Ningún totalitarismo ha estado exento de masivos accidentes
nucleares, sean estatales, sean neoliberales, cuando los errores humanos de
juicio y operación han contribuido determinantemente en su detonación.
Por Alfredo Jalife-Rahme - La Jornada, México
Tampoco cierto tipo de humanos requiere de "accidentes" para lanzar
sus bombas radiactivas a las poblaciones civiles, como fue el caso de
Hiroshima y Nagasaki devastadas por Estados Unidos.
Según el libro La decisión de usar la bomba atómica y la arquitectura
de un mito estadounidense (Knopf, 1995), de Gar Alperovitz, basado en
documentos desclasificados, Estados Unidos lanzó sus dos bombas radiactivas
para prevenir una invasión de la URSS a Japón, sin haber importado el "daño
colateral". ¡La demencia total!
El primer accidente en la isla de Tres Millas (Estados Unidos) en 1979 fue
de corte neoliberal y su propiedad pertenecía a la antecesora bursátil de
First Energy Co.
La planta de Chernobil, manejada por la URSS, es la única en haber
alcanzado "el nivel 7" en la Escala Internacional de Eventos Nucleares (INES,
por sus siglas en inglés) de la Agencia Internacional de Energía Atómica
(AIEA), hoy fatídicamente dirigida por el japonés Yukiya Amano (tan duro con
el proyecto civil atómico iraní y cuán dócil con la planta bélica clandestina
israelí de Dimona).
Chernobil devastó la economía soviética y fue uno de los detonantes de su
disolución tres años más tarde.
La empresa privada TEPCO –primera entre 10 de Japón y cuarta del mundo
(detrás de las germanas E.ON y RWE, y Electricité de France)– es a la
industria eléctrica lo que la anglosajona BP es al mundo petrolero: sus
depredaciones y mendacidades no son "accidentales", sino adictivos.
Hace nueve años la contaminadora nuclear TEPCO había ocultado y falsificado
anomalías en sus plantas, lo que llevó al cierre de 17 reactores.
Stephanie Cooke documenta en su libro, que resultó premonitorio –En
manos mortales: una historia preventiva de la era nuclear (Bloomsbury,
2009)–, que TEPCO confesó "más de 200 (¡súper sic!) incidentes durante dos
décadas entre 1977 y 2002 de haber sometido falsos datos técnicos a las
autoridades".
En un caso sensiblemente tan delicado como el nuclear, donde se encuentran
en riesgo la salud y la integridad sico-física de los ciudadanos, no se puede
confiar en los datos de trasnacionales volcadas en maximizar el lucro, ni
mucho menos, en los "avales" y "vales" de gobiernos coludidos.
Con la venia de las hilarantes "reguladoras" seudoestatales –que
vigilan más la continuidad de las ganancias de las depredadoras empresas
privadas que la seguridad y salud de los ciudadanos, a quienes falsamente
pretenden proteger–, TEPCO ocultó numerosos "incidentes" nucleares, entre
ellos uno "muy crítico" en 1978.
El terremoto de 2008 ya había orillado a que TEPCO cerrara la planta
nuclear de Kashiwazaki-Kariwa.
Wikileaks ha filtrado que las obsoletas plantas niponas (de "segunda
generación", cuando nos encontramos en la "cuarta generación") no
están diseñadas para soportar un temblor mayor a los 7 grados Richter. El
terremoto, al unísono del tsunami, que dañó los reactores de Fukushima, fue de
9 grados Richter, es decir, sucedió lo que "técnicamente" tenía que
acontecer.
Hechos
Todavía los ciudadanos del mundo no nos reponemos del pánico
ambiental propiciado en el Golfo de México por la criminal petrolera privada
anglosajona BP (en colusión con Schlumberger/Transocean, Halliburton y
tutti quanti) cuando la irresponsablemente criminal TEPCO –que
impúdicamente ostenta el logotipo mutante de Mickey Mouse (no es broma), pese
a su alta letalidad ambiental nada cómica–, ha arrojado al mar aledaño 11 mil
500 toneladas de agua radiactiva (que sirvió para enfriar los reactores
averiados), lo que ha perturbado a China y Corea del Sur y ha obligado a India
a cesar su importación de alimentos de Japón, cuya industria pesquera deja
alrededor de 18 mil millones de dólares al año (insignificante en su
economía).
Está bien que no sean responsables de la conducta de los pérfidos vientos en
su propagación radiactiva de isótopos nocivos para la salud, ni de su
decantación aleatoria en los suelos, ¿pero cómo permitió el gobierno de Japón
que TEPCO contamine unilateral y deliberadamente el océano, que no es su
propiedad? ¿Goza TEPCO de licencia neoliberal para asesinar?
El periodista israelí Victor Kotsev es sumamente feroz, aunque un tanto
exagerado (Asia Times, 7/4/11), y cita a Yukio Edano, secretario del
jefe del gabinete nipón, quien admitió que el derrame incontrolado (sic) de
contaminación radiactiva "tendrá un inmenso (sic) impacto en el océano".
Las olas de los mares son tan pérfidas como la dirección de los vientos y se
teme que el isótopo cesio 137, con una vida media de 30 años, se incorpore a la
cadena alimentaria local y regional. ¿Quién deseará degustar sushi
radiactivo?
Quizá sea excesivo cesar la compra de aparatos electrónicos y automóviles
japoneses, pero tales son las reacciones de los consumidores presas del pánico
radiactivo.
Mas allá de la construcción de carros eléctricos, es hediondamente
sicalíptica la confabulación de TEPCO con el Ministerio de Economía, Comercio e
Industria (METI, por sus siglas en inglés), que supuestamente "regula" los
59 reactores nucleares de Japón.
Toru Ishida, anterior funcionario de energía de METI, es ahora prominente
asesor de TEPCO (The Economist, 31/3/11). ¿No es acaso la tónica
imperante en el “México neoliberal itamita”?
Con tantas mentiras radiactivas de TEPCO, ¿quién garantiza a los ciudadanos
del norte asiático que los reactores de Fukushima no se encuentren ya en el "
nivel 7" de percance nuclear?
El peor escenario: el destino del plutonio 239 (¡con una vida media de 24 mil
200 años!), proveniente de la fisión del uranio y principal componente de las
bombas atómicas.
Un millonésimo de gramo de plutonio, el químico más tóxico conocido hasta
ahora, puede provocar cáncer. Peor aún: vivir con este temor basta para un
duradero trauma sicológico.
En forma cobarde, Masataka Shimizu, director malhadado y maligno de TEPCO, se
fue a esconder a un hospital con sus datos falsos.
TEPCO ha perdido "casi 85 por ciento de su capitalización de mercado desde
el inicio de la crisis" (The Financial Times, 6/4/11) y ha sido
amenazada por un miembro del gobierno, Koichiro Gemba, con ser nacionalizada.
Reporteros de Der Spiegel (14/3/11) aducen que "el hecho que un
desastre nuclear pueda (sic) ocurrir en la tierra de robots y carros eléctricos
marca el punto de inflexión en la historia de la tecnología"; concluyen que
"sea probable que Fukushima simbolice el fin del sueño de una energía nuclear
manejable y la concientización de que esta forma de energía se encuentra fuera
de control".
Y eso que aún no está resuelto el grave problema de los desechos nucleares…
Conclusión
Sin contar las indelebles cicatrices radiactivas de Hiroshima y
Nagasaki, el último país de la Vía Láctea que deba y pueda poseer plantas
nucleares es Japón, debido a sus condiciones adversamente inhóspitas en un
ambiente de terremotos, tsunamis y tifones y, más que nada, a su entorno
neoliberal salvaje que coloca el lucro por encima de la inalienable seguridad
sico-fisiológica de los ciudadanos y la intransferible seguridad ecológica de
todos los seres vivientes de la creación.
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