La conducta general de los gobiernos es
negar la existencia de prisioneros políticos en su países; nada que se
les oponga puede existir y para ello hacen uso de la represión por
distintas vías, poniendo cercos a la expresión disidente, llevando en
algunos casos a la cárcel a quienes en su deseo de justicia social y
ambiental responden con violencia a la violencia.
En otros casos se trata de asedio
policial, sólo por el hecho de pensar distinto, casi una policía del
pensamiento orwelliana que no tolera encontrar literatura anarquista en
los centros de libre pensamiento y de acción directa. Un grupo de
gorilas que viola la intimidad de hogares y comunidades con fuerza
desmedida y avalada por investigaciones de origen montajista, en no
pocas ocasiones.
Es ello lo que sucede en Chile a
comunidades mapuche y los presos políticos por la causa, aún en huelga
de hambre y omitidos por la prensa de la patronal, aquella que hoy se
presta para buscar asociación ilícita, en un grupo de jóvenes
anarquistas que no obedecen a jerarquía alguna, que no ha perpetrado
ataque a personas si no a instituciones que se mantienen en la impunidad
dada por el poder del dinero y el capital en su fase más desregulada.
Y es que el que un ciudadano actué en
legítima defensa de sus intereses y más aún por los del prójimo, es hoy
en Chile y en el mundo tratado de tergiversar bajo el concepto de
TERRORISTA.
Desde la llamada Acta Patriótica,
dictada por Estados Unidos y la rápida legislación londinense, el
recorte a los derechos civiles es un hecho visible, como también lo es
la criminalización de la protesta.
Los conceptos de seguridad manejados
por las naciones, guardan relación con la protección del gran capital y
el encubrimiento de su andar, pero se lavan la boca con la seguridad
social y medioambiental, mientras los verdaderos criminales y grandes
ladrones viven en la impunidad.
El problema de fondo pasa cuando aquella
institución llamada Estado con sus poderes a la “cola de flecha”, no
obra de buena fe, incumpliendo muchas veces sus propias bases
constitucionales, algo así como un notable abandonos de deberes; tal
han hecho otras instituciones que no analizamos por ahora.
Peor aún, junto con ello la clase
“política dirigente”, los partidos como representantes de los pueblos,
tampoco están cumpliendo su rol a cabalidad habiendo dado todos un paso
hacia la derecha y el mercado.
El clientelismo y otras enfermedades
propias del capitalismo desregulado han contaminado los roles de toda la
clase gobernante, y el hastío se deja sentir. Las acciones más
radicales de protesta política que no atentan contra las personas, si no
contra el modelo mediante bombas de ruido son simplemente acciones que
dejan de manifiesto que algo anda mal, un estruendoso llamado de
atención de guerra declarada contra el sistema imperante.
Y es que si bien en otros países de
nuestra vecina América, los pueblos han alcanzado niveles de democracia
impensables de momento para Chile -partiendo por el binominal- ello se
ha debido a que se han impulsado articuladamente y con un liderazgo que
sabe trabajar horizontalmente, procesos de reflexión sobre el concepto
de soberanía y una serie de estrategias que no deben ser confundidas
con la táctica.
Por el fin a la persecución de
quienes enseñan a los pueblos a defenderse y luchan junto a ellos; por
la libertad inmediata de quienes luchan por la justicia social y
ambiental.
fuente, vìa :
http://www.elciudadano.cl/2010/08/17/anarquistas-victimas-del-asedio-policial/
http://www.elciudadano.cl/2010/08/17/anarquistas-victimas-del-asedio-policial/
No hay comentarios:
Publicar un comentario