Un análisis a fondo del discurso
del líder opositor venezolano es el que hace el investigador de
filosofía política, Yodenis Guirola. Capriles se dice de centro
izquierda cuando siempre militó en la derecha; presenta un programa de
gobierno que omite su inspiración neoliberal y su misión de destruir el
Estado legado por Hugo Chávez son algunos de los claroscuros de la cara
sonriente de la derecha continental.
La convocatoria a elecciones
presidenciales en Venezuela tras la muerte del presidente Hugo Rafael
Chávez Frías volvió a dejar sobre el tablero de la oposición a la figura
de Henrique Capriles Radonski como el principal candidato opositor en
el panorama electoral venezolano.
En los todavía recientes comicios
presidenciales del 7 de octubre pasado, Radonski perdió por más de diez
puntos porcentuales ante la mayorías que dieron su votó a Hugo Rafael
Chávez Frías (55,07% ante 44,31% de la oposición). En aquel entonces el
programa electoral y las líneas desplegadas durante la campaña bajo la
consigna de Hay un camino, fueron cuidadosas de no amenazar directamente
los logros o los programas sociales de la Revolución Bolivariana; sino
que más bien, además de reforzar sus votantes previsibles, se dirigieron
a captar una parte del electorado de las capas populares y medias, para
quienes los programas bolivarianos pudieran haber significado un cierto
beneficio; pero presentándoles su propuesta opositora no como amenaza a
los programas bolivarianos sino como una solución a los problemas que
según la oposición aún no estarían resueltos por tales programas. En tal
sentido el foco de la crítica a Chávez se situaba, ente otros, en temas
como la inseguridad, la libertad de expresión, los derechos humanos o
la necesidad para dar facilidades a la inversión extranjera y el
“emprendimiento” para favorecer el crecimiento económico, la iniciativa
privada, el progreso, etc. Pasando por una serie de dimensiones que
engañosamente parecieran apelar al mismo logro social en virtud del cual
los programas bolivarianos habían estado obrando en la práctica de los
últimos doce años desde un signo político marcadamente diferente.
A propósito de la convocatoria a
elecciones realizadas por el Consejo Nacional Electoral el pasado sábado
9 de marzo, las declaraciones realizadas al día siguiente en Caracas
desde el Comando de Henrique Capriles Radonski; más allá de perfilar
cuáles podrían ser las líneas electorales del principal candidato
opositor, evidencian cuáles efectivamente son los trasfondos del
pedigree político de la oposición que representa Capriles Radonski.
Más allá de las estrategias de campaña,
su intervención el día 10 de marzo ante la prensa nacional e
internacional, devela cuáles son en realidad las directrices de fondo
que sustentan el proceder del candidato opositor. Sería oportuno, en la
inmediatez de los próximos comicios, volver sobre aquella intervención
que pudiera ser considerada el discurso iniciático opositor de este
apresurado periodo electoral, y tener en cuenta además, que la misma fue
realizada por el propio candidato opositor que hoy promete el paraíso
para Venezuela.
DESACREDITAR Y DESCALIFICAR
Lo primero que llama la atención al
analizar el mencionado discurso de Henrique Capriles es la perspectiva
descalificatoria de todo lo relacionado con el orden institucional
venezolano, incluyendo las acciones del gobierno previas a la muerte de
Hugo Chávez, así como ciertos detalles en el proceder a propósito de los
funerales presidenciales.
La estrategia de Capriles, si alguna
hubiera en su discurso de entonces, estuvo marcada por desacreditar y
poner en tela de juicio todo lo hecho por el Gobierno Bolivariano. Pone
en duda la fecha en la que murió Chávez, y dice que todo estaba
planeado, que todo estaba cuadrado desde hacia tiempo. “Todo
milimétricamente calculado para anunciar la muerte del presidente”
–afirma. Pone en duda además que Chávez “haya firmado ninguno de esos
decretos”, refiriéndose a los documentos que firmara durante su
convalecencia, que ello es mentira. Afirma también que el pueblo ha sido
manipulado y que los del gobierno “llevan en campaña semanas”, que
Maduro ya estaba en campaña incluso durante los funerales; e insiste en
que “Todo esto estaba fríamente calculado. Cuando iban a hacer las
elecciones, cronograma de todo lo que era el proceso electoral…” De lo
que vale resaltar su énfasis en lo de “fríamente calculado”.
Ante tal embestida desacreditadora sin
que medien argumentos más allá de las meras afirmaciones, se hace
evidente que el señor Capriles o bien no ha entendido el sentir de un
pueblo en mayoría volcado a las calles sufriendo luto, millones de
venezolanos y venezolanas y millones de personas en toda Latinoamérica y
en todo el mundo, o sencillamente ex profeso quiere desconocerlo.
Durante toda su intervención, Capriles
descalificaría reiteradamente a las diferentes fuerzas e instituciones
representativas de Venezuela. Tanto desde el punto de vista formal como
desde el ataque directo a la credibilidad personal de algunos de sus
principales representantes. Así afirmaría que “Nicolás le mintió a este
país durante los últimos meses. Le mintió” –diría.
Su denigración del orden institucional
venezolano llega a arremeter directamente contra la persona del ministro
de la defensa en una suerte de burla pública. Así denigra personalmente
al Almirante Diego Morelo: “Usted señor ministro de la defensa, usted
fue el penúltimo de su promoción. Usted es una vergüenza para la Fuerza
Armada Nacional. Sus declaraciones, todo lo que usted ha dicho, es una
vergüenza. Nos coloca mal a los venezolanos y a nuestra Fuerza Armada
Nacional Bolivariana.” –diría.
Esto último, con evidente pretensión de
insulto, no tiene otro posible argumento que el aludido lugar en el
escalafón de graduados, y lo espeta como criterio suficiente, arribista y
denigratorio. En tal sentido resulta paradójico el uso que hace
Capriles del nombre del mismo ejército de quien fuera Comandante el
propio Hugo Rafael Chávez Frías, de lo cual es de sospechar su intento
de seducir para sus fines a esta importante fuerza política y militar
del país; más cuando apela a ella invocando el nombre de Bolívar.
Su embestida denigratoria adquiere la
dimensión del rumor sin argumentos desacreditando dos de las figuras
claves del gobierno. Así diría: “Porque para nadie es un secreto que
Nicolás y Diosdado no se la llevan y ahí adentro hay un juego de poder.”
Esto último forma parte de una previsible estrategia encaminada a
buscar divisiones entre el presidente encargado y el presidente de la
Asamblea. Con lo cual propiciar una crisis institucional y la división a
partir de la posible discordia personal. De lo cual resultaría evidente
que esta sería una estrategia a explotar, aún cuando la unidad y
acuerdo entre ambas figuras públicas sea evidente.
También arremete contra la presidenta
del Consejo Nacional Electoral, a quien se referiría: “que por cierto le
digo, a la presidente del Consejo Nacional electoral, con mucho respeto
le digo, que no nos amenace. Le quedó muy mal ponerse en el brazo, le
quedó muy mal ponerse en el brazo una consigna que se estaba utilizando
de forma política… Hay que guardar… Mire, si usted no quiere guardar la
forma, por lo menos yo le invito a que guarde la forma … Por respeto al
país, no a mi…”
La consigna a la que hace referencia
Capriles al tiempo que se toca su brazo derecho mientras habla, no es
otra que al brazalete de duelo por la muerte del Presidente Chávez.
Capriles había dicho que sería respetuoso, pero irrespeta la decisión de
Tibisay Lucena Ramírez y los que como ella usaron el brazalete de
duelo. Se erige además en tal sentido como autoridad moral para
señalarle a la presidenta lo que “queda bien o mal” en su caso.
La estrategia de descalificación que
Capriles desarrolla pasa por presentar la iniciativa del Gobierno
Bolivariano como una iniciativa agotada. “Ustedes –diría, no tienen nada
más que ofrecerle al país”. Y sobre esa base se postula él como el
candidato idóneo que sí que tendría mucho que aportar a Venezuela. Lo
cual contrastaría con sus manidas promesas paradisíacas posteriores.
LA VÍCTIMA
El matiz que Capriles pretende perfilar
en cuanto a su condición de candidato es que ha sido impelido por las
circunstancias, y que en ellas acude a la inscripción de su candidatura
desfavorecido por lo que refiere como fatalidad en su contra. “Yo todas
estas reflexiones las hago porque todo pareciera en contra, El Tribunal,
El Consejo Nacional Electoral…”, etc. O sea, a juzgar por las
entrelíneas, él en caso de un fracaso electoral estaría de entrada dando
por sentado su justificante: “todo pareciera en contra”. Sería desde su
discurso no la voluntad popular quien lo deslegitime sino los
mecanismos institucionales que a su decir están conspirando en su
contra. Un chivo expiatorio perfecto para su previsible revés y el
acicate para deslegitimar posteriormente el resultado electoral y/o la
legitimidad del gobierno democráticamente electo en caso de que no sea
la oposición la ganadora.
Capriles argüiría que el gobierno
llevaría semanas en campaña electoral y que incluso tenía preparadas
franelas, afiches, chapas… como parte de su estrategia para las
elecciones; y que sin embargo él en el momento en que hacía su
declaración en aquella sala, no tenía ningún afiche ni ningún elemento
propagandístico para su campaña. Desde tal perspectiva se sitúa como
víctima de un proceso en el que, a juzgar por sus matices, las fuerzas
políticas en el poder en Venezuela le llenan su camino de obstáculos
jugando con ventaja desde el control del poder. Esa es su versión, y
comenta además: “la intensión era ponérmela lo más difícil a mí para que
yo no luchara; pero yo voy a luchar”. Lo cual deja un mensaje claro
como camelo para su probable revés.
MANIPULACIÓN DEL DOLOR AJENO
Otro de los elementos con los que
Capriles juega es presentarse como respetuoso del dolor ajeno. “Yo no
juego con la muerte, yo no juego con el dolor”–diría; sin embargo a lo
largo de su intervención hay reiteradas alusiones a la insinceridad o
apariencia del sufrimiento manifiesto ante la muerte de Chávez. Se
presenta como un respetuoso del dolor ajeno pero durante la mayor parte
de su discurso cuestiona la sinceridad del sufrimiento de quienes lloran
y rinden luto a Chávez. Llega a afirmar en algún momento inicial que
“Jamás me verán tratando de ganar algo con el dolor de otro. Jamás.
Nunca”. Sin embargo, aún cuando presenta esto último como un principio,
los giros de sus afirmaciones lo contradicen, y directamente incide
sobre ese dolor al que prometió respetar, desvirtuando la sinceridad del
sufrimiento por la muerte de Chávez. “Los venezolanos no podemos ser
indiferentes de que se utilice el dolor y el cuerpo de una persona que
no está presente para hacer de eso una campaña política.”
He ahí uno de sus hilos conductores.
Afirmar que por parte del gobierno se hace un uso político de la muerte y
del sufrimiento ajeno; en tanto él, candidato de la oposición, se
presenta como un auténtico valor del respeto a tal sufrimiento. Desde
esa tesitura Capriles afirmaría: “Yo no voy a hablar de mí, porque los
problemas míos no son los problemas de los demás, son mis problemas. Esa
es una enfermedad terrible. Y tú Nicolás, yo sé que me estás viendo.
Fuiste capaz de salir, frente a unas cámaras y jugar con la esperanza de
millones de venezolanos.”
Paradójicamente Capriles, quien no
asistió al funeral ni manifestó dolor alguno por la pérdida física del
comandante bolivariano, echa en cara además a la Asamblea, la misma que
ha mantenido luto por la muerte del presidente, no haber hecho un minuto
de silencio por Chávez antes de convocar a elecciones, y advierte en
esto un indicador de premura para la convocatoria electoral; dejando no
solo entrever sino directamente afirmando que la muerte de Chávez habría
sido una secuencia planificada y meticulosa en contra del pueblo.
Capriles se presenta como un “auténtico
respetuoso” con Chávez y su memoria, y desde esa posición de supuesta
integridad y autoridad moral se erige en juez y desacredita la
autenticidad de las lágrimas de Maduro y la autenticidad del sufrimiento
de las figuras institucionales de Venezuela. ¿Serán sinceras esas
lágrimas? –diría.
Nicolás Maduro no sería únicamente un
alto cargo al costado de Chávez, sino que desde sus tiempos de
sindicalista se gestó una profunda amistad reconocida por ambos. Sin
embargo Capriles, enemigo tanto de Chávez como de Maduro, pone otra vez
en duda la autenticidad de ese sufrimiento manifiesto de Maduro.
El también alcalde de Miranda, siendo
una figura pública, apenas reconocería un día de duelo (solo doce horas
de luto) regional en el Estado que gobierna. Tal declaración la emitiría
dos días después de la muerte del presidente de la república en un
documento a surtir efecto al tercer día de la muerte de Chávez; en tanto
a nivel nacional el duelo se extendió de siete a once días consecutivos
desde que se conoció la noticia del fallecimiento del comandante
bolivariano. Este mismo individuo que apenas manifestara dolor alguno en
una circunstancia como esta, trajo a su discurso la figura de su abuela
que también murió de cáncer. A partir de ella deja entrever su
capacidad para sentir luto y sufrir ante una muerte por una enfermedad
de estas características; pero pone en duda que quienes públicamente han
manifestado luto y sufrimiento por Chávez sean auténticos en este
sentir.
Siendo así, no bebió Capriles entonces
advertir el impacto tanto en Venezuela como a nivel internacional de la
muerte de Chávez, ni debió advertir de las figuras internacionales
presenten en el funeral y las declaraciones de dolor que, a propósito de
ello, fueron realizadas en múltiples contextos. Solo tuvo en su
discurso palabras para la crítica y para referirse al dolor por la
muerte de Chávez como un dolor insincero y politizado, un dolo con el
que probablemente él mismo sería auténticamente capaz de sentir pero no
los cercanos a Chávez.
El luto y el respeto al luto para
Capriles en el caso de Chávez parecieran reducirse a no hacer
concentración pública alguna. “Mañana iremos a hacer nuestra inscripción
al consejo electoral, respetando el luto –diría, “…para nosotros el
luto es respeto, no haremos ninguna concentración frente al tribunal”.
¿Pudiera acaso derivarse de este criterio que las concentraciones
populares habrían irrespetado el luto a Chávez? ¿Con esta afirmación al
final de su discurso vuelve a poner en tela de juicio que las amplias y
extendidas concentraciones populares no se corresponderían con una
actitud de duelo sincero, de respeto?
Nuevamente se refiere fríamente y sin
implicación emocional alguna a la muerte del presidente Chávez, lo cual
en su caso no es de extrañar; e insiste reiteradamente en la
manipulación que con relación a ello habría sufrido el pueblo de
Venezuela. Sin embargo, no tardaría en afirmar que “no se trata de mis
sentimientos sino que se trata de los sentimientos de ustedes.” Y cae
así en un rejuego de contradicciones sutiles en el seno de su discurso
al tiempo que si algún dolor o aflicción sí que se hace evidente en él,
es la de no llevar las riendas de Venezuela por el camino que su derecha
pretende para el país.
DEFENSA DE LA CONSTITUCIÓN ANTES CRITICADA POR LA DERECHA
Otro de los elementos fundamentales de
la crítica del referido opositor, es situar el accionar bolivariano al
margen de la Constitución, y desacreditar el proceder bolivariano
buscando legitimidad en la Carta Magna. Así, como parte de su estrategia
de desacreditación refiere que al margen de la ley “el gobierno estaba
buscando tiempo. Porque Nicolás necesita tiempo o necesitaba tiempo para
llegar a este punto” –diría Capriles. Según el candidato opositor, “lo
que estaban tratando era de ver cómo le mostraban a Nicolás a la Fuerza
Armada, para tratar de que la Fuerza Armada aceptara”. Y como parte de
ello diría que “ahí no hay contenido, ahí lo único que hubo es una
declaración de un día que el presidente dijo si yo no estoy que sea
fulano.” Y partiendo de aquí, más allá de las instituciones venezolanas,
afirmaría que el candidato del PSUVE, o sea Nicolás Maduro, se inscribe
como candidato “violentando la constitución”.
Esto cuando menos resulta paradójico,
toda vez que Capriles apela a la Constitución como salvaguarda para su
crítica al proceder político haciendo una interpretación al uso que
favorece su criterio opositor. Y doblemente paradójico cuando fue
precisamente la oposición que hereda Radonski la que en su momento se
opuso a la propia Constituyente. En cambio diría que “La constitución es
muy clara, búsquenla.” Y sobre esta base entonces arguye que: “No puede
ser electo presidente de la república el vicepresidente de la
república. No puede ser. Pero tenían una sentencia al servicio del
gobierno”, dice, e insiste entonces en la anticonstitucionalidad de la
figura de Nicolás Maduro como candidato a la presidencia. “Entonces todo
pareciera milimétricamente pensado.” –insiste. Y acusa al nombramiento
de Maduro como una “sentencia burda que violenta la constitución”.
Como parte de esta defensa al uso de la
Constitución, Capriles curiosamente invoca al nombre del propio Hugo
Chávez. Lo cual, cuando menos, resulta otra vez sospechoso viniendo de
su parte. En su crítica al proceder para el nombramiento de Maduro como
candidato a la presidencia, y a su nombramiento como presidente en
funciones, Capriles además de alegar la inconstitucionalidad, recaba en
el irrespeto a la figura del presidente fallecido. Y así diría que el
gobierno ha obrado “…como diciendo, señores aquí nosotros hacemos todo
lo que nos dé la gana. Y además haciendo esto en el marco del luto al
presidente Chávez.” Pareciera que en tales circunstancias Capriles se
presentase como quien auténticamente defienda la memoria del comandante
Hugo Rafael Chávez Frías, muy a pesar de las razones que en cuanto a
ello sobran.
LA AUSENCIA DE CHÁVEZ
Capriles en su discurso recurre a
reforzar la idea de que “El presidente Chávez no está”. Con ello no solo
apela a un sentido pragmático de la vida, sino que intenta borrar más
que la figura física, la persistencia de la imagen de Chávez en el
ideario bolivariano de Venezuela. Y lo intenta presentándose como
respetuoso de la memoria del presidente; pero minándola en el conjunto
de su intervención opositora. Como parte de ello, Capriles procura
advertir un distanciamiento entre Chávez y el relevo político
bolivariano de Chávez. Así diría: “Nicolás no es Chávez y ustedes lo
saben”. Articulando así su estrategia de descrédito de las figuras del
Bolivarianismo con la idea de que nadie en la línea de Chávez podría
asumir decorosamente el papel de conducir el país.
Su apelación al sentido pragmático de
ausencia intenta respaldarlo tanto desde lo divino como desde el
distanciamiento para manifestar juicios de valor sobre la obra del
fallecido presidente. “Le digo a nuestro pueblo seguidor del
presidente…. –diría Capriles. Yo me siento aquí y todo esto que digo es
aferrado a Dios, el es mi guía; pero ustedes saben perfectamente que ya
el presidente Chávez no está. Nadie se los puede devolver. Ahí está su
obra. Para unos buena para otros no fue buena (…) No seré yo quien la va
a juzgar.” Y he aquí otra inconsistencia, no solo discursiva, al
presentarse como respetuoso del legado de Chávez cuando siempre ha sido
Capriles uno de sus principales detractores.
EL MANDATO DIVINO
Así como el sentido de ausencia
encuentra para Capriles su respaldo en Dios, éste realiza una
interpretación del mandato divino como condicionante tanto del desenlace
de la enfermedad de Chávez, como de la alternativa que tendría
Venezuela luego de la muerte de su presidente si votase por él (por
Henrique Capriles Radonski) como candidato de la oposición.
Observando dos momentos de su
intervención se hace evidente cuál es su trasfondo en tal sentido, y la
lógica que se derivaría de la referida ausencia marcada por Dios. En
cuanto a que el presidente Chávez ya no esté, dice: “El presidente
Chávez no está. Es una decisión de Dios, se lo digo a nuestro pueblo,
una decisión de Dios. Uno a veces se hace preguntas y no encuentra
respuestas. … Fue una decisión de Dios”. Y en función de ello
dirigiéndose al pueblo seguidor de Chávez diría “Solo Dios quita, solo
Dios da y solo Dios quita la vida”.
Hasta aquí su idea de Dios en relación
con la muerte de Chávez pudiera ser coherente con un sentir cristiano,
teológico o místico-religioso; no obstante la aseveración que poco antes
había hecho sobre el carácter divino de su presencia en Venezuela (la
de él, la de Capriles Radonski) como líder opositor, cierra el círculo
del argumento intencionado de Capriles. Así habría dicho poco antes:
“Por alguna misión estoy yo sentado aquí, divina creo yo.” He aquí un
importante elemento en el trasfondo de su apelación a la credibilidad
popular. Y a ello agrega que: “por ninguna razón me creo un dios, no soy
un imprescindible”, y en otro momento completaría: “No pretendo nunca
que crean que yo soy perfecto”. Del contraste figura / fondo que se
halla en tales afirmaciones y giros, Capriles podría estar sugiriendo
algo así como: Chávez se creyó imprescindible, se creyó perfecto, Dios
le ha quitado y ya no está, ha sido mandato de Dios; en cambio yo me sé
no imprescindible, no me creo un dios, pero Dios me ha dado una misión y
aquí estoy para cumplirla. Entiéndase: ser el próximo presidente de
Venezuela.
ENCARNANDO LA INTEGRIDAD MORAL
Parte de la estrategia discursiva de
Capriles Radonski, o al menos otro de los evidentes elementos que forman
parte de su pretensión, es la de presentarse como encarnación de la
integridad moral. Lo cual le sería válido tanto para cuestionar a las
figuras del Bolivarianismo como para legitimar cualquiera de las
propuestas que puedan darse como parte de su programa opositor revestido
de tal moralidad. Para lo primero presenta a su abuela “que está en el
cielo” como referente para “siempre ser sincero, honesto, siempre hablar
con la verdad”, y “no tener medias tintas”. Y para lo segundo recaba en
la fe del pueblo en su buena voluntad e integridad como candidato.
Esto último lo hace perfilando una
lógica muy elemental del sentido de lo bueno y lo malo del modo que
sigue: “Yo nunca le he quitado nada a nadie. Nunca. (…) Al que obra bien
siempre le irá bien…. Al que obra mal algún día le irá mal.” Como parte
de ello, Capriles embestiría contra la integridad del Gobierno
Bolivariano. Pareciera que en tal lógica simple: Chávez habría obrado
mal, el gobierno bolivariano ha obrado mal y por tanto algún día que es
hoy, le ha ido mal. Y pondría en dos planos morales diferentes a unos y a
otros, entiéndase a él y al Gobierno. Así afirmaría: “Y no se
equivoquen de que ustedes son los buenos y nosotros los malos, no,
ustedes no son mejores que nosotros.”
No obstante, esto último resulta
contradictorio con relación a la imagen de tolerante que puede haber
pretendido dar en algún momento Capriles en su discurso. “Los que
piensan distinto a mí, bienvenidos sean”–había dicho. Pero como ya se ha
hecho evidente, su discurso está dirigido a desacreditar en todo
momento la postura política que apenas unos meses atrás le dejó en
condición de consumado perdedor de las elecciones presidenciales en
Venezuela.
Su apelación a su integridad moral le
auto-instituye en la condición de saber a ciencia cierta cuál es, por
encima de cualquier circunstancia, la verdad. Y lo hace en disímiles
ocasiones, una de ellas, muy connotada, es cuando como parte de su
estrategia descalificatoria, afirma: “Ustedes llevan semanas cuadrando
el momento para anunciarles a los venezolanos que ya era irreversible la
situación del presidente. Ahora encima ustedes utilizan el cuerpo del
presidente para hacer campaña política. Si ustedes se ponen a ver todo
el desarrollo de los acontecimientos, ustedes verán que lo que yo les
estoy diciendo es la pura verdad.”
INVOCAR LA RESPONSABILIDAD HISTÓRICA DE LA OPOSICIÓN
Toda vez que Capriles se presenta como
auténtico cuestor moral para Venezuela y se postula como criterio de
idoneidad para conducir los destinos del país, invoca a la
responsabilidad histórica de la oposición que él representa. Y algo así
como obligado por las circunstancias, se dibuja como la figura impelida a
cumplir con su deber, a luchar por conquistar el poder político de la
presidencia.
Esto último resulta entendible, no
obstante Capriles afirmaría que su “lucha no es por ser presidente” sino
que es porque Venezuela salga de su situación, y “porque este país sea
el país que sueñan los venezolanos, esa es mi lucha”–diría; pero no
especifica a cuál Venezuela de sueños se refiere, si a la Venezuela
anterior a Chávez, la Venezuela de COPEI y AD, y respondiendo a los
sueños de quién. Su programa, procedencia y acciones políticas previas,
dejan claro cuáles “sueños” (neoliberalizadores) y con cuales poderes
(oligárquicos y poderosos a escala global) se identifica Capriles.
Capriles confiesa haberse cuestionado a
sí mismo y llegar a una gran conclusión: “¿oye tú no vas a luchar? Y yo
pensaba y yo decía: Cómo yo no voy a luchar, o como no vamos a luchar.
Que no es la lucha de Capriles, es la lucha de todos.” Y se presenta así
como idóneo representante, moralmente embestido por la responsabilidad
histórica y por Dios, para encausar los aludidos sueños.
Sembrar incertidumbre y fragmentar, paradójicamente apelando a la unidad
La incertidumbre como elemento
fundamental de la estrategia de Capriles merece especial consideración.
Ella se articula como parte de su insistente denigrar y desacreditar de
las figuras del Bolivarianismo y su legitimidad. Ello se dirige tanto a
desvirtuar y sembrar la duda en cuanto a los elementos y acciones del
pasado reciente, como en sembrar la duda para con los acontecimientos
del inmediato y mediato futuro político de Venezuela. En cuanto a lo
primero se haría evidente cuando con relación a la muerte de Chávez y
los procedimientos legales, cuestiona: “¿Y qué pasó después? Nadie sabe
lo que pasó después”. En cuanto a lo segundo, intenta sembrar la duda
para con la constitucionalidad y legitimidad de la convocatoria y los
procedimientos electorales.
Parte de este sembrar de incertidumbres
donde las cosas pudieran estar claras, paradójicamente Capriles invoca
al sentido de la unidad. O sea, que su estrategia en tal sentido pudiera
ser definida como «invocación a la unidad, fomentando la
fragmentación». “Esta es la hora de que todos nos unamos, con fuerza,
con amor a nuestro país, con amor a nuestro prójimo.” –sería una de sus
invocaciones. “A mí lo que me quita el sueño es ver a este país unido.
Aprovechemos este momento histórico que vive nuestro país, para unirnos.
En la unión está la fuerza.” –diría en otro momento. No obstante, su
discurso es recurrentemente fragmentador e instigador de la duda en
cuanto a la legitimidad de más del cincuentaicinco porciento de la
población venezolana representada en el Gobierno Bolivariano. Y su
pretensión en todo caso es la de invertir los términos.
Nuevamente su auto-intitulada integridad
moral como valor para el juicio sobre los otros, le conferiría a
Capriles la condición de cuestor moral también en cuestiones de unidad
nacional. Así diría: “La gente que tiene malas intenciones es a los que
les conviene dividir. A esos es a los que les conviene la desunión.”
Esta lógica simple, coherente con las pretensiones de su discurso,
vuelve a no dar razones en cuanto a cuál sería el sentido y en qué
consistiría tal “mala intensión”. Y en todo caso, a juzgar por ello, la
“buena intensión” sería entonces no otra que la suya propia. Otra vez su
tela de araña resulta pretendidamente amañada.
Muy a pesar de este llamado a la unidad,
Capriles tacha al Bolivarianismo en Venezuela como cosa de “un
grupito”, un “grupito” que a juzgar por su parecer no cuenta con
legitimidad alguna. Con ello pretende diferenciar las intenciones
populares de las intenciones del Gobierno Bolivariano, un gobierno
democráticamente electo pero al cual le achaca intensiones no
democráticas. “Y es hora que se ven las verdaderas intensiones de ese
grupito.” –diría Capriles. Con lo cual su condición de demócrata queda
en una condición más que profundamente dudosa.
REAPROPIACIÓN DE BOLIVAR
La figura de Simón Bolívar, que ha sido
determinante tanto en la práctica como en el discurso revolucionario de
Hugo Chávez, fuente de pensamiento fundamental para el proyecto
integrador de América Latina y el Caribe, así como referente histórico
político esencial para el Bolivarianismo; es manejado por Capriles en
términos similares a como ya en algún momento de sus campañas anteriores
lo había tratado. Capriles afirma que “todos somos hijos de Bolívar”;
pero no especifica en tal caso a qué dimensión del pensamiento y la
práctica histórica de Bolívar se refiere. ¿Bolívar integracionista
acaso?
En tal sentido, Bolívar que es un
referente simbólico determinante en la representación de lo venezolano y
lo latinoamericanista, es intentado traer por Capriles a su campaña.
Con lo cual más que limar asperezas o apelar al sentido de unidad al que
Bolívar apelase, Capriles deja los términos en terreno difuso. Y
pudiera incluso advertirse en ello un intento de deslegitimación del uso
que del legado emancipador de Bolívar hubiera hecho el Bolivarianismo
en Venezuela y América Latina.
Pero como cuestión fundamental en esta
apelación al nombre del Libertador, está que Capriles la hace
dirigiéndose a la Fuerza Armada Nacional de Venezuela. No es de extrañar
entonces cuál sería en tal caso su intención al apelar a un valor
simbólico determinante para el ejército bolivariano que comandara
Chávez. Una lectura pudiera ser: «Yo también creo en Bolívar, creo en
nuestro mismo padre de la patria como ustedes, bolivarianos. No estamos
en lados opuestos. Ustedes, honorable ejército y yo, luchamos por lo
mismo». Siendo así, los trasfondos pragmáticos del necesario apoyo del
ejército no han de escapar en esta consideración. Su programa tendría
dentro de sus objetivos precisamente recabar en la aceptación de esa
importante fuerza política de nuevo tipo en Venezuela.
EN CONTRA DEL VÍNCULO CON CUBA
Capriles Radonski, quien participara en
el asedio a la Embajada de Cuba en Caracas en abril de 2002, nunca ha
ocultado su desafección por el vínculo de Venezuela con la isla
caribeña. Incluso en el hecho delictivo contra la sede diplomática en
Caracas se denuncia la participación de exiliados cubanos en Venezuela.
Los actos vandálicos incluyeron destrucción de medios del personal
diplomático cubano, cortes de electricidad y suministro de agua a la
embajada, violando entre otros recursos legales, el de la inmunidad
diplomática garantizados por el derecho internacional. Con un
antecedente de estas características no es de extrañar que en el
discurso de Capriles no falte el sarcasmo y la ofensa directa para con
todo lo que tenga que ver con el vínculo formal de Venezuela con Cuba y
las actuales relaciones entre los dos países.
Capriles utiliza a Cuba como arma para
el descrédito. Parte sin argumentos del mero odio visceral que le
llevara a irrumpir delincuencialmente en la embajada cubana de Caracas.
No da argumentos y solo parte del presupuesto de que aquella es la
bestia negra de la que hay que apartar a Venezuela, una mala influencia
desde su perspectiva de derecha opositora. Y emplea entonces a Cuba para
poner en tela de juicio tanto a Maduro como a la propia legitimidad y
autonomía de las autoridades venezolanas.
Como parte del cuestionamiento de la
autenticidad del dolor y de las lágrimas de Nicolás Maduro por la muerte
de Hugo Chávez, Capriles trae a colación a Cuba. Así, reforzando la
idea de que la muerte es algo muy duro, cuestiona: “¿Será Nicolás que
esos cursos que has tenido en Cuba de actuación ya los pusiste en
práctica? ¿Serán sinceras esas lágrimas?” Pretende con ello no solo
desacreditara Maduro sino la autenticidad del vínculo con Cuba. Su
sarcasmo llega al extremo de referirse a Cuba como «escuela de
actuación» para políticos de izquierda.
Como parte de la estrategia de
descrédito contra el Gobierno Bolivariano, Capriles se refiere a los
vínculos con Cuba, no en condición bilateral sino situando a Venezuela
como títere del Gobierno de la isla. Implícitamente acusa al Gobierno
Bolivariano de ser “títere” del Gobierno de la Habana. Así diría: “Ahí
vino la sentencia del Tribunal…. Tenían una sentencia cuadradita de un
tribunal al servicio del Gobierno… interpretó la Constitución y le
cambió la condición… lo ha hecho presidente encargado, dándole las
mismas condiciones como que fuera un presidente con mandato popular, muy
probablemente siguiendo la visión del gobierno cubano.” Con este
cuestionamiento no solo arremete virulentamente contra el poder popular
venezolano sino que se hace más que evidente que una de las principales
dianas contra las que se perfila Capriles es la colaboración con América
Latina y en especial con Cuba.
De este sarcasmo para el vínculo con
Cuba se deduce que su promesa tanto en el programa electoral anterior
como en el actual, de mantener las misiones sociales en Venezuela
quedaría en papel mojado, o al menos profundamente afectadas toda vez
que para el desarrollo de ciertas misiones como Barrio Adentro I y
Barrio Adentro II, Misión Milagros o muchas otras Misiones de tipo
cultural, formativo, etc., en áreas disímiles de colaboración, la
relación profesional especializada con la isla resulta fundamental y en
ciertos casos ha sido determinante; como también la colaboración con
países como Ecuador, Bolivia, Argentina, Brasil, Nicaragua o varias
naciones Caribeñas. Probablemente por ello el propio Capriles haya
desarrollado una política en la práctica obstaculizadora para el
desarrollo de las misiones bolivarianas y las figuras del Bolivarianismo
en el Estado de Miranda del cual es actual Gobernador. Pero en su
discurso del día 10 de marzo no da cifras ni fundamenta su sarcasmo
Capriles más que en su evidente resentimiento.
TRAS EL VOTO CHAVISTA
Otro de los objetivos que ya se perfilan
en el discurso de Capriles Radonski es captar el voto chavista como
voto a su favor. Lógicamente esta sería la única fuente importante que
tendría para sumar votos a su candidatura. Es por ello que en algún
momento argüiría que le une cierta amistad con líderes políticos
partidarios de Hugo Chávez, y es por ello también que en reiteradas
ocasiones se dirige directamente al pueblo seguidor del Bolivarianismo.
Lo hace en términos poco meritorios, y la expresión que utiliza es la de
“pueblo oficialista”. Pero lo que sí está claro es que además de
reforzar el compromiso con sus votantes opositores, se dirige tanto al
pueblo seguidor de Chávez en sentido general, como al ejército en
particular, recabando apoyo a partir de la revelación de estas
“verdades” de las que él, Capriles Radonski, es portador.
Es por ello que en uno de estos
momentos, diría: “Le digo a nuestro pueblo oficialista: a ustedes le
mintieron durante semanas”. Y más adelante, casi al final de su discurso
volvería a estampar su victimismo desacreditador: “¿Qué le digo también
a nuestro pueblo oficialista, que yo no voy a luchar por ustedes, que
nosotros los vamos a condenar a ustedes a éstos, a Nicolás y su congo?”
Se hace evidente en esta última expresión nuevamente el descrédito y el
intento de fragmentar lo que Radonski refiere como “oficialismo”. De
modo que refiriéndose también al pueblo seguidor de Chávez diría: “… ahí
le digo a nuestro pueblo oficialista, a nuestro pueblo seguidor del
presidente Chávez: Yo le puedo ofrecer una patria unida.” No obstante,
muy a pesar de tal promesa, la posibilidad real que Radonski desde su
versión ofrece, es la de la renuncia a la propia alternativa del
Bolivarianismo, y el voto no por Maduro seguidor de Chávez sino por él,
contrario a Chávez. Lo cual, sin descartar los borderlines de la duda en
ciertos electores; al menos para bolivarianos convencidos resulta entre
otras cosas un extraño desatino.
Su recabo del voto va dirigido al amplio
espectro poblacional, y por ello convoca a todos los estratos sociales,
aún cuando su edulcorante programa anterior dejase serias dudas en
cuanto al lugar de los más necesitados tras el impacto de ciertas
medidas que beneficiarían al gran capital. Así, como parte de su
estrategia resulta extraordinariamente paradójico que Henrique Capriles
Radonski se presente como representante legítimo de los intereses de los
“que viven en una vivienda de cartón”, de los “niños que no pueden
estudiar”, de los millones de pobres”, que según afirma el mismo
Capriles confían en su candidatura.
Y convoca entonces a todo el país, a
todos los partidos políticos, a todos los sindicatos a todos los
trabajadores, a todas las mujeres, abuelos, abuelas, a todas, a todos
sus compañeros de carrera de las primarias, a todos los venezolanos y
venezolanas de dentro y de fuera. Y recaba incluso el apoyo ya no solo
de los venezolanos.
BÚSQUEDA DE APOYO EN LOS GRANDES CONGLOMERADOS MEDIÁTICOS
La intervención de Capriles,
representativa de lo que está en la matriz de su proceder político real,
estuvo dirigida en buena medida a la prensa internacional. Así la
primera referencia que hizo en la apertura de su declaración fue a los
medios de prensa internacionales. “Lo primero, aprovechando que hay aquí
personas, periodistas que vienen de medios internacionales, yo les
quiero recordar a todos ustedes….”
Tal apelación no es nada extraña toda
vez que la prensa internacional, los grandes medios fuera de Venezuela,
ha articulado una feroz campaña difamatoria contra el Gobierno
Bolivariano. Una obsesiva gota Malaya que va desde los muchos espacios
radiales y televisivos que dan permanente cobertura a voces opositoras
en contraste con el silenciamiento a criterios comprometidos con la
Revolución Bolivariana, pasando por la difamación y la mentira, como la
mismísima foto falsa en portada del diario español El País confirmando
la muerte de Chávez cuando aún éste se encontraba en recuperación en la
Habana, hasta los innumerables sitios de prensa digital y en papel que
visibilizan y dan cobertura plena al mismísimo Capriles, silenciando las
voces bolivarianas o mínimamente simpatizantes con Chávez y de la
izquierda en América Latina.
Parte de esta estrategia de búsqueda de
apoyo de Capriles queda reflejada en su invocación a los venezolanos del
exterior de Venezuela. “Qué le decimos a los venezolanos que están en
el exterior.” –diría, dando por sentado que él se erige también como
representante de los intereses de esos venezolanos que no viven en
Venezuela. Los grandes medios de prensa, aliados de los grandes poderes
que rigen el mundo, obviamente estarán de su lado, y he ahí la clave de
su invocación a ellos.
ALGUNOS PUNTOS ENTRE LÍNEAS
Si a juzgar por Capriles, Cuba entrenó a
Maduro en sus habilidades políticas, habría que preguntarle a Capriles
quién le entrenó a él en tales menesteres difamatorios y en tales
estrategias discursivas para hacer política. Su discurso sortea los
vericuetos del sarcasmo y el rumor preconcebido. Resulta ilustrativo que
pocos días antes del discurso que aquí se comenta, Capriles se
encontrara en New York. Una visita que el propio Maduro denunciara en su
momento refiriendo la compra por Capriles de un apartamento en la zona
rica de la ciudad de los rascacielos, ante lo cual le instaba a develar
el origen de los cinco millones que había costado el inmueble.
Haciendo un seguimiento de rigor de las
palabras de Capriles, pudiera parecer que su discurso se descalifica por
sí mismo, y así es; pero sucede que la realidad de los pueblos es
compleja y muy a pesar de la fuerza política del proyecto bolivariano y
de la fuerza en el camino trazado por Chávez, no es de extrañar que un
discurso como el de Capriles termine seduciendo a quienes no reparen en
las inconsistencias aquí señaladas.
Un venezolano opositor me escribía
ratificando que era “de la otra mitad de los venezolanos que no quiso
tanto a Chávez, y que Telesur silencia” –así textualmente me decía
mientras escribía yo este artículo. Y agregaba que viene “un momento de
reacomodo general en el que puede pasar cualquier cosa”. En efecto, es
éste un panorama complejo para la sociedad venezolana, su presente y su
futuro, así como para toda Latinoamérica. No obstante, la afirmación de
este académico caraqueño sinceramente resulta cuando menos paradójica,
toda vez que el propio discurso de Capriles, principal candidato
opositor, fue por Telesur y en vivo por donde pude directamente verlo
desde Europa. Así como los medios bolivarianos transmiten directamente
los discursos y parlamentos de los opositores. En tanto resulta no solo
difícil sino extraordinariamente extraño que ocurriese lo equivalente
por el lado de los medios opositores detractores del Bolivarianismo
tanto en Venezuela como a nivel internacional. Resulta que en ciertos
casos la fuerza de los hechos no siempre es suficiente, y tal académico
seguirá diciendo que Telesur “silencia” a Capriles, así como seguirá
hallando idóneas sus promesas opositoras. Por ello, entre otras cosas,
un discurso como el de Capriles tampoco ha de pasar inadvertido ante los
ojos de una crítica comprometida con los destinos de los pueblos y no
con los intereses de los tradicionalmente poderosos que el mismo
Capriles Radonski representa.
La estrategia de Capriles posterior a
este discurso podría resumirse en “dibujar el paraíso y prometerlo”,
pensando en reconstruir el “infierno” de la Venezuela anterior a Chávez
(en todo caso, el paraíso oligárquico). No obstante, ante el dibujo de
tal paradisíaca Venezuela vale la pena retomar este discurso de 10 de
marzo, no perder de vista las afirmaciones que en él realizara el
candidato opositor, y desde ellas mirar el programa que un día después
firmara y presentaría en la puja por la presidencia del país. Su
programa, firmado el día 11 de marzo, tendría a diferencia del
presentado en las elecciones presidenciales pasadas, en lugar de 30
páginas, 193 folios. Tal extensión, entre otras cosas, sistematiza de un
modo sutil y engañoso lo que improvisadamente ya había anunciado
Capriles Radonski en su primera intervención pública luego de la
convocatoria a elecciones. A juzgar por el contenido de este discurso,
el camino “nuevo y de progreso” que un día después Capriles propondría,
sería no otra cosa que un camino viejo y de retroceso. Muy a pesar del
paraíso prometido durante su campaña, esta radiografía de aquel discurso
inicial, sigue fundamentando y articulando el proceder político real
del candidato opositor.
Este 14 de abril de 2013 el pueblo
venezolano se dará cita en las urnas para elegir el nuevo presidente de
la República Bolivariana de Venezuela para el período 2013-2019. Las
probabilidades del triunfo bolivariano son muy altas, más cuando el
propio comandante Chávez pidió a su pueblo –aún hoy conmocionado–, que
diera el voto por Nicolás Maduro. Será en efecto una ocasión para un
sentido tributo al líder bolivariano. No obstante, y más allá del
resultado electoral, no se han de perder de vista las claves halladas en
aquel discurso iniciático, las cuales como hasta ahora se ha visto, muy
probablemente seguirán escaldando e incidiendo dentro y fuera de
Venezuela como parte de la matriz opositora encarnada por Henrique
Capriles Radonski y su pedigree político y electoral.
Yodenis Guirola
* Profesor e Investigador del Seminario de Filosofía Política. Universidad de Barcelona.
LEA ADEMÁS: ¿Quién es Henrique Capriles?
Vía:
http://www.elciudadano.cl/2013/04/21/66738/capriles-radonski-su-discurso-iniciatico-y-su-pedigree-electoral/
http://www.elciudadano.cl/2013/04/21/66738/capriles-radonski-su-discurso-iniciatico-y-su-pedigree-electoral/
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