino del derecho penal), para el acusado es más tiempo “en cana”, y
me imagino que aquí alguien debiera agregar que además el espectáculo
represivo no es gratis y que en estas apuestas fracasadas se gastan
miles y millones de pesos del contribuyente.
En segundo lugar, creo que fue bastante
irregular, aunque cabe dentro de la mezcla de derecho penal/derecho de
guerra que el Estado usa en estos casos, la paralización del proceso por
casi cinco meses a instancias de los abogados de Hinzpeter,
que promovió como querellante una gestión ante el Tribunal
Constitucional que además les resultó en definitiva inútil. Pero con
ello lograron también alargar y complicar las cosas mucho más.
Es en ese contexto de cero avances en
cuanto al “derecho al juicio” que Niemeyer decide no entregarse el 7 de
diciembre cuando la Corte de Apelaciones de Santiago le
revocó por tercera vez y casi sin fundamentos jurídicos reales la
sustitución de la prisión preventiva por arresto domiciliario. Me atrevo
a decir que, en cierto modo, lo obligaron a hacerlo. Y en todo caso,
una acción de ese tipo se fundamenta consistentemente en el derecho de
rebelión reconocido hasta en el derecho internacional vigente, y que
encuadraría hasta en una acción de desobediencia civil si se quiere. O
sea, no es necesario ser un subversivo anarquista o marxista para hacer
ver que las leyes y la ética pueden ir por caminos opuestos, y en tal
caso, tal como dijo Hans citando el consejo de Eurípides, hay que
“observar la moral”, y asumir todas las consecuencias.
-¿Cree usted que detrás del juicio a Niemeyer hay persecución política? ¿Cómo se manifiesta?
-El Derecho nunca se aleja mucho de la
política. Es mejor tenerlo claro. Y en el ámbito del sistema penal eso
es incluso más importante de ser destacado. El inmenso monopolio de la
fuerza y de la decisión política que ostentan los Estados modernos
cumple funciones políticas y económicas. El sistema represivo también. Y
se asienta sobre la bastante políticamente guiada atemorización
de la población en base a estereotipos de delincuencia, imágenes del
desviado, el subversivo, el encapuchado y el terrorista. Necesitan
transmitir odio a la diferencia y afirmar su mierda de cohesión social
mediante el consumo de este tipo de guiones represivos. Y todo eso ha
estado detrás del juicio a Hans desde un inicio. Ahora, en eso, este
juicio no se diferencia de ningún otro.
-¿Cómo caracterizaría el actuar del Estado y la Fiscalía en los casos de índole político?
-Me basta con contar que en el alegato
de cierre de la Fiscalía, el fiscal Toledo procedió a concluir con una
empalagosa cita de Jaime Guzmán. En lo demás, remitiría a un texto más largo: que puede leerse en Internet.
-¿Cuál cree usted que es el
papel que juega la televisión y los diarios del duopolio en estos casos
y cómo puede contra-restarse su efecto?
-Juegan un rol determinante, eso ya se
sabe. Ahora, en los últimos juicios por “terrorismo” ya no muestran ni
de cerca el interés que tenían por ahí por los años 2009/2010. Dentro
del libreto represivo actual, pareciera que después de tanto fracaso el
Estado prefiere ser discreto e informar sólo cuando parezca que han
ganado algo.
Contrarrestarlos: usándolos
inteligentemente para denunciarlos y a la vez desactivarlos. Para eso
basta con aislar los textos de su contexto. Y también de lo que se trata
es de Comunizar toda la contra-información, porque como decían los
situacionistas cuando yo era chico, “donde hay comunicación, no hay
Estado”.
-¿Cuáles son sus expectativas respecto de otros juicios de carácter político, como el caso Security o el caso Luchsinger-Mackay?
-Espero lo usual: largos
encarcelamientos en espera eterna de un juicio. Y en el juicio, cuando
se aplica algo así como una cierta idea de “justicia”, absoluciones y/o
penas mucho más bajas que las que pretendían los persecutores.
En estos casos ellos se preocupan de mostrar claramente que tratan a sus enemigos como enemigos. ¿Y nosotros?
-Es común en los sectores más críticos escuchar la frase “todo preso es un preso político”. ¿Cuál es su opinión al respecto?
-No sé si es tan común hoy en día. Al
respecto, me parece más bien apreciar un debate en curso. La opinión
común en toda la izquierda estatista del siglo XX es que los “presos
políticos” gozan de un estatus superior al de los presos “comunes” o
“sociales”. Con raras excepciones. Y desde la vereda opuesta, los
anarquistas y antiautoritarios ha tendido a afirmar que hay un sentido
en que todos los presos son “políticos”, o incluso que todos los presos
son presos sociales, que es lo mismo pero visto en otro momento de la
reflexión.
En este punto, creo que es posible
realizar una síntesis un poco más acabada hoy en día. Una cosa es decir
que el sistema penal cumple funciones claras en la Economía Política que
gobierna dictatorialmente nuestras vidas, y que en este sentido siempre
hay dimensiones políticas concretas en el funcionamiento de la
represión estatal…las cuales deben ser analizadas también en concreto.
Pero otra cosa diferente es decir que todos los presos o una mayoría de
ellos puedan cumplir o llegar a desarrollar una función o posición
“política” en contra del sistema.
Esta discusión se ha dado incluso dentro
del ámbito de conocimiento académico especializado en la cuestión
criminal (la “criminología”), donde dentro de los modelos más
tradicionales hasta mediados del siglo XX solía aceptarse la idea de que
el delincuente es un “desviado” disfuncional, y posteriormente
comienzan a desarrollarse enfoques y acercamientos más subculturales que
dejan de moralizar para tratar de entender el “punto de vista del
desviado” (o más bien, de aquel que las instancias de control tratan
como desviado”) desde una posición primero pretendidamente neutral y
después abiertamente empática.
Esto era más o menos en los años de la
Antisiquiatría y luego, con lo que quedó del llamado espíritu del 68, se
llegó en los momentos más optimistas a ver en cada “delincuente” a un Robin Hood
que objetiva (y subjetivamente) luchaba contra el sistema…pero en
realidad la cosa no era tan cachilupi, y pocos años después los mismos
“criminólogos críticos” (marxistas, anarquistas, y liberales) destacaban
el aspecto más bien objetiva (y hasta subjetivamente) pro-capitalista
de gran parte de la delincuencia común. Así y todo, no se puede negar
que el grado de sufrimiento real que se aplica sobre los encarcelados
los constituya como uno de los grupos más oprimidos de la sociedad
actual, y que a partir de ahí necesariamente pueda y deba surgir un
germen de resistencia.
Diría que en el ámbito de las ideas
antiautoritarias en la región, el contacto directo con la realidad
carcelaria y todos sus matices está empezando a ser apreciado en su real
complejidad, y una discusión sincera sobre todo eso debiera dar base a
una posición anticarcelaria no idealizada sino que firmemente enraizada
en la realidad.
-Usted como abogado también fue
defensor en el llamado “caso bombas”, donde afortunadamente se logró la
absolución de todos los imputados. ¿Ha sentido algún tipo de persecución
u hostigamiento hacia su persona?
-Aparte de la vieja tendencia a que
mientras más explicita uno sus posiciones políticas más frecuente se
hace el quedarse sin trabajo durante ciertos períodos de tiempo, no he
observado nada raro. Ah!: el otro día iba caminando con mi hijo de dos
años en brazos, y desde un auto un ciudadano procedió a asomar su fea
cabeza y gritar: “Te va a explotar la guagua”. Esto ocurrió en la muy
civilizada comuna de Ñuñoa, un día de semana a eso de las tres de la
tarde. Pero es un hecho único, y queda totalmente compensado por la
cantidad de veces que gente anónima y común y corriente nos felicita aún
por haber ayudado a destruir los oscuros planes de Hinzpeter y Peña.
El Ciudadano
Vía:
http://www.elciudadano.cl/2013/07/10/73178/julio-cortes-abogado-de-hans-niemeyer-defendimos-la-absolucion-total-porque-la-acusacion-solo-funciona-si-uno-le-cree-a-la-policia/
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