En enero de 2005, el rumor de un falso
tsunami movilizó ciudades completas de la VIII Región y generó muertes,
accidentes y saqueos. El hecho motivó una investigación del Ministerio
Público que determinó responsabilidades de la Armada de Talcahuano:
habrían sido funcionarios de esa zona naval quienes malinterpretaron un
fax del SHOA y alertaron a familiares, generando alarma y pánico. Sin
embargo, tras una investigación, la Fiscalía Naval desestimó las
acusaciones. Las pesquisas de la fiscalía regional también dieron cuenta
de falta de planificación y competencia del personal civil y naval ante
emergencias. Un factor que se repetiría en 2010. En vez de sacar
lecciones de la mala experiencia, el falso tsunami de 2005 resultó tan
traumático y bochornoso, que autoridades del antiguo gobierno se atreven
a confesar en voz baja que ese antecedente rondó en las horas
posteriores al terremoto y que bien pudo influir en la indecisión con
que se manejó la crisis del 27 de febrero último.
El 16 de enero de 2005, al anochecer de un domingo como cualquiera,
la región del Bío Bío fue escenario de un fenómeno que dio la vuelta al
mundo. Sin que mediara una alerta oficial, sin que siquiera hubiese un
temblor de menor intensidad que lo antecediera, un rumor recorrió
poblaciones completas y generó pánico, descontrol y muerte.
–¡Se viene un tsunami, se viene un tsunami! –gritaba la gente al tiempo que huía hacia los cerros.
Gustavo Toro, capitán de la Cuarta Compañía de Bomberos de San Pedro,
recordará ante un fiscal que esa noche, decenas de personas se dejaron
caer en el cuartel, “comenzando a insultar y agredir al personal de
guardia, presionándonos para que tocáramos la sirena”. En lo que
calificó como “una situación caótica y casi insostenible para los
voluntarios”, recordará también que la turba intentó llevarse el carro
de bomberos.
Fue un caos que se prolongó por dos días. Las líneas telefónicas se
saturaron, lo mismo que las carreteras. Hubo colisión de vehículos,
peleas, accidentes, muertos y saqueos. El hecho concitó la atención
mundial y se prestó para mofas. Poblaciones completas huyendo de una
salida del mar inexistente y en apariencia infundada, salvo por un
detalle: unas horas antes, a través de sus canales internos, el Servicio
Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (SHOA) había informados de un
sismo de 6.6 grados en la escala de Richter en la isla Yap, a nueve mil
kilómetros de nuestras costas.
En la región del Bío Bío el informe del SHOA sólo circuló entre
funcionarios de la Armada. Su propósito era descartar que ocurriría un
tsunami en nuestro país. Pero todo indica que tuvo el efecto contrario.
Debido al impacto que provocó el falso tsunami en Concepción y sus
costas, la Fiscalía Regional del Bío Bío abrió una investigación que
condujo a una conclusión significativa a la luz de lo ocurrido el 27 de
febrero último: el rumor se originó en poblaciones navales de
Talcahuano.
Ante las evidencias que apuntaban a la Armada, la causa fue derivada a
la Fiscalía Naval. Sin embargo, esta institución descartó cualquier
responsabilidad de sus funcionarios y devolvió la causa al sistema
civil. Entonces la investigación fue archivada y todo quedó reducido a
una situación confusa y bochornosa que dejó decenas de heridos, daños
materiales nunca cuantificados y dos personas muertas por paro
cardiorrespiratorio: Irma Milla Muñoz (69) y María del Rosario Ballard
(65).
No había un origen claro, aunque sí una motivación: dos meses antes
había ocurrido el tsunami del sudeste asiático, que costó 230 mil vidas.
Entre ellas la de la chilena Francisca Cooper, que tuvo amplia
cobertura en los medios.
Lo relevante en este caso no es el efecto del rumor sino más bien la
causa, atribuida a una impericia de funcionarios de la Armada destinados
en Talcahuano, quienes habrían malinterpretado el comunicado del SHOA y
luego alertado a familiares. Una situación que tendría semejanzas con
lo ocurrido el 27 de febrero de 2010: el SHOA tuvo dificultades para
interpretar la información disponible y terminó descartando la alerta de
maremoto al tiempo que las olas devastaban las costas del país.
Junto con lo anterior, la investigación de 2005 que llevó a cabo el
entonces fiscal jefe de Talcahuano, Raúl Bustos Saldías, también detectó
graves deficiencias en la respuesta de las autoridades encargadas de
afrontar emergencias. Deficiencias que se asemejan a las exhibidas por
las mismas autoridades a comienzos de este año y que hoy son materia de
una nueva investigación del Ministerio Público.
MORTALMENTE PARECIDOS
El
falso tsunami quedó grabado en la memoria de los habitantes de la VIII
Región. Un trauma que permanecía latente al 27 de febrero último. Por
ello, y por el fuerte impacto social que provocó, algunas autoridades
civiles del antiguo gobierno hoy se atreven a confesar en voz baja que
ese antecedente rondó en las horas posteriores al terremoto y que pudo
influir en la indecisión con que se manejó la emergencia. Si decretaban
la alerta de maremoto, temían repetir un fiasco como el de 2005. Por lo
demás los actores no eran muy distintos.
Carmen Fernández por entonces oficiaba de directora subrogante de la
Oficina Nacional de Emergencia (Onemi). El titular, Alberto Maturana, se
encontraba participando en Japón de un seminario sobre emergencias.
Maturana tuvo que dar explicaciones ante expertos de todo el mundo.
Fernández fue la encargada de manejar la crisis, llamando a la calma y
asegurando que el organismo que representaba disponía de un sistema de
prevención con “una posición de vanguardia en el mundo”.
Marcos Oyarzo, primer comandante del Cuerpo de Bomberos de
Talcahuano, es de los que creen que los hechos de 2005 bien pudieron
haber influido en la indefinición con que actuaron las autoridades hace
seis meses. Recuerda que fue “una experiencia traumática que obligó a
replantear los planes de contingencia para colaborar con la ciudadanía”.
La señal más clara de que para 2010 ese hecho aún estaba fresco entre
las autoridades la dio el destituido director del SHOA, capitán de
navío Mariano Rojas. En su comparecencia a la comisión investigadora de
la Cámara de Diputados, Rojas dio cuenta de lo que estaba en juego a la
hora de sopesar los antecedentes que lo llevaron a levantar la alerta de
tsunami:
-Cualquiera de las dos decisiones podía acarrear alguna situación
indeseada. Es más, podría haber ocurrido que yo hubiera mantenido la
alerta. Quizás la gente hubiera corrido, quizás hubiera muerto gente,
derivado de que no bajaron de los cerros, que estaban en los hospitales,
niños, accidentes, etcétera, y probablemente hoy día estaría siendo
juzgado porque no cancelé la alerta con los antecedentes que tenía.
GRAMÁTICA Y REDACCIÓN
La madrugada del 27 de febrero de 2010, casi media hora después de
ocurrido el terremoto, los dos funcionarios que se encontraban de turno
en la Onemi recibieron un fax proveniente de la Armada. Se titulada
“Alerta de tsunami” y en lo esencial, destacado en negritas y
mayúsculas, decía lo siguiente:
(EL SISMO) FUE DE MAGNITUD SUFICIENTE PARA GENERAR TSUNAMI. SE
DESCONOCE SI SE HA PRODUCIDO. SI SE DIERA LA POSIBILIDAD DE OCURRENCIA,
SITUACIÓN QUE SERÍA INFORMADA OPORTUNAMENTE EN LAS HORAS ESTIMADAS,
SERÍAN LAS SIGUIENTES (HORAS).
Tanto ante la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados como
ante la fiscal Solange Huerta, quien indaga eventuales responsabilidades
penales por las fallas en los sistemas de alerta, los dos funcionarios
de turno de la Onemi declararon que el documento les resultó ambiguo. Y
no sólo eso: a juicio de ambos, se contradecía con la información que
les transmitía el SHOA por frecuencia VHF.
–No tenemos ningún reparo en declarar una alerta de tsunami si la
información es clara y precisa –testificó ante los diputados el radio
operador de la Onemi, Rafael López–. Sin embargo, en este caso, a mí
entender, no fue así.
En tanto, el capitán de navío Mariano Rojas, quien dirigía el SHOA y
resultó destituido por los errores de ese organismo, dirá que el fax fue
claro, partiendo por el título, y que los mensajes radiales –de los
cuales no existe respaldo– no hicieron más que ratificarlo.
–Obviamente, si la Onemi tenía dudas sobre las acciones que estábamos
proponiendo, debió preguntar. Deberían haberme dicho que no les quedaba
clara la información –sostuvo ante los diputados el ex director del
SHOA.
Cinco años atrás, la tarde del domingo 16 de enero, otro fax
proveniente del SHOA habría generado confusión. Tras dar cuenta de un
sismo en la isla Yap, en la Micronesia, el comunicado describía en
letras mayúsculas la siguiente situación:
LAS
CARACTERÍSTICAS DEL SISMO NO REUNEN LAS CONDICIONES PARA GENERAR UN
TSUNAMI EN LAS COSTAS DE CHILE. SIN EMBARGO, PUEDE PROVOCAR PEQUEÑOS
CAMBIOS EN EL NIVEL DEL MAR EN ÁREAS CERCANAS AL EPICENTRO.
El fax fue despachado a las diferentes gobernaciones marítimas y
capitanías de puerto, además de la Onemi. A todas luces es más claro y
directo que el anterior, sin dejar lugar a ambigüedades. Sin embargo,
por alguna razón, atribuida tal vez a la prevención respecto a que el
sismo “puede provocar pequeños cambios en el nivel del mar en áreas
cercanas al epicentro”, en la principal zona naval del país no lo
habrían leído correctamente.
Resulta significativo que el error –de acuerdo con las indagaciones
del fiscal Raúl Bustos– se haya generado en la Base Naval de Talcahuano.
La II Zona Naval es el mismo escenario de una fuerte controversia por la información que la madrugada del 27 de febrero entregó su máxima autoridad, contralmirante Roberto Macchiavello.
De acuerdo con testimonios de representantes de Carabineros, Bomberos
y operadores de puerto y ex autoridades políticas, en las horas
posteriores al terremoto el jefe naval descartó en todo momento la
ocurrencia de un tsunami, lo que fue transmitido a la población por el
intendente Jaime Tohá. El contralmirante Macchiavello, quien se mantiene
en su puesto, niega estas versiones. Ninguno de los dos aún ha prestado
aún declaraciones ante la fiscal.
CONTRADICCIONES
El oficio de mayo de 2005 con que el fiscal Raúl Bustos se declaró
incompetente para seguir investigando el falso tsunami, derivando la
causa a la Fiscalía Naval, señala lo siguiente:
“Se obtuvo antecedentes que confirman fuente de origen de la
información en la Armada, por lo que se procedió a tomar declaración a
funcionarios de la Gobernación Marítima de Talcahuano, que en términos
generales arrojaron contradicciones sobre procedimientos, competencias,
informaciones y hora de ocurrencia de los hechos”.
Las contradicciones habrían partido por los canales de comunicación internos.
Si bien uno de los marinos declaró ante el fiscal que la información
del SHOA debería ser recibida por la Oficina Distribuidora de Mensajes,
que reporta al oficial de servicio y éste a su vez al gobernador
marítimo, la investigación del Ministerio Público determinó que este
procedimiento no se cumplió.
No todos los marinos que estaban de turno ese día y que fueron
interrogados parecían tener claro qué hacer en caso de una emergencia.
Mientras el cabo primero Ricardo Mella Cruces dijo que en caso de una
alerta de tsunami debía activarse el Plan Campanazo, procedimiento que
“no dura más de tres minutos” y en el cual “el gobernador marítimo toma
el control de la situación”, el cabo segundo Rodrigo Cutiño Barrientos, a
cargo de la central telefónica, declaró que, “en caso de que hubiera
ocurrido un tsunami, no existía un plan de operación”.
En problema no sólo estaba en la Armada. Como en la Oficina Regional
de Emergencia (Oremi) del Bío Bío trabajaba únicamente su director, Juan
Enrique Romero, quien sólo laboraba días hábiles y en horario de
oficina –lo que se repetirá en 2010–, éste recibió en su casa un llamado
telefónico desde Santiago para advertirle que le habían enviado un fax a
su oficina. Ese fax era el mismo despachado por el SHOA.
Para
entonces, el pánico comenzaba cundir en Concepción, San Pedro de la
Paz, Talcahuano, Hualpén, Chiguayante, Penco y Coronel. En su
declaración ante el fiscal, Romero dirá que la primera información que
tuvo sobre evacuaciones masivas provino de un sector de marinos de la
población Las Higueras. “Había movimiento de gente que estaba cargando
sus vehículos para arrancar hacia el cerro”, testificó el funcionario.
De acuerdo con el mismo relato, cuando la situación ya estaba fuera
de control, pasada la medianoche, el director de la Oremi del Bío Bío
logró tomar contacto con Carlos Morelli, encargado de Emergencias de la
Municipalidad de Concepción, a quien le dijo: “Alguien tiene que salir a
desmentir esto”.
Como se desprende de esa declaración, no había claridad acerca de
quién debía asumir la vocería en una crisis. Tampoco en la Onemi parecía
haber un plan de acción definido en casos como estos.
En el mismo testimonio, Juan Enrique Romero contará que cerca de la
medianoche, tras tomar contacto con Carmen Fernández, quien oficiaba de
directora subrogante de la Onemi, “planificamos respecto de estrategias a
seguir para comunicarle a la población de que todo era una falsedad, y
optamos como primera medida concurrir a los medios de comunicación”.
A raíz de esa experiencia, unos meses después del falso tsunami la
intendencia regional suscribió un acuerdo para que radio Bío Bío
oficiara de emisora oficial en caso de emergencias. Pero no es que ese
acuerdo se haya activado el 27 de febrero último, señala Piero
Mosciatti, uno de los propietarios de Bío Bío: simplemente era la única
emisora que estaba en condiciones de operar.
Lo cierto es que en 2010 no hubo oportunidad de poner en marcha
estrategia alguna. Jorge Henríquez, quien oficiaba de director de la
Oficina Regional de Emergencia del Bío Bío, sólo pudo comunicarse con la
oficina central en Santiago por pocos segundos mientras se desarrollaba
el terremoto. Después quedó incomunicado como buena parte de la
población.
Henríquez no era el único funcionario de la Oficial Regional de
Emergencia. Desde 2008 trabajaban otros tres. Sin embargo, no había
implementado un sistema de turnos para funcionar las 24 horas.
ISLA QUIRIQUINA
Desde su oficina en el centro de Concepción, donde hoy ejerce la
actividad privada, el ex fiscal Raúl Bustos recuerda que la
investigación de 2005 fue igual a buscar una aguja en un pajar. No había
claridad acerca de cómo había empezado el rumor, y en teoría, porque
nadie se hacía cargo de él, cada habitante cercano a la costa de la del
la VIII Región era un potencial testigo.
–Nuestro punto de partida fue el siguiente: para que esto haya
prendido tiene que haber sido una fuente creíble –dice el abogado.
Con este principio, el fiscal y dos policías interrogaron a decenas
de potenciales testigos, varios de los cuales coincidían en que los
primeros movimientos se habían generado en población Higueras, de amplia
presencia de marinos. Pero la pista más clara surgió cuando dieron con
dos mujeres, familiares de funcionarios de la Armada, que coincidían en
haber escuchado una alerta pública mientras se encontraban gozando de
una tarde de playa en la isla Quiriquina, sede la Escuela de Grumetes.
En
su declaración a fiscalía, Nilda Luisa Mellado Retamal aseguró haber
escuchado junto a una sobrina un llamado de alerta ante la proximidad de
un tsunami. El testimonio fue ratificado la sobrina, Miriam Elizabeth
Bravo, quien estaba casada con un sargento 1° de la Armada. En su
testimonio, que quedó adjunto a la carpeta de la investigación naval, se
lee lo siguiente:
-Cuando escuché esto me miré con la tía Nilda y le pregunté: Tía, ¿escuchaste? Y ella me miró igual de sorprendida y me dijo Sí, escuché, y nos reímos en ese momento. Nos causó gracia y ahí nosotras nos empezamos a preguntar ¿Qué vamos a hacer?, ¿por dónde vamos a arrancar? (…) Pienso que el resto (de las personas) pensó que era una broma.
Los testimonios de ambas mujeres –junto con otros elementos de
prueba– llevaron al fiscal a declararse incompetente y pasar los
antecedentes a la Fiscalía Naval de Talcahuano. La causa fue seguida por
el capitán de corbeta Juan Pablo Soteras Campos, quien ofició de fiscal
naval y completó dos gruesas carpetas con múltiples testimonios de
marinos que contradecían la tesis de su par civil. Ninguno había
escuchado algo semejante a una alerta de tsunami en la isla Quiriquina.
Ni en la isla ni en ningún otro lado. Ninguno arrancó a los cerros ni
reparó en el caos que vivía Talcahuano.
En buenas cuentas, los cerca de cincuenta funcionarios de la Armada
interrogados por el capitán de corbeta desmintieron tener relación
alguna con el origen del rumor.
El 14 de diciembre de 2005, la Fiscalía Naval de Talcahuano se
declaró incompetente por cuanto, según se lee en la resolución, “no
existe participación de personal militar” en los hechos investigados.
Sobre el fax del SHOA, indica que fue recibido en Talcahuano “por la
Comandancia en Jefe de la Segunda Zona Naval y en la Comandancia en
Jefe de la Fuerza de Submarinos, sin que ninguno de estos Mandos en Jefe
difundiera la información a sus Unidades y Reparticiones dependientes.
Por lo tanto, el mensaje nunca fue recibido en la isla Quiriquina”.
También consigna que “se interrogó al personal naval residente en (la
población) Higueras a la época de los hechos investigados, manifestando
todos que no hubo evacuación de personal naval”.
La resolución está firmada por Fernando Jiménez Loosli, capitán de
fragata y auditor naval, y por el contralmirante Daniel Arellano
Walbaum, jefe máximo de la base de Talcahuano que actúa como juez naval.
Este último oficial dejará su cargo y pasará a retiro en los mismos
días en que despachó el citado informe. En la ceremonia de despedida,
Arellano Walbaum destacó que el falso tsunami permitió extraer
enseñanzas “tanto en aspectos comunicacionales como en los sistemas de
alerta y de emergencia”.
Entonces la causa volvió al Ministerio Público y a principios de 2006 fue archivada definitivamente.
SEÑALES DE ALERTA
Lo ocurrido en 2005 fue una lección que bien pudo servir para
afrontar de mejor manera la emergencia de 2010. Un llamado de atención.
Así lo alertó una editorial del diario El Sur de Concepción publicada en
2007, a dos años del falso tsunami: “Más allá de los recuerdos de una
huida en masa, lo más evidente de aquellas horas de terror fue la nula
preparación regional para enfrentar una emergencia de semejante
magnitud”.
Las fallas en los sistemas preventivos también fueron alertados por
quien fuera director del SHOA hasta 2005. De acuerdo con cercanos al
capitán de navío Roberto Garnham Poblete, éste insistió permanentemente
ante las autoridades civiles y militares de las deficiencias de los
sistemas de alerta y emergencias ante tsunamis. Estaba convencido de que
en cualquier momento podría ocurrir un desastre de esa naturaleza. Por
ello implementó un sistema de conexión directo y permanente con el ex
director de la Onemi mediante una radio HF. Sin embargo, según las
mismas fuentes, la mayoría de sus propuestas no fueron tomadas en cuenta
por sus superiores.
También el fiscal que llevó la causa del falso tsunami se queja de no haber sido tomado en serio.
–La verdad de las cosas es que en ese tiempo estaba solo en esto. No
había ánimo de llegar a la verdad ni de formalizar a alguien, menos a
algún funcionario de la Armada. El mensaje que recibí de mis superiores
fue que esta investigación había que terminarla cuanto antes –se queja
el Raúl Bustos, sin especificar el nombre de los aludidos.
Una situación similar puede ocurrir con la investigación que
desarrolla la fiscal Solange Huerta. No porque no haya ánimo de
investigar, todo lo contrario: cuenta con apoyo institucional y desde
que se hizo cargo de la causa ha realizado un fuerte despliegue por el
centro y el sur del país en busca de antecedentes. Sin embargo, si llega
a establecer responsabilidad de funcionarios de la Armada, como parece
estar ocurriendo, se verá obligada a declararse incompetente y pasar los
antecedentes a la autoridad naval.
fuente, vìa :
http://ciperchile.cl/2010/08/25/falso-tsunami-de-2005-el-bochorno-que-anticipo-los-errores-del-272/
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