Sigue la revolución. Chávez fue un excelente elector sobre todo porque
lo hacía bien en sus responsabilidades de gobierno. Eso es una
afirmación pragmática. Esta vez sin embargo, no se pudo llegar a la meta
tan cerca como se quería. Un montón de dudas resurgen ahora después de
conocer el resultado electoral. Cuando la revolución no avanza en sus
propósitos de convencer a los que la miran con recelo, desmaya la
revolución. Si se retrocede en los números electorales, se ha
retrocedido simplemente en la lucha por las ideas.
La inmensa motivación que el Gigante Chávez generaba, parece que pudo mermarse sustantivamente a cuota de su ausencia física. Porque siendo así, una inmensa grieta de equivocaciones políticas se acusan desde las urnas electorales de hoy, fustigando con furia la preservación del proceso por el que Chávez dio todo. Y esa misma fractura parece delimitar en inexpugnable brecha las colosales diferencias entre el líder que ya partió y los cuadros más cercanos que con entusiasmo impulsara. De verdad que lo de Maduro fue un gigantesco esfuerzo. Pero en ese esfuerzo faltó la prontitud. Y aunque hay tiempo para mejorar, de cierto es que el proceso revolucionario dio un paso atrás para ceder a un contingente opositor que, no obstante su derrota, pudo incrementar su caudal electoral. Convencieron los opositores, si se es absolutista en la interpretación de los resultados, más que los factores de la revolución.
Hay un montón de causas, pero hay algunas evidentes. El anuncio del aumento salarial no causó grandes satisfacciones por hacerse a destiempo no obstante haber expresado Maduro públicamente, después de la devaluación, que Chávez lo haría “muy pronto”. Por más que se quiso controlar el saboteo eléctrico nunca se le puso coto. Hasta el mismo sábado los saboteadores lograban algunos cometidos electoralmente dañinos a los propósitos electorales. El día vienes y sábado, antes de las elecciones, era casi imposible conseguir papel tualé, crema dental y otros productos, sin ni siquiera una declaración aclaratoria de algún miembro del alto gobierno, que deberían conocer la operación en pro al desabastecimiento y acaparamiento monitorizada por la derecha. Los tercero etarios no cobraron el jueves pudiendo haberlo hecho con un poco de voluntad burocrática y la tal tarjeta débito se convirtió en un pasaje al enojo de los pensionados.
Rotondaro tendrá mucho que aclarar allí. Muchos compatriotas que tan solo con su pensión pueden sostener sus gastos de subsistencia, simplemente no pudieron asistir al acto votacional al no poder cubrir gastos de traslado casi siempre desde zonas distantes cuando se trataba de los más humildes. Ganó Nicolás Maduro y ganó la revolución que se coloca en un nuevo escenario. El arduo trabajo que tendrá que impulsar el Presidente Maduro tendrá que iniciarse con una estrategia para convencer ese substrato oposicionista que sustancialmente creció, o será inminente el desplome de una revolución por la que el líder máximo lo dio todo sin saber que tan solo a seis semanas de su partida se presentaría el más grande obstáculo de preexistencia del proceso revolucionario.
La inmensa motivación que el Gigante Chávez generaba, parece que pudo mermarse sustantivamente a cuota de su ausencia física. Porque siendo así, una inmensa grieta de equivocaciones políticas se acusan desde las urnas electorales de hoy, fustigando con furia la preservación del proceso por el que Chávez dio todo. Y esa misma fractura parece delimitar en inexpugnable brecha las colosales diferencias entre el líder que ya partió y los cuadros más cercanos que con entusiasmo impulsara. De verdad que lo de Maduro fue un gigantesco esfuerzo. Pero en ese esfuerzo faltó la prontitud. Y aunque hay tiempo para mejorar, de cierto es que el proceso revolucionario dio un paso atrás para ceder a un contingente opositor que, no obstante su derrota, pudo incrementar su caudal electoral. Convencieron los opositores, si se es absolutista en la interpretación de los resultados, más que los factores de la revolución.
Hay un montón de causas, pero hay algunas evidentes. El anuncio del aumento salarial no causó grandes satisfacciones por hacerse a destiempo no obstante haber expresado Maduro públicamente, después de la devaluación, que Chávez lo haría “muy pronto”. Por más que se quiso controlar el saboteo eléctrico nunca se le puso coto. Hasta el mismo sábado los saboteadores lograban algunos cometidos electoralmente dañinos a los propósitos electorales. El día vienes y sábado, antes de las elecciones, era casi imposible conseguir papel tualé, crema dental y otros productos, sin ni siquiera una declaración aclaratoria de algún miembro del alto gobierno, que deberían conocer la operación en pro al desabastecimiento y acaparamiento monitorizada por la derecha. Los tercero etarios no cobraron el jueves pudiendo haberlo hecho con un poco de voluntad burocrática y la tal tarjeta débito se convirtió en un pasaje al enojo de los pensionados.
Rotondaro tendrá mucho que aclarar allí. Muchos compatriotas que tan solo con su pensión pueden sostener sus gastos de subsistencia, simplemente no pudieron asistir al acto votacional al no poder cubrir gastos de traslado casi siempre desde zonas distantes cuando se trataba de los más humildes. Ganó Nicolás Maduro y ganó la revolución que se coloca en un nuevo escenario. El arduo trabajo que tendrá que impulsar el Presidente Maduro tendrá que iniciarse con una estrategia para convencer ese substrato oposicionista que sustancialmente creció, o será inminente el desplome de una revolución por la que el líder máximo lo dio todo sin saber que tan solo a seis semanas de su partida se presentaría el más grande obstáculo de preexistencia del proceso revolucionario.
Vía:
http://aporrea.org/actualidad/a163513.html
http://aporrea.org/actualidad/a163513.html
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