No más violencia, cartón de Rocha
La violencia en Cuernavaca
Ricardo Venegas
Hay más policías que ganas de vivir
Marco Antonio Montes de Oca
Se
conoce a la ciudad de Medellín, Colombia, como “la ciudad de la eterna
primavera”, tal como Humboldt bautizara en sus exploraciones a
Cuernavaca, a la cual José Emillio Pacheco ha renombrado como “la
ciudad de la eterna balacera”; a decir de muchos creadores y ciudadanos
de Morelos, nunca se había visto una ola de violencia tal: amenazas
que van desde el envío de correos electrónicos que anunciaban en meses
anteriores el enfrentamiento de bandos contrarios del crimen organizado
un viernes por la noche, motivo por el cual se alertaba a la población
con un “toque de queda” para que nadie saliera a la calle desde
temprana hora. Se criticó al presidente municipal de Cuernavaca, Manuel
Martínez Garrigós, por haber agachado la cabeza con temor en vez de
garantizar la seguridad de los ciudadanos, sus ciudadanos. La aparición
inédita de varios hombres colgados en un puente hace algunos meses
nos dejó atónitos, no porque fuera imposible que ocurriera en algún
lugar del planeta, sino porque Cuernavaca, la ciudad de reposo de
Alfonso Reyes (“¡A Cuernavaca voy/ dulce retiro!”, dice el poema), en
donde Malcolm Lowry consumó su gran novela Bajo el volcán, el
lugar de trabajo del pintor Roberto Montenegro, donde tuvo una casa
Diego Rivera, el sitio donde Cortés estableció su Palacio, la capital
del estado en el que nació Emiliano Zapata (“tierra y libertad”),
tenía otro rostro.Marco Antonio Montes de Oca
Los muertos reportados (ya son más de 450 de 2009 a la fecha en Morelos) no siempre aparecen en las notas de los diarios locales, el gobierno le teme a la palabra “terrorismo”, pero la población civil está siendo masacrada, se omite gran parte de la trama. Prensa pagada, simulación por intereses espurios. La muerte de Juan Francisco Sicilia Ortega, hijo del reconocido poeta, novelista y ensayista Javier Sicilia, puso el dedo en la llaga: Morelos se ha convertido en pueblo sin ley ni gobierno, víctima de las imposiciones (¿la sociedad civil solicitó que las calles estuvieran repletas de militares?), uno de esos atropellos es el de la bailarina Martha Ketchum Mejía, quien nunca fue nombrada funcionaria por la sociedad morelense, consentida de Marco Adame y directora del Instituto de Cultura de Morelos, de quien se esperaba un pronunciamiento de apoyo a Sicilia y a la comunidad artística, por tratarse de un caso que atañe a la cultura (el gobernador tardó cuatro días en pronunciarse, casi como una burla); el día en que se ofrendaron veladoras y poemas en la Plaza de Armas, en homenaje a Juan Francisco Sicilia y a los caídos con él, envió a varios de sus colaboradores, evidenciando las viejas prácticas de Gobernación de usar “orejas” para informarse, ¿no hubiera sido más fácil que fuera personalmente?, quizá no porque la comunidad artística le ha externado repudio a su nefasta gestión (documentado en diarios locales): la cultura de la incultura. “Manos limpias” era el eslogan de la campaña blanquiazul. Manos sucias, ensangrentadas. Voracidad panista. ¿“Tierra de libertad y trabajo”? Es más fácil para una Procuraduría de Justicia vincular con el crimen organizado a las víctimas de la delincuencia que trabajar en una investigación seria.
No importa la trayectoria ni el tiempo invertido en las aulas de una universidad, si se es amigo del gobernador es posible trabajar sin título y cobrar, incluso, sin trabajar. Las manifestaciones y marchas de ciudadanos, escritores y creadores de diversas disciplinas en las afueras del Palacio de Gobierno en Cuernavaca, a lo largo de dos semanas, han desvelado la realidad imperante en Morelos: la corrupción en todos los niveles es alarmante. El estado de derecho se ha diluido, los cuerpos de personas aparecen diariamente por doquier. Y si uno se sorprendía leyendo los cuentos tremendistas de Rubem Fonseca, ahora muchas historias de la ficción parecen livianas.
El gobernador más pusilánime que ha tenido Morelos prometió justicia para salir del paso. “No queremos más chivos expiatorios”, ha reclamado Sicilia. Al estilo de las publicaciones del siglo XIX mexicano, que tenían un público ilustrado y no morboso e ignaro, los diarios locales de Cuernavaca tienen lectores seguros en aquellos que esperan ver, más que leer, las fotos de aquellos que han sido abatidos (descuartizados, degollados, desollados…) tristemente por la violencia. ¿Cómo es posible que en México se invierta más en violencia que en cultura y educación? ¿Qué expectativas de vida tiene un joven en un país colombianizado?
Un amigo que el miércoles de la semana pasada transitaba por el ejido de la colonia Acapantzingo vio a su paso unos bultos extraños y se detuvo: eran los cuerpos de tres personas en bolsas de plástico (en los diarios sólo se reportó uno).
Diputados del PRD y del PRI preparan juicio político para el gobernador de Morelos; los legisladores han puesto en tela de juicio la secrecía de la denuncia anónima, ¿no es estúpido que promuevan la denuncia si no otorgan ninguna garantía de seguridad?; espantoso hallazgo ha sido comprobar que quienes deberían velar por la protección del ciudadano son los que lo llevan a la boca del lobo. Sería mejor y más verosímil que la PGR advirtiera en sus promocionales: “Si estás cansado de esta vida denuncia a un narco, a un policía o a un funcionario, garantizamos que te mueres.” Grupos de camionetas del ejército recorren la ciudad siguiendo el guión de la obra de teatro del dramaturgo Marco Antonio Adame Castillo, “¿Y si los muertos se apellidaran Adame o Calderón?”, “no más sangre, no más violencia”, clama el público de la que quiere volver a ser “la eterna primavera”.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/04/10/sem-ricardo.html
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