La búsqueda de
la verdad política siempre será una tarea dura, aun en nuestros tiempos
cuando la ciencia ha puesto en nuestras manos un gran número de
conocimientos. Uno de los más importantes fue conocer y estudiar el
fabuloso poder de la energía contenida en la materia.
El descubridor de esa energía y su posible empleo era un hombre
pacífico y bonachón que, a pesar de su repudio a la violencia y a la
guerra, solicitó su desarrollo a Estados Unidos, presidido entonces por
Franklin D. Roosevelt, de conocida posición antifascista, líder de un
país capitalista en profunda crisis, que había contribuido a salvar con
fuertes medidas que le ganaron el odio de la extrema derecha de su
propia clase. Hoy ese Estado impone al mundo la más brutal y peligrosa
tiranía que ha conocido nuestra frágil especie.
Los despachos procedentes de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN
se refieren a las fechorías cometidas por ellos y sus cómplices. Las
ciudades más importantes de Estados Unidos y de Europa reflejan
constantes batallas campales entre los manifestantes y la policía bien
entrenada y alimentada, con carros blindados y escafandras, repartiendo
golpes, patadas y gases contra mujeres y hombres, torciendo manos y
cuellos de jóvenes y viejos, mostrando al mundo las cobardes acciones
que se cometen contra los derechos y la vida de los ciudadanos de sus
propios países.
¿Hasta cuándo pueden durar semejantes barbaries?
Para no ser extenso, ya que estas tragedias se irán presentando cada
vez más por la televisión y la prensa en general, y serán como el pan
que cada día se niega a los que menos tienen, citaré el despacho
cablegráfico, recibido hoy, de una importante agencia de noticias
occidental:
“Buena parte de las costas japonesas del Pacífico podrían quedar
inundadas por una ola gigantesca superior a los 34 metros (112 pies) si
se produjera un sismo poderoso, según los cálculos revisados de un panel
del gobierno.
“Cualquier tsunami desencadenado por un terremoto de magnitud 9 en la
depresión de Nankai, que va desde la principal isla nipona de Honshu
hasta la isla sureña de Kyushu, podría alcanzar los 34 metros de altura,
señaló el comité.
Un cálculo anterior en el 2003 estimaba que la altura máxima de dicha ola sería inferior a los 20 metros (66 pies).
La planta de Fukushima había sido diseñada para resistir un tsunami de 6 metros (20 pies), menos de la mitad de altura de la ola que la impactó el 11 de marzo del 2011.
Pero no hay razones para preocuparse. Otro despacho fechado hace dos
días, el 30 de marzo, nos puede tranquilizar. Procede de un medio
realmente bien informado. En breves palabras sintetizaré: “Si usted
fuera futbolista, jeque árabe o directivo de una gran multinacional ¿Qué
tipo de tecnología le haría suspirar?
“Recientemente, unos conocidos almacenes de lujo en Londres
inauguraron una sección entera dedicada a amantes de la tecnología con
abultadas billeteras.
Televisores de un millón de dólares, cámaras de video Ferrari y submarinos individuales son algunos de los fetiches para hacer las delicias del millonario.
El televisor del millón de dólares es la joya de la corona.
En el caso de Apple, la empresa se compromete a entregar sus nuevos productos el mismo día de lanzamiento en el mercado.
Pongamos que hemos salido de nuestra mansión y ya estamos cansados de rondar por ahí con nuestro yate, limousine, helicóptero o jet. Todavía nos queda la opción de comprar un submarino individual o para dos personas.
La oferta prosigue con celulares con carcasa de acero inoxidable,
procesador de 1,2 GHz y 8 G de memoria, y tecnología NFC para realizar
pagos a través del celular. Videocámara con sello Ferrari.
¡Verdad compatriotas que el capitalismo es cosa maravillosa! Quizás
nosotros seamos culpables de que cada ciudadano no tenga un submarino
particular en la playa.
Son ellos y no yo quien mezcló en este mismo saco a los jeques árabes
y los directivos de las grandes transnacionales con los futbolistas. Al
menos estos últimos entretienen a millones de personas y no son
enemigos de Cuba. Debo aclararlo.
Abril 1 de 2012
8 y 35 p.m.
http://www.jornada.unam.mx/2012/04/02/opinion/028a1mun
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