Guillermo Almeyra
La economía venezolana
debe ser urgentemente reorganizada y saneada, sencillamente porque, una
vez extraídos de la producción petrolera los barriles para el consumo
nacional y la parte correspondiente al Alba y a Petrocaribe, el resto
(más o menos un millón 150 mil barriles) no alcanza para pagar todas las
importaciones. Éstas van, en efecto, desde los insumos y la tecnología
para la producción nacional hasta todos los artículos de consumo
cotidianos y los alimentos. Las divisas petroleras se utilizan tanto
para comprar whiskys, coches y motos importados, para pagar deudas con
otros países como para importar papel higiénico, toallas higiénicas para
mujeres o todo tipo de alimentos que Venezuela podría producir pero no
lo hace porque la renta petrolera desestimula las inversiones
productivas. El control de cambios es parcial y el desorden en la
economía va unido al despilfarro financiero, a la baja productividad de
las empresas estatales, a la falta de control sobre su funcionamiento y a
la ineficiencia, en muchos casos, de los administradores de las mismas.
La escasez de alimentos y de artículos de primera necesidad, los
cortes continuos en la red eléctrica, la corrupción y el desorden
administrativos, así como el altísimo nivel de delincuencia son los
motores de la protesta popular y llevan agua al molino de una oposición
que acusa al presidente Nicolás Maduro de enchufado(o sea, de falso socialista) pretendiendo continuar mejor la obra de Hugo Chávez, al que en 2002 intentaron derribar con un golpe de Estado.
El gobierno intenta en vano luchar contra el despilfarro, la corrupción y la ineficiencia de los burócratas utilizando métodos burocráticos. El
gobierno de calleconsiste en aplicar la misma política decisionista y vertical del vértice del aparato de Estado, sólo que fuera de las paredes de las oficinas, pero sin dar margen a la información, la organización independiente y la participación en la definición de las opciones y medidas por las bases chavistas.
Bajo el gobierno de Maduro se sigue considerando que éstas son sólo un sostén electoral, una máquina para votar y aprobar cada tantos meses o años las decisiones de un puñado de dirigentes. El PSUV, por su parte, ni es partido ni es socialista ni está unido: es un aparato burocrático, sin vida política interna y capacidad de propuestas independientes o de control sobre el Estado que, como en todas las economías capitalistas, no es
socialistasino que debe administrar el funcionamiento del país de acuerdo con las imposiciones del mercado capitalista mundial y del capital financiero y, en su estructura misma, se caracteriza por su funcionamiento jerárquico, la defensa de intereses privados y posiciones de mando y el secreto para los trabajadores, unido a la transparencia para las trasnacionales y los grandes capitales. El ejército, por supuesto, tampoco es
socialista, aunque pueda haber muchos nacionalistas o nacionalistas socializantes mezclados con los oficiales conservadores. De modo que la garantía de una salida progresista a la actual crisis no la dan los aparatos estatales.
Esa política es ingenua y nefasta. La burguesía internacional y venezolana no aceptará jamás el chavismo de los trabajadores, su movilización y su poder social de veto ni el ejemplo que dan internacionalmente. Si no pueden dar un golpe militar, conquistarán por dentro el aparato estatal para dar un
golpe blancouniendo detrás de la gran burguesía y del imperialismo a todos los boliburgueses y corruptos que temen una profundización social del proceso. La delincuencia se combate con la movilización y organización en los barrios, al igual que la especulación con los alimentos y las medicinas, y la ineficiencia en las empresas estatales, con el control de los trabajadores de las mismas. Sólo la iniciativa de los movimientos sociales salvará a Venezuela.
Vía:
http://www.jornada.unam.mx/2013/05/26/opinion/018a2pol
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