Zancada
Las movilizaciones en Puerto Aysén son producto de la ira y antes de la ira, de la decepción por el incumplimiento de promesas. Es un pueblo entero con dolor. Como si hubiesen aguantado demasiado. En Viña canta Morrissey o Luis Miguel. Y el flaco Dinamita se ríe de la coca que consumió. Y mientras el monstruo ruge auspiciado por Pepsi, los balines de carabineros cruzan Puerto Aysén.
La rabia se empezó a incubar hace cinco años, en el 2007, cuando un sismo grado 6.2 provocó un tsunami con olas de 15 metros de altura que se llevó a 11 personas. Más de 300 casas sufrieron daños y el puente que conecta la ciudad terminó con problemas estructurales. Sólo aparecieron cinco cuerpos entre las olas.
El Estado chileno fue negligente al no prevenir una tragedia anunciada por geofísicos a la directora de la Onemi, Carmen Fernández y a la intendente de la zona, Viviana Betancourt.
Lo de Puerto Aysén fue una alerta no escuchada de los errores que se repitieron en el terremoto del 27/F. Nadie hizo nada. Nadie vio a Aysén.
En esos días, mil personas se reunieron con banderas negras para protestar frente de la Gobernación Provincial. Fue el primer indicio de un movimiento que ahora tiene la fuerza de un huracán.
Se les prometió un hospital digno con especialistas y subsidios para el alto costo de la vida en la zona. Los trabajos en el sector son precarios, los sueldos no dan para vivir bien. Además necesitan inversiones que mejoren la conectividad en la misma ciudad y con el resto del país. Puras promesas sin cumplir. Y así es como se va amasando la indignación.
Las consultas por enfermedades mentales y depresión son altas en esa zona del país. Tras el 27/F se dispararon los tratamientos por crisis de pánico y angustia. Diez años atrás, tampoco se aclaró la seguidilla de suicidios. Hoy sólo un monolito recuerda esas muertes.
Es complejo lo que ocurre en Aysén: la sensación actual es que la ciudad es utilizada por el resto del país. Sus recursos hídricos serán vendidos por HidroAysén para beneficiar al resto del país, mientras a ellos les suben en un 7% sus cuentas de luz.
Las movilizaciones, las barricadas, las piedras, son un reflejo del descontento regional que amenaza la cohesión nacional. En la radio local Santamaría se puede oír a los protagonistas de una región que se cansó de esperar.
La última gota que rebalsó el vaso fue vertida por el ministro de Salud Jaime Mañalich. Usando viejos trucos, manipuló la información sobre el ciudadano fallecido en Aysén, Ramón Mañao, argumentando que había muerto porque las barricadas no dejaban pasar a la ambulancia. El hijo del fallecido desmintió los hechos. En Aysén se empieza a escribir otra Historia de Chile. Se siente.
http://www.zancada.com/puerto-aysen-la-rabia-de-un-pueblo/
Vìa:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=145385&titular=puerto-ays%E9n:-la-rabia-de-un-pueblo-
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