Cuando Ángel Guerra me propuso presentar el libro de Enrique Ubieta Gómez Cuba: ¿reforma o revolución? (Ed. Abril, La Habana, 2012), acepté de inmediato, a pesar de mis reservas por el riesgo implícito (y no exactamente
Tarea desafío) de comentar un tema de este calibre en 20 minutos o, como ahora, en 800 palabras escritas.
riesgosa, y a un tiempo factible por urgente y necesaria. Y ya no digamos entre los sectores castigados o alienados por la desinformación programada del poder mediático, sino (y más grave aún) entre los que sintiéndose liberados del flagelo se preguntan y repreguntan tontamente: ¿qué pasará en Cuba sin Fidel?... ¿hacia dónde va Cuba?
Especializados en consagrar y cultivar la
independencia($$$) de los intelectuales que por izquierda y derecha dudan hasta de su propia madre, los neoliberales son tenazmente insistentes en martillar con esas capciosas, poco inocentes y tramposas inquietudes que vienen formulando desde hace 54 años.
Están los que en los conductores de pueblos sólo ven afanes
redentores(de los que sólo excluyen a Moisés), sosteniendo que sin Fidel otro hubiera sido el curso de la revolución. O sea, que los procesos histórico-sociales se reducirían a decisiones personales.
Opiniónque, justamente, es la que a brazo partido niega el papel de las movilizaciones populares y la discusión de proyectos colectivos a futuro.
Asimismo, están los que, sin compartir los ideales de la revolución, reconocen que sus logros fueron posibles debido a las insobornables dotes de conducción de un
caudilloimpar en el derrotero político de América Latina. Por consiguiente (y a tono con estos días de
alegríapontificia), Fidel habría cumplido durante más de medio siglo el rol de un vicario o curador de almas perdidas, mientras los verdaderos
demócrataso párrocos en funciones aguardan en antesala para ajustar cuentas.
Hasta la lectura de Cuba: ¿reforma y revolución? sabía de Ubieta Gómez por el blog La isla desconocida, y su introducción a un libro precursor: Vivir y pensar en Cuba: 16 ensayistas cubanos nacidos con la revolución reflexionan sobre el destino de su país. Volumen que incluye su hermosa
Crónica del nosotros(Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2002),
Esa compilación, y la de Julio César Guanche ( En el borde de todo: el hoy y el mañana de la revolución en Cuba, Ocean Sur, La Habana, 2007), no sólo ahuyentaron los ratones que me sorbían el seso, sino permitieron disolver las telarañas que, imperceptiblemente, anunciaban un alzheimer prematuro.
Versos de Se acabó, de Guillén:
Te lo prometió Martí / Y Fidel te lo cumplió; / ay, Cuba, ya se acabó / se acabó por siempre aquí / (…)
el cuero del manatí / con que el yanqui te pegó / se acabó. /
Te lo prometió Martí / y Fidel te lo cumplió.
Vivir y pensar… y En el borde… fueron publicados antes y después de la histórica arenga en la que Fidel, articulador de millones y millones de voluntades en Cuba y el mundo, hizo correr ríos de sudor entre los funcionarios del partido y el Consejo de Estado:
“Entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el socialismo… (17 enero de 2005)."
Cuba: ¿reforma o revolución? (20 ensayos que dan para 20 libros de 200 y más páginas) se divide en tres partes. En la primera, Ubieta desarrolla las ideas que jalonaron a reformistas y anexionistas a finales del siglo XIX, con un par de ensayos que llevan título revelador:
El horror a las masas en el reformismo cubano del siglo XIX, y el mismo horror que aparece en el siglo XXI.
La segunda parte,
La conquista de las emociones: frivolidad o compromiso, aborda los complejos asuntos de la subjetividad y el impacto de las nuevas tecnologías entre los jóvenes cubanos. Y en la tercera,
La conquista de la razón. el cinismo, la duda y la fe en el ser humano, pone en su lugar a más de un
expertoen asuntos cubanos varios.
El libro de Ubieta induce a sentir que cuando se habla de reforma y de revolución no es lo mismo errar el blanco que asociar los errores con las impericias del tirador. Y así fue desde el grito de Baire (1895) hasta 1959, cuando las impericias empezaron a resolverse con liderazgo y conducción, disciplina y educación y conciencia, autocrítica, patriotismo y organización.
Y por si faltara algo, eso que en nuestra vida cotidiana los intelectuales de izquierda desconocen de cabo a rabo: pensar en el día al día el futuro del socialismo, con la serenidad y las garantías que otorga una sociedad revolucionaria, y desde la práctica del socialismo. No es fácil.
Vía:
http://www.jornada.unam.mx/2013/03/27/opinion/019a2pol
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