"El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es
lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes
es la oportunidad”: Víctor Hugo (1802-1885).
Sin
brújula, como ha estado en las últimas semanas el Presidente Felipe
Calderón, a partir de ahora comenzará a ser el solitario de
Los Pinos. Sin algo que celebrar, porque a tres años y medio de su
sexenio no tiene logros mayores, como tampoco se propuso metas
importantes desde el principio y menos los tendrá hoy que su partido ha
perdido credibilidad en el país.
El
problema para Calderón es que si su principal apuesta de gobierno, la
de proporcionar seguridad a la población la está perdiendo —y de paso
ha desgastado al Ejército en la guerra contra del crimen organizado—,
entonces nada le queda por hacer. Porque sus miras cortoplacistas le
impidieron diagnosticar para planificar cómo resolver los problemas más
urgentes del país, que son cuantiosos.
Y
derrotado su partido, como resultó en las urnas el 4 de julio pasado,
desde ya tendrá menos respaldo político para su gestión. Y aún para
convocar, como lo hizo recién, a las fuerzas políticas con el afán de
buscar solución para la crisis sistemática que está ocurriendo en el
país, en buena medida por la carencia de una propuesta gubernamental, y
su fallida estrategia contra las drogas desde el inicio de su sexenio.
Calderón es el gran perdedor.
Hacia
adelante queda muy poco para el presidente en turno. Continuar con
una lucha sin cuartel prometiendo combatir y controlar al crimen
organizado y el narcotráfico. Pero seguirá fallando, empeorará el país, y
se profundizará su desgaste. Es decir, que su Presidencia se debilitará
y la situación será todavía más complicada para México.
Políticamente su partido no tiene mucho qué
ofrecerle como pudiera ser respaldar a Calderón en esta coyuntura, más
allá de los revires electoreros del pasado reciente. Porque el PAN está
en declive. En gran medida como consecuencia de un gobierno fallido. Si
el PRI resultó ser el ganador durante la pasada elección con nueve de
las doce gubernaturas en la bolsa, el PAN y el Presidente son los
perdedores. Desde luego que también el PRD declinó, porque malogró la
gubernatura importante de Zacatecas.
Y
lo que se llevaron PAN-PRD en alianza en Puebla, Oaxaca y Sinaloa, no
fue por méritos electorales de ambos, sino más bien como saldo de los
propios gobernadores salientes que hicieron mal su trabajo y se ganaron
el rechazo de la población local.
Por
un lado, el clima de violencia y el saldo sangriento de tanta
represión orquestada por Ulises Ruiz en Oaxaca. No sólo a la APPO y la
sección 22 del SNTE en 2006, sino a la población en general en todo el
periodo gubernamental. Por las mismas anduvo en el escándalo por la red
de pederastia destapada por Lydia Cacho, el gobernador Mario Marín en
Puebla y sus compinches. Ambos gobernadores caciquiles, dignos herederos
de las conductas del viejo PRI, se juntaron para unir a los ciudadanos
locales en su contra, y votaron por la otra opción.
Y dicha otra opción no la
representan tanto los partidos como los candidatos de esos partidos.
Porque no había tampoco más alternativas, en general. Es el caso de
Gabino Cué, de Rafael Moreno Valle. Y de Mario López Valdés en Sinaloa,
que también es para la coalición PAN-PRD-PT-Convergencia. Y en
particular, debido al abandono del gobernador actual a la problemática
en aumento del narcotráfico en las tierras del cártel de Sinaloa que
encabeza Joaquín el Chapo Guzmán.
En
otras palabras, ni el PAN ni el PRD ganaron por méritos propios cuanto
por el repudio bien ganado de los gobernadores caciques del PRI. Pero el
PRI, en cambio, les arrebató espacios importantes, también por
rebatingas internas como es el caso de Zacatecas al PRD, en donde ni
Amalia García ni Ricardo Monreal lograron el consenso para marchar
juntos contra un frágil candidato; y Tlaxcala como Aguascalientes al
PAN, ya por un divisionismo panista interno o por entregar de plano la
gubernatura al PRI.
Es decir,
que el 4 de julio despejó, además, algunas hipótesis importantes sobre
el proceso político y electoral presente en el país. No se olvide que,
sumado a lo que suceda en el 2011 con elecciones clave como la
gubernatura por el Estado de México (y otras entidades), se perfilará
con claridad lo que ocurra en el 2012, cuando haya relevo en la silla
presidencial.
La tendencia
más clara parece ser que el PRI regresará a Los Pinos. Nada
hay seguro todavía. Si el saldo cruzado en las boletas electorales es
de rechazo generalizado para el PAN. Todavía le falta cosechar al PRD.
El costo que tendrá que pagar el partido colocado a la izquierda del
espectro ideológico y político del país, todavía no aparece. Se verá
llegado el momento, cuando el ciudadano le cobre la factura por aliarse
con la derecha, sólo para ganar espacios dejando a un lado los
principios.
Luego entonces,
la tendencia es clara. La población ya no quiere al PAN en el
poder. Por mucho y que los líderes partidistas —César Nava como
presidente del PAN y Jesús Ortega como el líder del PRD— aseguren lo
contrario. La realidad será cruda para los dos. No obstante se erige el
principio de que las alianzas funcionan. Y eso agrupará a los partidos,
ya a partir del 2011. Algo similar ocurrirá en el 2012. El PAN dice que
irá solo. Pero es la única opción que tiene el PAN para mantenerse en la
Presidencia de la República: aliarse sin mirar con quién. Así sea
nuevamente con el PRD.
Mientras
tanto, envuelto en la trifulca electoral y de las falsas alianzas, lo
que el PAN no ve todavía es el desgaste presidencial. Y que Calderón no
tiene muchas opciones, más allá de gobernar con discursos desde la
televisión. Pero hacia adelante, falta todavía lo que proponga el PRI.
Como partido ganador tampoco puede seguir alentando o sosteniendo a
gobernadores caciques, como los que recién perdieron la elección.
Ahora lo importante no es que el PRI haya ganado
elecciones, sino qué clase de PRI es el que ganó y el que estará de
regreso en Los Pinos. Mientras tanto, Felipe Calderón felicita a los
candidatos ganadores. Frente al vacío de poder que solito se ha creado
en su entorno, no le queda otra que seguir. Ahora solo y sin rumbo. Son
algunas de las lecciones de este proceso electoral.
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