La mayor participación se registraba en Tel Aviv, con 292.000 personas, mientras que en Jerusalén se han concentrado entre 35.000 y 50.000 personas y en Haifa unas 25.000 personas.
“Nosotros no pararemos esta protesta hasta que tú, primer ministro (Benjamín Netanyahu), nos des soluciones reales. Estamos aquí para quedarnos”, dijo uno de los principales líderes de la movilización, el presidente del Sindicato Nacional de Estudiantes, Itzik Shmueli, en la concentr
Shmueli advirtió de que “el camino hacia la victoria no será fácil”, pero acabará con “una mejor sociedad israelí” basada en un “mejor equilibrio entre la economía de libre mercado y la economía humana”.
La “Marcha del millón” era el reto lanzado por los “indignados” de Israel para lograr la manifestación más numerosa de la historia del país, siete semanas después del comienzo de su movimiento de protesta.
Los “indignados” lograron sacar a las calles a 300.000 personas en la entonces mayor concentración de la historia del Estado judío por motivos no vinculados al conflicto de Oriente Medio.
La cifra de hoy en un país de 7,5 millones de habitantes supera la hasta ahora mayor concentración de la historia del Estado judío, cuando 400.000 personas salieron a las calles en 1982 en protesta por las masacres de los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, en el Líbano.
Los israelíes de cualquier tendencia política o religiosa, como subraya uno de los vídeos de movilización efectuados por los organizadores, habían sido convocados en diversas ciudades del país entre las 20.30 y las 21.30 horas locales.
Aunque el cartel de la convocatoria reza, en un juego de palabras: “Ellos sólo entienden números”, los organizadores insistían en que el éxito de la protesta no debe medirse únicamente por el número de asistentes.
El sábado pasado sólo se movilizaron 20.000, la mitad en Tel Aviv.
El ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, avanzó ayer que, aunque esta noche sólo se manifiesten 100.000 personas, su voz tendrá que ser oída.
La contestación nació en Tel Aviv cuando una joven plantó en julio una tienda de campaña en un céntrico bulevar tras quedarse sin casa de alquiler.
Su caso fue seguido por otros en solidaridad, lo que llenó el bulevar de centenares de tiendas, se extendió a otras ciudades y se convirtió en un movimiento más amplio de protesta socio-económica.
Sin embargo, la iniciativa ha sido criticada en determinados círculos de izquierda por dejar de lado por motivos tácticos el espinoso asunto de la ocupación y la colonización de los territorios palestinos.
EFE
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