Rodolfo “Fel” Axat (a la derecha) posa junto a rugbiers de La Plata. |
Julián
tiene 34 años y dice que es mayor que su papá. Rodolfo o Fel, como gusta
llamarlo,
andaba por los 30 cuando lo secuestró un grupo de tareas
junto a su mamá. Jugaba, como él también jugó, en La Plata Rugby Club y
egresó del mismo colegio, el Nacional Rafael Hernández, de 1 y 49.
Julián acaba de descubrir una placa que perpetuará su apellido, como ya
pasó con otros apellidos. Dice: “Aula Rodolfo Jorge Axat- Víctima del
terrorismo de Estado”. Cuando desapareció en el centro clandestino de
detención La Cacha, Fel animaba a sus compañeros tabicados cantándoles
una canción de Domenico Modugno: “El hombre en frac”. Curiosidad azarosa
o destino premeditado, qué importa, “lo mejor es que sin saberlo, y
¡por pura casualidad!, el aula de mi papá es el Salón de Música del
colegio”, cuenta asombrado Julián. Desde septiembre de 2004, el “Nacio”,
como lo llaman sus docentes y alumnos con afecto, repite esta clase de
homenajes entre los 96 estudiantes desaparecidos por la última dictadura
cívico-militar o asesinados por la Triple A. Fernando Cordero, Marcelo
Bettini, Eduardo Navajas Jáuregui, Santiago Sánchez Viamonte, Alfredo
Reboredo y Mario Mercader completan el imaginario equipo de seven con
sus nombres grabados en seis aulas distintas. Todos lucieron con orgullo
la camiseta amarilla del club de Gonnet. Diecisiete siguen
desaparecidos.
El jueves pasado, Julián, su tío Raúl, las infaltables madres de los
pañuelos blancos, un par de compañeros de estudios y rugby de Fel,
Alberto “Naka” Pérez Alzueta, Eduardo Bustillo, Ricardo “Tite” Elicabe y
Carlos “El Flaco” Carrera, la rectora del Colegio Nacional, María José
Arias Mercader y militantes de La Cámpora, homenajearon al militante
desaparecido el 12 de abril de 1977. Desde septiembre de 2004, el
centenario instituto educativo que depende de la Universidad de La Plata
(se fundó en 1885) les rinde tributo a sus alumnos víctimas del
terrorismo de Estado. Al primero que se le colocó su nombre en un aula
fue a Claudio de Acha, uno de los secundarios secuestrado en La Noche de
los Lápices. Rodolfo Axat es el último de esa larga lista que, además
de los siete rugbiers del club La Plata, integran Graciela Pernas
Martino, Claudio Tolosa, Joaquín Areta, Roberto Rocamora, José Abel
Fuks, Rubén Fossati, Julio y Ricardo Poce; Marcelo, Pablo y Rafael
Tello; Gustavo Ogando, Pedro Disalvo, Roberto y Horacio Rivelli.“Mi viejo era un jugador multifunción: jugó de ala, de centro y de apertura. Se caracterizaba por cierta rapidez en el juego. Lo que más le gustaba era salir de gira y cuando llegaba el momento del tercer tiempo”, lo describe Julián, que compartió el puesto de tercera línea con su padre. Los dos jugaron casi hasta la misma edad: dieciocho Fel, diecisiete él. La Plata Rugby Club comenzó a recordar oficialmente las historias de sus desaparecidos cuando cumplió 72 años, el 20 de marzo de 2006. Ese día homenajeó a sus diecisiete jugadores con la colocación de una plaqueta en su sede social. Memoria que se prolonga en las notas de la revista oficial que diseña el wing Augusto Ramos y escribe el full back Dimas Suffern Quirno. “Memoria para recordar a aquellos 17 jugadores de nuestro club que fueron desaparecidos o asesinados por una dictadura militar nefasta, un odio que muchos no llegamos a conocer pero que siempre nos tocó bien de cerca”, escribieron en un editorial del 2010 que acompaña una extensa y sentida nota de José Supera donde se relata cómo durante una gira por Europa en 1975 el plantel superior se enteró del asesinato del medio scrum Hernán Roca a manos de la Triple A.
La fotografía sepiada de Fel junto a Pérez Alzueta y Bustillo, sus compañeros de equipo en la década del 60, no desentonaría en la moderna revista que también homenajeó al Chueco Sánchez Viamonte, un fenómeno del rugby para quienes lo vieron jugar y militante desaparecido del PCML (Partido Comunista Marxista Leninista) igual que Pablo Balut, otro jugador de los ’70 que fue secuestrado junto con él en Mar del Plata.
Axat era mayor que los integrantes del equipo que salió campeón del seven nocturno de DAOM en 1972. Ya había abandonado el juego y el Colegio Nacional, del que egresó en 1964, para compartir los estudios de medicina y filosofía con la militancia revolucionaria, primero en las FAR y después en Montoneros. Su hijo recuerda que antes de ingresar a esas organizaciones guerrilleras había conocido a Silo, el dirigente mendocino que fundó el Partido Humanista, con quien compartió sus ideas hasta que John William Cooke le marcó otro rumbo con su pensamiento simbiótico entre el peronismo y el marxismo.
Crítico de ciertos aspectos de la política militarista de Montoneros, como lo constató Julián en sus múltiples indagaciones sobre el pasado, su padre fue juzgado y condenado a cambiar la condición de clandestino en que militaba para proletarizarse en el Frigorífico Swift de Berisso. En 1972, Fel conoció a Ana Inés Della Croce, su compañera también desaparecida y al año siguiente, el 20 de junio de 1973, sería baleado en una pierna durante la masacre de Ezeiza.
“En abril de 1977 alguien lo canta, un grupo de tareas se presenta en una inmobiliaria conocida de La Plata y exige que se le informe el domicilio de mi viejo y si tenía alquilado algo a su nombre. Los militares van a la casa de Ringuelet donde vivíamos –yo tenía siete meses– y la dan vuelta de arriba abajo. Pero nosotros habíamos ido a dormir al departamento de mi abuela en el centro de La Plata porque el dueño de la inmobiliaria le avisó a mi abuelo que lo habían ido a ver los de la patota. A eso de las tres de la mañana del 12 de abril los milicos tocaron el timbre y se llevaron a mis viejos. Desde ese momento yo me quedé viviendo con mi tía Cristina, la hermana de mi mamá, hasta los 21 años”, cuenta este joven abogado del fuero penal de menores platense. Poeta aficionado, en su blog Los detectives salvajes –llamado así por la novela del escritor chileno Roberto Bolaño– cohabitan sus versos y algunas historias que recopiló con paciencia de artesano. Hablan sobre la represión en la dictadura y el rugby, que marcó a las dos últimas generaciones de su familia. Pero, sobre todo, destacan el espíritu con que Rodolfo, su padre, afrontó el cautiverio y la tortura inevitable.
“Según me contaron, muchos de los que estaban secuestrados junto con él lo seguían y cantaban ese tema de Domenico Modugno, “El hombre en frac”. A veces lo hacían fuerte y a veces bajito”. La canción comienza así: “Dormida está la calle/ la noche es muda y fría/ No deja en su agonía/ ni un rumor en la ciudad”. En el acto donde se descubrió la placa que recuerda a su padre, Julián lo quiso homenajear leyendo su letra. “No se asusten, es medio bizarra, pero vale”, se despidió el autor de “Los canarios románticos”, un poema tributo a los 17 desaparecidos del La Plata Rugby Club.
Vìa :
http://www.pagina12.com.ar/diario/deportes/8-168178-2011-05-15.html
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