“Te llamo, aprieto tu mano, beso la tierra
bajo tus pies y digo: yo ofrezco mi vida por la tuya”. Unadikum no para
de escucharse en Gaza. Cantada por los manifestantes en las
concentraciones, tatareada por tantos que quisieron a Vittorio
Arrigoni. El himno favorito del activista italiano parece tener más
sentido que nunca ahora que él ya no está.
Ya no están sus andares tranquilos por las calles de la ciudad de
Gaza, impasible a los cláxones y el ajetreo, ni sus sonrisas a medias
mientras fumaba narguile, ni sus ideales tatuados en la piel y en el
alma. Ya no se escucha su “mushkile, mushkile”, problema, problema,
pronunciado en ese árabe tan italiano.Vittorio, Vik, Victor, era parte de la franja palestina. Allí había vivido desde que llegó en agosto de 2008 con algunas interrupciones, una impuesta por la deportación forzada israelí y otra por la necesidad de tomar aire tras vivir día y noche los bombardeos de la operación militar Plomo Fundido a bordo de una ambulancia. En pocos días pensaba tomarse la próxima pausa para visitar a su padre enfermo, después de que la nueva escalada de violencia retrasara esa salida.
No podrá, porque fue secuestrado cuando el jueves caminaba, como cada noche, hacia su restaurante favorito. Porque unas manos le estrangularon horas después, mucho antes de que acabara el plazo impuesto por un supuesto grupo salafista radical para lograr la liberación de prisioneros afines.
“Unadikum, unadikum” volvió a entonarse entre las velas del acto que cerró el primer día de duelo, jornada triste para todos, pero sobre todo para los palestinos, que pierden un amigo y ven que se aleja aún más la posibilidad de una vida sin ataques, sin cercos, sin guerras externas e internas.
Pena, desconcierto, vergüenza, resumían. La rabia de sentir que los gazanos, hospitalarios hasta el extremo, tenían un invitado al que no pudieron proteger, que todas las muertes duelen pero ésta además hace mucho ruido, resumía un pescador. La impotencia de que en la franja se da un paso adelante y cien para atrás, explicaba uno de los jóvenes implicados en el movimiento por la unidad nacional palestina.
Les consuela, quizás, ver que la unidad de la práctica totalidad de partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil se ha logrado a la hora de recordar a Vittorio. Representantes de todos los colores pasaron por el hospital donde el cuerpo del activista italiano espera a que se arreglen los trámites para la repatriación a través de la frontera egipcia de Rafah. Y también casi todos se sentaron en el velatorio, unos por la foto, otros porque sentían la pérdida de verdad.
Escucharon allí de nuevo “unadikum” saliendo de los altavoces, la canción que sonaba cada vez que alguien llamaba al móvil de Vittorio. Que él la cantaba a voz en grito junto a los campesinos cuando les acompañaba como escudo humano en las tierras de la amplia zona de despeje, los límites de la Franja en los que los disparos del ejército israelí son moneda común.
Y también junto a los pescadores, con quienes se embarcó durante varios meses para protegerles de ataques y confiscaciones de la marina israelí mientras faenaban. En el puerto del que tantas veces salió, se instaló el sábado la tradicional tienda de duelo palestino y allí se recogieron mensajes que después serán arrojados al mar.
Por mar llegó Vittorio a Gaza dos veces, en sendos barcos que rompieron el bloqueo en 2008 y pretendía hacer lo mismo en mayo, como miembro de una flotilla internacional de solidaridad.
Esa es la razón que los representantes de Hamas, que ya han detenido a cuatro personas, ven tras su muerte. Un crimen ejecutado por palestinos pero planeado externamente para amedrentar a aquellos que planean la flotilla. Una teoría más cómoda que la de pensar que el poder de facto en Gaza se ve amenazado desde dentro. Una elucubración más, como la de aquellos que buscan conexiones entre este crimen y otro ocurrido una semana antes, el asesinato del director Juliano Mer Khamis frente a su Teatro de la Libertad en la ciudad cisjordana de Yenín.
Lo cierto es que Vittorio era una presa fácil en un contexto difícil, como reconocían sus cuatro compañeros del Movimiento de Solidaridad Internacional en Gaza. Ellos caminan por la calle, se mezclan con la gente, no quieren ir en convoyes blindados, dicen. Y aseguran que seguirán, que eso es lo que vinieron a hacer.
Una decisión que seguramente alegrará a Vittorio, quien, como nieto de luchadores contra la ocupación nazi de Italia, aseguraba que llevaba a resistencia en las venas, unadikum.
Fuente, vìa :
http://tomalapalabra.periodismohumano.com/2011/04/16/vittorio-arrigoni-el-partisano-de-gaza/
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