Frank Brunner / Berlín (Alemania)*
- Foto: Christian Ditsch.
En realidad, Enver Simsek no debería
haber estado en Núremberg
aquel 9 de septiembre del 2000.
Pero su empleado estaba enfermo y
fue por eso que aquel vendedor de
flores de 38 años se puso en camino.
Unas pocas horas más tarde caía
al suelo víctima de ocho balazos.
Simsek es la primera víctima de una
serie de asesinatos en la que fallecieron
nueve emigrantes (ocho turco-
alemanes y un griego), así como
una joven policía. Esta historia no
va sólo de neonazis, los clandestinos
nacionalsocialistas (Nationalsozialistischer
Untergrund [NSU],
en alemán). Es también la cronología
de un escándalo. Aunque la policía
y los servicios secretos conocían
a los dos hombres y a la mujer
que cometieron los asesinatos, los
tres llevaron una vida cuasinormal.
Un final de película
En noviembre de 2011 terminó la
huida de los neonazis. Después de
asaltar un banco, dos hombres
abandonaban la escena del crimen,
según un testigo. Según la versión
oficial, los dos radicales de derechas
se suicidaron poco antes de la posible
detención. La cómplice está desde
entonces en prisión preventiva y
se niega a declarar. Hace unos días,
una comisión de investigación a
cargo de un juez que formó parte
del Constitucional publicó un informe
sobre el trabajo de los servicios
de inteligencia en relación al
caso. El informe, de 273 páginas,
documenta la extensión de los fallos
de la investigación, que hace
difícil creer que solamente se trate
de incompetencia.
Echemos una ojeada al pasado.
En 1996 se formó la organización
neonazi Protectores de la Patria
Turingia (TuringischeHeimatschutz,
en alemán). Uno de sus líderes es
Tino Brandt, que al mismo tiempo
trabajó como confidente para el centro
nacional de inteligencia. También
las tres personas que más tarde
constituirían la NSU fueron miembros
activos de dicha organización.
En enero de 1998, la policía hizo un
registro en un garaje alquilado por
el trío y encontró material explosivo
y bombas de fabricación casera.
A pesar de la operación, los
neonazis consiguieron huir. Se
instalaron a cien kilómetros de su
pueblo natal. Según la investigación,
el servicio secreto alemán
aconsejó a los padres de uno de
los neonazis que se comunicasen
con su hijo solamente a través de
cabinas de teléfono públicas, ya
que la policía tenía pinchado su
teléfono. Ya en 1999 se podría haber
detectado a los tres neonazis.
La unidad policial especializada
que estaba planeando su detención
fue anulada. Los motivos
aún no han sido explicados por el
ministro responsable.
Para financiar su vida en la ilegalidad,
los nazis atracaban bancos.
A finales de 2000, tuvo lugar
el primer atentado en una estación
de tren de Düsseldorf. Diez inmigrantes
resultaron heridos. Unas
semanas más tarde comenzó la serie
de asesinatos. Por qué acabó
en 2007 sigue siendo un misterio.
Lo que es seguro es que los investigadores
ignoraron todas las
pruebas que apuntaban a la extrema
derecha. En lugar de eso, los
criminalistas sospecharon de los
asesinados y de sus allegados. La
policía supuso que los disparos
eran consecuencia de confrontaciones
entre bandas turcas de vendedores
de drogas. Los medios hablaron
de los “asesinos del Döner”,
de un “mundo paralelo impenetrable
de los turcos” que “protege a
los asesinos”. Mientras, en la escena
de la derecha no era ningún secreto
quién estaba detrás de los
asesinatos. “Muchas gracias al
NSU que ha dado sus frutos. La lucha
continúa”, se podía leer en
2002 en el diario de extrema derecha
El Lobo Blanco (Der weisse
Wolf). El responsable de la publicación
era un neonazi que hoy se
sienta en el Parlamento de
Mecklemburgo-Pomerania
Occidental con el partido de extrema
derecha NPD.
Una mirada al trabajo de los
“Guardianes de la Constitución”
(así se llama en alemán el servicio
de inteligencia) arroja raras incongruencias.
Un ejemplo: antes de
que la terrorista del NSU Beate
Zschäpe se presentase ante la policía,
voló por los aires la guarida del
trío, una casa en la ciudad de
Zwickau. En las ruinas aparecieron
varios “papeles ilegales”. “Estos pasaportes
los reciben normalmente
los informantes encubiertos que
trabajan para los servicios de información
del Estado”, dijo el diputado
del conservador CSU Hans-
Peter Uhl.
Otro ejemplo: en el caso
jugó un importante papel el por
aquel entonces jefe del servicio de
inteligencia de Turingia, Helmut
Roewer. En 2000 fue despedido
después de que se conociese que
había pagado 25.000 euros a un conocido
neonazi. “Había una gran
camaradería entre la inteligencia y
la extrema derecha, que convivían
en una atmósfera amistosa“, dice
Bodo Ramelow, el jefe del partido
Die Linke en Turingia. Para él está
claro que el servicio de inteligencia
tuvo algo que ver con la desaparición
del trío de neonazis. También
queda por aclarar el hecho de que
el asesinato de Halit Yozgat, en
2006 en Kassel, se produjese enfrente
de un cibercafé propiedad de
un funcionario del servicio secreto
del Estado de Hesse.
Esta alianza entre el servicio secreto
y los neonazis no es nueva.
En 2002 fracasó un intento de prohibir
el partido NPD. El motivo: importantes
funcionarios de ese partido
trabajaban también para el servicio
de inteligencia alemán.
Vìa:
http://diagonalperiodico.net/La-inteligencia-alemana-vinculada.html
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