Difusión Cencos México
Fuente: Omar Esparza
Zapateando
Zapateando
- Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos.
El 27 de abril se cumplen tres años del vil asesinato de Bety Cariño,
la Pitaya roja, y Jyri Jaakkola de origen finlandés, a manos de la
Unidad de Bienestar Social para la Región Triqui (UBISORT), cuando se
dirigían en la caravana humanitaria y de observación para conocer la
realidad en la que se encontraban los habitantes de San Juan Copala,
comunidad sitiada desde cinco meses antes por la UBISORT.
Bety y Jyri nos enseñaron con su ejemplo un nuevo modelo de solidaridad
internacional al ofrendar su vida por la vida e iniciar la construcción
de un camino de paz, sueño truncado de quienes durante décadas han sido
sacrificados por los interesés de los grupos de poder, la clase
política y los gobiernos: me refiero al pueblo Triqui.
Bety, originaria de Chila de las Flores, Puebla, ha significado –para
quienes caminamos a su lado–, el ejemplo inquebrantable de una mujer
revolucionaria actual; el signo más vivo de solidaridad y entrega por
los marginados; el amor a su pueblo, a donde siempre volvió. Después de
terminar su licenciatura en educación, en comunidades del distrito de
Huajuapan de Leon Oaxaca, ofreció un sinfín de iniciativas y propuestas
con la comunidad, ante la privatización de la vida, la criminalización
de los migrantes mixtecos, el racismo y el desprecio contra los
indígenas de la región. Impulsó el proceso de autonomía económica a
partir de modelos de economía solidaria, sin olvidar los trabajos de
formación dirigidos a jóvenes, trabajo poco reconocido pero fundamental
en la construcción de la conciencia. También influyó en la capacitación
de las comunicadoras de la Radio “La voz que rompe el silencio”, Teresa y
Felictas, también asesinadas en San Juan Copala, el 8 de marzo de 2008.
Bety fue, sin duda, una mujer preocupada por los pueblos, donde entregó
su vida como defensora de los derechos humanos. Bety, quien estuvo
también presente en todos los llamados del movimiento zapatista, fue
directora del Centro de Apoyo Comunitario Trabajando Unidos (CACTUS),
organización mixteca, de la cual era, además, fundadora y en la que
construyó una parte importante de sus inspiraciones.
Su fuerte liderazgo y su compromiso la llevaron a ser parte de varios
procesos a nivel nacional-internacional, muchos de ellos poco conocidos,
como el Centro de Estudios Ecuménicos, en comunidades de la montaña
alta de Guerrero, donde Bety participó a través de las Redes de Salud
Alternativa. Formó parte del Comité Mesoamericano de los Pueblos, en
donde fue clave para la articulación de la Alianza Mexicana por la
Autodeterminación de los Pueblos, referente mexicano del Foro
Mesoamericano que nació como respuesta ante el Plan Puebla-Panamá y los
megaproyectos promovidos por capital trasnacional. Asimismo, articuló,
de manera conjunta con otras organizaciones, la Red Mexicana Contra la
Minería (REMALC), el Movimiento Agrario Indígena Zapatista, la Red de
Radios Indígenas y comunitarias del Sureste Mexicano.
El olvido es la apuesta de los perpetradores de estas heridas que no
sanan. Están presentes y vivas en la memoria de la gente: su partida
violenta, el hecho de que no se les ha hecho justicia, mientras los
asesinos pasean delante de nuestra propia cara. Esta impunidad es
garantizada por el gobierno federal y el de Oaxaca, una especie de
política de estado, es decir, mensaje transmitido con la finalidad de
quebrantar la voluntad de quienes buscan la construcción de la justicia y
abandonar nuestros objetivos, como hacer frente a esta guerra contra
los pueblos indígenas y el despojo de sus territorios.
Por ello, Bety Cariño y Jyri Jaakkola están presentes, vivos en nuestro
día a día. Para quienes tuvimos la oportunidad de conocerla, en las
movilizaciones, en la charlas, en la vida cotidiana, en su papel de
madre que enseñó a sus dos hijos el amor a su pueblo y el desapego a los
bienes materiales, Bety es bandera de nuestra lucha, ejemplo de amor
vivo y fraterno a un pueblo que sigue siendo sacrificado. Hoy, al
cumplirse tres años de su asesinato, la mejor manera de recordarla, para
nosotros, es la movilización, la rebeldía y la voluntad, de cada uno y
una de ustedes, para cambiar el destino que nos han querido imponer.
Bety vive porque “los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos…”
Omar Esparza, Oaxaca, 15 de abril del 2013.
Más sobre Bety Cariño y Jyri Jaakkola
Información difundida por el Área de Comunicación y Visibilidad de Cencos
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