Como es evidente, un presidente está
mucho más expuesto a las críticas en caso de incurrir en disparates.
Como figura pública, cualquier presidente debe tener especial cuidado
con lo que dice porque sus expresiones son más sonoras que las del
ciudadano de a pie. Como contrapartida, si
la discreción es una virtud apreciada, es doblemente valorada en caso de
un presidente o de alguna otra figura pública, y valga la oportunidad
para recordar con respeto al presidente Valentín Paniagua por su sobria
conducción del país en el breve gobierno de tránsito que encabezó
después de la dictadura del presidente Alberto Fujimori. Y además de
sobria, fue digna y justa porque, entre otras cosas, estableció las
condiciones adecuadas para que se investigase la corrupción durante el
régimen anterior y aprobó la conformación de una mesa de diálogo que
reunió delegados de organizaciones indígenas, funcionarios y miembros de
la sociedad civil para elaborar el más importante documento de consenso
trabajado sobre el tema y que recoge planteamientos de los pueblos
indígenas que apuntan a la reafirmación de sus derechos. Claro, luego
vino el problema de siempre: el escrito fue encarpetado por los
gobiernos posteriores y duerme el sueño de las injusticias.
El problema del señor presidente Alan
García es doble, ya que no sólo se ha convertido en el principal
político difusor de dislates de los últimos tiempos, sino que además
cree que ellos constituyen acabada expresión de estadista. Aunque no lo
haya dicho de esta manera, el aire que él asume cuando lanza algún
despropósito lo hace con la presunción de quien cree que expresa un
pensamiento finamente elaborado.
Hasta donde recuerdo, comenzó con lo del
perro del hortelano, que esa vez no lo dijo sino lo firmó (vaya uno a
saber quién lo escribió). De allí en adelante, abrió las puertas para
que escape su verbo, que en esta reentrada ya no ha tenido las
características floridas de la primera vez, cuando se refería a temas a
los que les daba sonoridades importantes (la unidad de los pueblos, los
derechos de los indígenas “que están acá antes que los García y los
Pérez” –sic-, la reducción de las cuotas del pago de la deuda externa al
10% del PBI), sino que ha sido trabado, dubitativo, apoyándolo en
ocasiones en muletillas y, a veces, abordando cuestiones poco relevantes
para lo que deben ser las preocupaciones de un presidente.
Es el caso, por ejemplo, de la vez en
que se refirió al carácter triste de los peruanos al que contrastó con
la alegría de los brasileños, a quienes debe imaginar que no hacen más
que bailar samba, jugar fútbol y, claro, mirar las desbocadas caderas de
garotas bañándose en playas de blancas arenas. Así, de un plumazo, él
acabó con la violencia de las favelas, del narcotráfico y de los
pistoleros que asesinan a campesinos sin tierra y a religiosas que los
apoyan, y de los ciudadanos en situación de extrema pobreza, que del 50%
de hace pocos años parecen haberse reducido a alrededor de 40%. Claro
que es mucho pedir que se fijara en tantas cosas a la vez y por eso se
quedó con el colorido del carnaval y la farra.
En alguna de sus exhibiciones verbales
se refirió también a los problemas que presenta la topografía del Perú,
complicada por su cantidad de cerros, según él. Esta versión del país
arrugado que tenemos, el señor presidente la contrastó con países
planos, como Argentina y sus pampas y Estados Unidos y sus praderas, tan
fértiles, tan buenas para la producción ganadera y de trigo. Poco le
importó, o tal vez no lo sabía (posiblemente no lo sepa aún) que
precisamente estas “arrugas” cordilleranas son las que hacen del Perú
uno de los 12 países megadiversos del mundo, grupo en el que por cierto
también se encuentra Estados Unidos, pero que no integraría si sólo
tuviera praderas, ganado y trigo; y que también han permitido, gracias a
la inteligencia de sus pobladores ancestrales, que se domestiquen al
menos cinco especies de fauna y cerca de 200 especies de flora, entre
las cuales figuran más de 3000 variedades de papa.
La pregunta inevitable es dónde estaba
el señor Brack, ministro del Ambiente, mientras el presidente lanzaba
estos dichos, porque al menos yo aprendí cosas como esas de él.
¿Dinamitando dragas en Madre de Dios? No, no, eso sería después. Estaba
más bien afirmando que ya la minería y la explotación de hidrocarburos
no contaminaban porque se habían convertido en industrias limpias,
gracias a la tecnología moderna. Él fijó el punto de partida de la nueva
situación que imagina en los trabajos de reinyección y remediación que
había iniciado la empresa Pluspetrol, a consecuencia de una lucha
notable de los achuares del río Corrientes para lograr revertir la
contaminación que ella y su antecesora, la Occidental Petroleum Co.,
habían generado en la cuenca, realidad que hasta la firma de la
histórica acta de Dorissa, en octubre de 2006, el Estado había negado
que existiera. Años más tarde, el Estado la admitiría pero sólo para
señalar que ya había sido superada y además que esto había sido posible
gracias al esfuerzo de la empresa privada y del gobierno. Los achuares
volvieron a no existir.
En una aparición anterior al inicio del
último proceso electoral, haciendo alarde de suficiencia el presidente
García Pérez declaró que él no podía decidir quién iba a ser su sucesor,
pero que sí podía evitar que lo fuera alguien que a él no le gustara.
Sus candidatos en las elecciones municipales se cayeron, como se cayó
después su opción para la presidencial, al menos que él diga ahora que
no, que todos estamos equivocado porque en realidad su alternativa fue
siempre el señor Ollanta Humala. Pero en verdad esto sería poco creíble.
Lo que resulta desconcertante es que sus
reiteradas opiniones fallidas no lo hayan llevado a buscar en el
silencio no la cura, pero al menos la discreción para terminar con un
perfil bajo una faena que culmina con tantos destrozos de su autoría,
incluyendo el de su propio partido. Insensible ante tantas evidencias se
lazó, hace unas semanas, a abordar el tema de las creencias religiosas
de gran parte de la población peruana.
En un programa de televisión, el presidente Alan García dijo que había
“que derrotar
ideologías absurdas, panteístas, que creen que las paredes son dioses y
el aire es dios, en fin, volver a esas fórmulas primitivas de
religiosidad, donde te dicen no toques ese cerro porque es un apu y está
lleno de espíritus milenarios y no sé qué cosa. Bueno, si llegamos a
eso entonces no hagamos nada, ni minería. No toques esos peces porque
son criaturas de dios y son la expresión del dios Poseidón. Volvemos
digamos a este animismo primitivo. Yo pienso que necesitamos más
educación, pero eso es un trabajo de largo plazo, esto no se arregla así
porque te puedes ir a cualquier lugar donde la población, de buena fe,
ah, y de acuerdo a su educación, no me toquen a mí esta zona que es un
santuario y uno pregunta un santuario de qué, ¿no? Si es un santuario de
medio ambiente, santo y bueno. Si es un santuario porque allí están las
almas de los antepasados, oigan, las almas de los antepasados están en
el Paraíso seguramente, no están allí y deje Ud. que los que ahora viven
se nutran de su trabajo en las inversiones en sus cerros. De manera que
es un largo trabajo. Que estemos avanzando no quiere decir que todas
nuestras formas un poco antiguas de pensamiento hayan sido superadas”.
¡Cuántas cosas dijo el señor presidente
en esta intervención! ¡Cuánto pan por rebanar y tela por cortar
contiene! Casi cada línea podría servir para hacer un ensayo. Me limito
ahora a revisar someramente varios de estos asuntos, para luego
dedicarle más tiempo a uno de ellos.
¿Falta educación? Coincidimos, pero qué
ha hecho su ministro además de castigar a las víctimas del sistema
educativo aplicando la nota 14 para el ingreso a los institutos
pedagógicos públicos, o qué ha hecho su gobierno aparte de enflaquecer
el presupuesto del sector educación. ¿Santuario del medio ambiente? ¿Y
el santuario nacional de Megantoni, categoría de área natural protegida
por la que, a pesar que la ley prohíba cualquier tipo de intervención
directa, este gobierno ha querido atravesar un gasoducto? ¿Y el parque
nacional Bahuaja Sonene que soportó una amenaza de recorte también su
gobierno para entregar la parte seccionada a empresas petroleras? ¿A qué
comunidad amenazada por la minería ha escuchado el señor presidente
apelar a Poseidón –divinidad de la antigüedad clásica, dios del mar y
las tormentas que hoy hace parte de la historia de las religiones- para
defender sus derechos? ¿Han sido los puneños que no tienen mar o los
achuares del Corriente que tampoco lo tienen ni saben de la existencia
de esa divinidad?
Supone el presidente que las inversiones
mineras “nutren” a la población local, y a menos que considere que
comer alimentos contaminados por metales pesados -que se alojan en la
sangre de la gente para no salir más- es parte de esa nutrición, no
sabemos a qué se refiere. No me canso de citar al Instituto Nacional de
Estadísticas e Informática (INEI), organismo oficial y por eso libre de
sospechas de actuar como agitador y manipulador de información para
contradecir al Estado, cuando señala:
“los distritos más
pobres de la región Puno son aquellos donde se explota algún mineral.
Por ejemplo, en Pichacani-Laraqueri (Puno) el 82.7% de sus pobladores
son pobres y 37.8% están en pobreza extrema; mientras que en San Antonio
de Esquilache (Puno) la pobreza es de 87.2% y la pobreza extrema 49.9%”
(INEI “Conozca a los más y menos pobres del Perú”. Nuevo mapa de
pobreza 2009. http://cecopros.org/principal//content/view/1158/308/).
Los resultados a los que llega Roxana
Barrantes, investigadora del Instituto de Estudios peruanos, analizando
información sobre distritos mineros en el país, coincide con los del
INEI. Señala la autora que
“…lo primero que
llama la atención […], es que la gran mayoría (139 de 159) de los
distritos productores [de minerales] recibe menos de S/. 10,000 anuales
por concepto de canon minero y que 63 distritos reciben transferencias
per cápita menores a S/ 2.00 soles anuales. Solamente 8 distritos,
reciben más de un millón de soles anuales, lo que resulta en una
transferencia per cápita de casi cien soles anuales”.
Sus conclusiones son contundentes: “más
distritos empeoran que mejoran en la clasificación si se compara el Mapa
de Foncodes de 1995 con el Mapa del MEF de 2001”. (Roxana Barrantes
“Minería, desarrollo y pobreza en el Perú, o de cómo todo depende del
cristal con que se mire”. En Barrantes, Roxana, Patricia Zárate y Anahí
Durand, Te quiero pero no: minería, desarrollo y poblaciones locales”. Colección Mínima, 59. Instituto de Estudios Peruanos. Lima 2005. p. 17-79).
Pero yendo al tema de la religiosidad,
hasta donde recuerdo, al menos en el caso más reciente, el de las
protestas de los puneños contra la minería, ellos no se han referido a
los apus para defender sus derechos a su desarrollo económico y a su
salud. Por el contrario, han incidido en el tema de la contaminación de
suelos y aguas, y del acaparamiento del agua por parte de las empresas
mineras, lo que es fatal para ellos que son agricultores y criadores de
ganado. Son, pues, aspectos concretos, no especulativos, los planteados
por puneños y otros pobladores que se oponen a la minería.
Las agresiones realizadas por el
presidente a la religiosidad de los andinos son inconcebibles en un país
como el nuestro, con una inmensa diversidad cultural, a la que el Perú
de hoy le debe más que monumentos y sitios arqueológicos, cultura viva
expresada en especies domesticadas de vegetales y animales que, de otra
manera, no tendríamos.
Sus expresiones agrediendo la
religiosidad andina me llevan a preguntarme en qué cree el señor
presidente. Hasta donde sé es católico: se le ve en misa, al menos en
las que están rodeadas de importancia social y política, ha bautizado a
sus hijos, últimamente se ha esmerado en colocar una figura de Cristo en
la costa de Chorrillos y hasta se lo ha visto con el hábito del Señor
de los Milagros, siguiendo la procesión por algunas cuadras.
Como católico, la haya leído o no, debe
tener fe en la palabra de la Biblia. En el Antiguo Testamento
encontramos pasajes que, escritos por García Márquez, harían parte de lo
real maravilloso, pero no, son parte del texto fundador del
Cristianismo. Allí están Adán y Eva creados por la palabra divina y
ubicados en un ambiente pleno, libre de las contradicciones mundanas,
pero luego expulsados al mundo de lo conocido hoy por haber comido del
árbol de la fruta del bien y del mal. Allí está Moisés alimentándose con
su pueblo del maná caído del cielo y atravesando el Mar Rojo, abierto
como una calle, en su huida de los egipcios; y también Josué con sus
trompeteros tocando hasta derribar las murallas de Jericó.
Más adelante, después del nacimiento de
Jesús, el Nuevo Testamento nos confronta con nuevos acontecimientos
extraordinarios, varios de los cuales constituyen dogmas de la fe
católica, es decir, de acuerdo a la definición que hace del término la
Real Academia Española, “Doctrina de Dios revelada por Jesucristo a los
hombres y testificada por la Iglesia”. Se trata pues de cuestiones de
obligatoria aceptación para todos quienes se reclaman católicos. Entre
ellas, están la concepción de María sin intervención de varón, la
resurrección de Cristo al tercer día de muerto y la resurrección de
todos los fieles el día del Juicio Final, la vida eterna para los justos
y la condenación perpetua para quienes no lo sean. En fin, hay cientos
de hechos asombrosos más, como la resurrección de Lázaro, la conversión
del agua en vino, la multiplicación de los panes y la sanación de ciegos
y enfermos, por mencionar sólo algunos de los acontecimientos
maravillosos que narra.
Son hechos de más difícil credibilidad,
desde la perspectiva de la razón, que decir que los cerros son morada de
apus tutelares. La pregunta es porqué el señor presidente cree en esos
hechos, al menos así tengo que asumirlo dado que se presenta como
católico, y niega e incluso se burla de las creencias de los andinos.
¿Será que éstos son indígenas, es decir, será que el racismo tenga que
ver con este asunto? Creo que es posible considerando, sobre todo,
juicios anteriores emitidos por él, como cuando puso en duda, en el
contexto de las protestas de Bagua, que los indígenas fuesen ciudadanos
de primera.
Analizando sus intervenciones salta a la
vista la confusión de las creencias del señor presidente. Sigue la
procesión del Cristo negro cuando en realidad no existió tal Cristo
negro, ya que se trata de una representación que, con todo derecho, la
población negra del Perú ha hecho del personaje para identificarlo mejor
con su propia sociedad y cultura. Claro, la posibilidad es que él no
crea ni en el Cristo negro ni en Cristo, y que su aparición sea otra
demostración vacía de contenido religioso y llena de apariencias. Esto
último parece contradictorio, pero en su caso, el vacío llena. Pero su
confusión no se agota allí: no es que no crea en los milagros, sino que
tiene una percepción sui generis de éstos, como la que expresó
al decir que el reciente asesinato de Bin Laden era el primer milagro
hecho por Juan Pablo II, por entonces recién canonizado; no es tampoco
que no crea en las almas¸ sino en la morada que habitan, que no son los
cerros sino el Paraíso, por lo que al parecer cree también en la
existencia de éste.
En religión, las creencias –que nunca
podrán ser “probadas” y siempre serán motivo de discusiones entre la
gente- son importantes no en sí mismas sino por su potencialidad que
tienen para hacer que los seres modifiquen sus vidas y avancen por el
camino del respeto por la vida, la de los demás y la de la naturaleza.
El grado de profundidad que se le dé a este respeto, a esta admiración
por lo creado, dependerá de las personas y puede llegar hasta estados
conocidos como de santidad.
Recuerdo ahora una novela de Hermann
Hesse en la cual el personaje central, Knulp, quien le da el nombre a la
obra, discute con un amigo sobre temas de espiritualidad. Uno de ellos
–no recuerdo cuál- cuestiona a los seguidores de El Ejército de
Salvación, movimiento al que considera equivocado y poco consistente en
las cuestiones que ellos analizan en ese momento. El otro le responde
que más importante que la doctrina es la sinceridad de la búsqueda que
emprenden los seres humanos para superar los límites de su egoísmo.
Y al final de eso se trata: de creer con sinceridad y de obrar en coherencia con lo que se cree.
—
*Alberto Chirirf, es antropólogo peruano por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Trabaja desde hace 40 años en temas relacionados a la amazonía, especialmente en el reconocimiento de derechos colectivos de los pueblos indígenas. Actualmente se desempeña como consultor independiente. Es autor de libros colectivos, tales como: Marcando Territorio, El Indígena y su Territorio (con Pedro García Hierro y Richard Ch. Smith) y de diversos artículos.
*Alberto Chirirf, es antropólogo peruano por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Trabaja desde hace 40 años en temas relacionados a la amazonía, especialmente en el reconocimiento de derechos colectivos de los pueblos indígenas. Actualmente se desempeña como consultor independiente. Es autor de libros colectivos, tales como: Marcando Territorio, El Indígena y su Territorio (con Pedro García Hierro y Richard Ch. Smith) y de diversos artículos.
Fuente, vìa :
http://servindi.org/actualidad/47380?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+Servindi+%28Servicio+de+Informaci%C3%B3n+Indigena%29
http://servindi.org/actualidad/47380?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+Servindi+%28Servicio+de+Informaci%C3%B3n+Indigena%29
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