viernes, 22 de marzo de 2013

Costa Rica: ¡Somos unos corruptos!.. Por.. Carlos Jorge Rodríguez Dussán

Se ha vuelto práctica cotidiana el referirse a la corrupción como el problema más grande que enfrentamos actualmente. Tan cotidiana que se da por sentado el hecho que todo movimiento político, tratado de comercio y resolución legislativa no nace del interés por el servicio público sino por el beneficio personal.
El control del ejecutivo por parte de un partido político durante un periodo prolongado de tiempo, nunca ha traído consigo la trasparencia ni la distribución de oportunidades basadas en méritos. En Costa Rica la actual corrupción gubernamental que es expuesta en los niveles más cínicos por Liberación Nacional, no es más que el resultado de la relativa tranquilidad proporcionada por la inexistencia de una fuerza ideológica contraria a los verdiblancos, y por el profundo acondicionamiento de la población nacional a aceptar la corrupción como un evento natural imposible de controlar.
Costa Rica se ha sumergiendo en prácticas corruptas he inmorales, no solo por una clase política acomodada que ha convertido el servicio patriótico en el servicio de los intereses monetarios; sino también por las “costumbres” cotidianas que su población ha ido adoptando con el paso del tiempo.
Si las filas son muy largas… se colan.
Si hay mucha presa… se le cruza el carro a quien sea.
Si el tiempo de espera en un hospital público es muy largo… se llama al conocido para que “los trate bien”.
Si los impuestos son muy altos… se evaden.
Si me dan más vuelto del que me tocaba… no digo nada.
Si no quiero ir a trabajar… compro una incapacidad.
Una sociedad que en sus cimientos no posee la valentía necesaria como para reconocer y corregir sus propias faltas, no posee la autoridad moral para exigir un comportamiento decente a sus dirigentes. Sin embargo y como aún no hemos logrado alcanzar niveles incorregibles que nos lleven al completo cinismo, nuestra sociedad con ayuda de los medios de comunicación, ha encontrado la manera perfecta de “denunciar” los actos de corrupción sin denunciar el sistema que los hace posible, que los fomenta.
Aislar la responsabilidad señalando individuos y exponer sus faltas ante la opinión pública es una práctica que se ha venido perfeccionando gracias a la facilidad de acceso a los medios de comunicación. En muy raras ocasiones es el sistema, tradiciones o “costumbrismos” los que son expuestos ante la sociedad para que estos sean valorados por su importancia moral y ética por encima de sus beneficios económicos. El juzgar a unos cuantos individuos basándonos en el grado de daño que estos le hacen o por lo menos que es percibido le hacen al país, nos ha vendado los ojos para reconocer los mismos actos de corrupción en nuestra rutina como sociedad.
En pocas ocasiones nos responsabilizamos por el triste estado de confianza con el que cuentan nuestros dirigentes. De alguna manera por más corruptos que sean nuestros actos, siempre encontramos una justificación para perpetuar el ciclo vicioso que construye pantanos de corrupción de los cuales elevamos a unos cuantos a posiciones de poder. Costa Rica no posee una clase política corrupta, ni un partido único ni destacado por su corrupción, Costa Rica ES una nación de corruptos; en donde la honestidad, la responsabilidad social y la sinceridad no son más que valores de los cuales se habla pero que no son ejercidos ya que podrían “quitarnos oportunidades”.
El origen de la corrupción puede ser debatido ¿Cuál fue primero el huevo o la gallina? Sin embargo podemos argumentar que la corrupción no es más que la respuesta natural a un sistema que fomenta la competencia y el egoísmo, que es parte del resultado de una teoría económica casi darwiniana que nos obliga a creer que hay quienes merecen tener más que otros. Y como respuesta directa a esto, la población que no posee los medios ni las ventajas de los que tuvieron la suerte de nacer “más evolucionados” (o con una fortuna heredada por papi) se ven obligados a recurrir a prácticas inmorales con tal de sobrevivir y salir adelante; mientras que los supuestos evolucionados recurren a las mismas prácticas ya que en un ambiente tan desleal es muy difícil mantenerse en la cima.
Necesitamos comprender que la causa de tanta corrupción gubernamental y privada (el sector privado está igual de contaminado, la única diferencia es que La Nación no hace investigaciones exponiendo el tráfico de influencia dentro de nuestras grandes empresas), nace, crece, se reproduce y nunca muere, gracias a nuestras actitudes diarias. Los políticos y los grandes empresarios no aprendieron a ser corruptos al llegar a una cierta edad o al contar con una cantidad específica de dinero y poder; estos aprendieron dichas prácticas creciendo en una sociedad hipócrita, xenofóbica, egoísta, machista que los admira por el dinero y la influencia que poseen sobre el sistema y no por su colaboración al desarrollo de sus comunidades y la rectitud de su carácter. Que se puede esperar de un político que antes de serlo, se comportaba como lo hacemos la mayoría de ticos, sin conciencia social y con desprecio a las normas éticas más fundamentales.
La verdad es que para observar de cerca la corrupción que carcome al país, lo único que tenemos que hacer es vernos al espejo.

Vía:

http://revista-amauta.org/2013/03/somos-unos-corruptos/

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