Cuando se anunció la temprana llegada de Álex al
territorio nacional ni los funcionarios ni la población creyeron que
ocasionaría tanta destrucción. Era una simple tormenta, convertida de
pronto en huracán de baja intensidad y nuevamente en tormenta. Hoy Álex
nos demuestra a todos cómo el agua causa serios problemas por falta de
previsión, por no combatir la pobreza y la desigualdad y no hacer obra
pública de calidad; por dejar que las ciudades y las poblaciones rurales
crezcan sin planeación alguna; por permitir asentamientos humanos en
áreas expuestas a los fenómenos naturales. Sirve para recordarnos que no
hay que confiar en las declaraciones de los funcionarios cuando afirman
que la población se encuentra protegida de los efectos nocivos que
pueden traer los huracanes, las lluvias intensas.
Álex llevó agua como nunca a Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila. Pero en vez de que fuera para bien de todos encontró campo propicio para la destrucción. Como el sector público lleva décadas ignorando los mínimos principios de planificación, las ciudades crecen sin control, con una infraestructura de mala calidad e insuficiente. El ejemplo más sorprendente es Monterrey en cuanto a su caótica expansión urbana, su drenaje, la red de agua potable y la vialidad. Parte de esta última se trazó robando espacio a la ribera del río Santa Catarina. Se olvidaron pronto de los estragos que causó este río cuando el huracánGilberto. En otras regiones y ciudades afectadas por Álex la obra pública y los asentamientos humanos también se fincaron en o cerca de los lechos de ríos y arroyos que reviven impetuosos cuando llueve con intensidad; o aguas abajo de las presas y en los cerros. Primero los negocios de las mafias político-empresariales y en último lugar la protección civil, la seguridad de las familias que, por pobreza y falta de programas oficiales que las beneficien, levantan sus precarias viviendas en los lugares menos seguros. Esas mafias no pagarán el costo social y económico de este nuevo desastre. Recaerá, como es costumbre, sobre los miles que perdieron su escaso patrimonio. Esas mafias, bien conocidas en las entidades afectadas, se beneficiarán ahora con los programas de reconstrucción. Programas que, como es costumbre, se elaboran a las volandas y no son la solución óptima de los problemas.
Álex llevó agua como nunca a Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila. Pero en vez de que fuera para bien de todos encontró campo propicio para la destrucción. Como el sector público lleva décadas ignorando los mínimos principios de planificación, las ciudades crecen sin control, con una infraestructura de mala calidad e insuficiente. El ejemplo más sorprendente es Monterrey en cuanto a su caótica expansión urbana, su drenaje, la red de agua potable y la vialidad. Parte de esta última se trazó robando espacio a la ribera del río Santa Catarina. Se olvidaron pronto de los estragos que causó este río cuando el huracánGilberto. En otras regiones y ciudades afectadas por Álex la obra pública y los asentamientos humanos también se fincaron en o cerca de los lechos de ríos y arroyos que reviven impetuosos cuando llueve con intensidad; o aguas abajo de las presas y en los cerros. Primero los negocios de las mafias político-empresariales y en último lugar la protección civil, la seguridad de las familias que, por pobreza y falta de programas oficiales que las beneficien, levantan sus precarias viviendas en los lugares menos seguros. Esas mafias no pagarán el costo social y económico de este nuevo desastre. Recaerá, como es costumbre, sobre los miles que perdieron su escaso patrimonio. Esas mafias, bien conocidas en las entidades afectadas, se beneficiarán ahora con los programas de reconstrucción. Programas que, como es costumbre, se elaboran a las volandas y no son la solución óptima de los problemas.
Álex
también reveló que, por la erosión que ocasiona la deforestación, por
no poner la basura en su lugar, las cuencas hidrográficas norteñas (y
las del resto del país) y sus redes alimentadoras se encuentran
azolvadas, perdiendo así parte de su capacidad de conducir el agua de
lluvia. A su vez, las presas registran menos capacidad de almacenamiento
porque sus vasos de captación se encuentran igualmente azolvados por la
tierra fruto de la erosión, por la basura. Tampoco tienen mantenimiento
adecuado. El mejor ejemplo: la Venustiano Carranza. No sorprende
entonces que, cuando llueve intensamente, el agua, que tiene memoria,
inunde poblados, arrase con viviendas, obra pública y cosechas.
Los funcionarios justifican su ineptitud repitiendo que llovió como nunca en el noreste del país. Lo mismo dicen cuando se inunda Chalco o se desbordan los ríos en Chiapas, Oaxaca, Veracruz y Tabasco. En México, el agua que tanta falta hace, por desidia oficial es hoy amenaza, el peor de los males.
Los funcionarios prometen también cada sexenio no más asentamientos irregulares, en sitios peligrosos, frágiles, para así proteger a la población. Pero ahí están, creciendo año con año con la pobreza, la desigualdad social y económica, la falta de empleo y apoyo a la construcción de viviendas dignas, seguras.
Ha llovido mucho en el norte y cuando menos se esperaba. A medida que baja el nivel de las aguas en ríos y poblados inundados, se revela la magnitud del desastre y cómo nos esperan otros, si las autoridades no hacen el trabajo al que por ley están obligadas y por el cual cobran puntualmente. Porque, si no fallan los pronósticos de los especialistas, varios huracanes de alta intensidad tocarán este año nuestro territorio.
En el norte, de nuevo las promesas oficiales se las llevó el agua.
Los funcionarios justifican su ineptitud repitiendo que llovió como nunca en el noreste del país. Lo mismo dicen cuando se inunda Chalco o se desbordan los ríos en Chiapas, Oaxaca, Veracruz y Tabasco. En México, el agua que tanta falta hace, por desidia oficial es hoy amenaza, el peor de los males.
Los funcionarios prometen también cada sexenio no más asentamientos irregulares, en sitios peligrosos, frágiles, para así proteger a la población. Pero ahí están, creciendo año con año con la pobreza, la desigualdad social y económica, la falta de empleo y apoyo a la construcción de viviendas dignas, seguras.
Ha llovido mucho en el norte y cuando menos se esperaba. A medida que baja el nivel de las aguas en ríos y poblados inundados, se revela la magnitud del desastre y cómo nos esperan otros, si las autoridades no hacen el trabajo al que por ley están obligadas y por el cual cobran puntualmente. Porque, si no fallan los pronósticos de los especialistas, varios huracanes de alta intensidad tocarán este año nuestro territorio.
En el norte, de nuevo las promesas oficiales se las llevó el agua.
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