Inicio explicitando qué entiendo por
abismo. Haré una definición simple, advirtiendo que nadie está en la capacidad de decir cuándo podremos decir
henos aquí, finalmente, en el abismo. De hecho podríamos estar plenamente cayendo en él, e ignorando qué
distanciahay al fondo del mismo.
Tiene el planeta dos caminos, uno, el de la posibilidad de retomar el
crecimiento en el corto plazo (uno a dos años); un camino con
probabilidad remota a la luz de las decisiones actuales de los actores
dominantes. El otro, aparentemente más probable, el del abismo, el de
entrar en una senda de profundización de la crisis mundial de duración
indefinida y, después, en algún momento, retomar una lenta, lentísima
tasa de crecimiento para un largo plazo (¿quince, veinte años?). Acaso
estemos instalados ya en este camino.
Respecto a este segundo camino, hago por ahora abstracción de la
indecible cantidad de sufrimiento que infligirá sobre muchos millones de
personas en todo el mundo, pero, desde luego, mucho más en el vasto
mundo pobre. Hago abstracción, por tanto, de la probabilidad de que la
multiplicación de movimientos sociales echen abajo la inverosímil
estupidez que estamos viviendo, y ello cambié –ojalá de raíz– el actual
estado de cosas.
Todo empezó en 2007, cuando reventó el eslabón más débil del sistema
financiero fraudulento que empezó a construirse a principios de la
década de 1970: el eslabón de los créditos hipotecarios subprime inventados por la banca estadunidense.
En realidad Estados Unidos, la eurozona y Japón venían debilitándose
desde 2005, aunque desde muy distintos niveles de actividad (Japón el
más débil). La ruptura de la burbuja subprime produjo
colisiones múltiples por todo el fraudulento sistema financiero
internacional, pero el gobierno gringo se apresuró a rescatar a algunos
bancos, a estatizar temporalmente a otros, a dejar morir a otros más –un
hito decisivo fue la quiebra de Lehman Brothers–, pero, con todo, esas
economías se fueron a pique a fines de 2007 aunque, debido a la
intervención principalmente del gobierno de Estados Unidos, la caída
hizo una
Viniciando su recuperación en el primer trimestre de 2009; luego alcanzaron una cierta estabilidad en un bajo nivel de actividad y a fines de 2010 comenzaron nuevamente a entrar en un proceso de debilitamiento, y en este momento han comenzado una caída en picada que ha puesto gran alteración en todos los gobiernos de tales economías.
A inicios de la semana pasada Estados Unidos, Canadá, Inglaterra,
Francia, Italia, Alemania y Japón (el G-7), llegaron a un acuerdo
probablemente útil para unos cuantos meses (entre cuatro y seis), y a un
desacuerdo que si no es superado nos llevará o instalará en el abismo.
El acuerdo fue que los bancos centrales (la Fed, el Banco Central
Europeo) inundaran de dólares los bancos de la eurozona para que éstos
pudieran enfrentar sus inminentes vencimientos. De no haberlo hecho el
tsunami financiero hubiera hecho los peores estragos de la historia, que
habrían afectado al conjunto de la economía mundial. El desacuerdo: los
líderes de la zona euro desdeñaron las propuestas del secretario del
Tesoro de Estados Unidos, Tim Geithner, encaminadas a estimular
fiscalmente la decadente economía europea, propuesta por la que Obama
pugna, con pocas probabilidades de éxito, de activar en la economía
estadunidense. Para el presidente del eurogrupo, Jean Claude Juncker,
los gobiernos no ven margen de maniobra en la zona euro que pudiera permitir nuevos estímulosde gasto público. Europa va a seguir por su camino de priorizar
la consolidación fiscal y las reformas estructurales(léase reducir el gasto público para disminuir el déficit fiscal), a pesar de los últimos datos de caída de la actividad económica.
Los argumentos sobre la reducción del déficit en un contexto
crítico de la magnitud del actual, parecen una soberana idiotez. La
cascada de millones de dólares que la FED, el BCE, el FMI y otras
instancias financieras están inyectando a los bancos europeos, serán
usados para que éstos tapen los hoyos negros que muestran sus balances;
es decir, no serán aplicados a proyectos que produzcan empleo y
crecimiento. Y en esas condiciones la eurozona decide ¡incluso llevando
esa decisión a la Constitución, como en España!, una cifra arbitraria
máxima, pero comprimida, de déficit fiscal.
Esa que parece una magna sandez en apoyo a la reducción del déficit
es en realidad expresión profunda de estas palabras, hoy de tan mal
gusto: de la lucha de clases. Echar atrás el déficit en la eurozona es
echar atrás, si fuera posible hasta desaparecerlo, el estado de
bienestar. Comprimir el tamaño de la rebanada del PIB que va a dar a
manos de los asalariados, buscando así, el capital, aumentar beneficios y
competitividad internacional. Muy lejos de ser una pura tontería, es
una dura exigencia del Tea Party extremo que existe en todos
los países. Una exigencia que no es retórica; que viene operándose con
el instrumento más maligno y depredador de nuestro tiempo: la
especulación financiera, apoyada en
las notas–mil veces arbitrarias– de las agencias calificadoras y los banqueros que las manejan.
A mediados de julio Moody’s asestó a Irlanda la nota de
bono basura. Así operan. Han puesto a este país frente a un muro inexpugnable, quién sabe por cuánto tiempo.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/09/20/opinion/021a1pol
http://www.jornada.unam.mx/2011/09/20/opinion/021a1pol
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