Con ‘Colombia Invisible’ nos enfrentamos a las causas de una guerra.
Durante 65 minutos veremos al presidente Juan Manuel Santos inaugurar
con champagne un megaproyecto español mientras los niños desplazados por
este, mueren a pocos metros...
Entenderemos por qué los trabajadores bananeros arriesgan sus
vidas, pero también escucharemos soluciones, las que Unai Aranzadi
plantea en su último documental.
Unai Aranzadi (Bilbao, 1975) es un periodista, fotógrafo y documentalista especializado en enfrentamientos armados y derechos humanos. Desde 1995 se ha dedicado a informar sobre los conflictos en Libia, Chechenia e Ingushetia, Irak o Palestina, entre muchos otros, sin dejar de lado las reyertas sociales y políticas que se han producido en Bolivia, India, Nicaragua, País Vasco o El Salvador. Desde el año 2001 vive entre Estocolmo y Bilbao, dirigiendo la agencia y productora independiente de televisión, Independent Docs.
El realizador está a punto de estrenar su último trabajo, ‘Colombia Invisible‘. Un proyecto auspiciado por la organización vasca Mundubat que la política y abogada colombiana Piedad Córdoba ha definido como “una pedrada sobre un ventanal polarizado, que creíamos no poder romper, para ver la crudeza de una realidad oculta e injusta”. El objetivo último de Aranzadi es hacer visible el conflicto en el que está sumido Colombia para alentar, de este modo, la búsqueda de una solución pacífica por medio de la herramienta política.
¿Dónde está la raíz del conflicto, por qué no trascienden las causas?
La raíz viene de la desigualdad, y de muy antiguo. Si el genocidio acontecido a partir de 1492 ya dejó un poso de violencia en todo el continente, en Colombia este se acentuó aún más a partir de la independencia, cuando las clases privilegiadas establecieron un bipartidismo que estimuló la ‘guerra continua’, generando una especie de estado de sitio permanente en el cual hacían y deshacían a su antojo. ¿Y qué hacían? Quedarse con todas las tierras y riquezas. ¿Y qué deshacían? Cualquier propuesta salarial, sindical, social o política opositora. Respecto a por qué no trascienden las causas te lo voy a responder rápido, con un ejemplo. ¿Sabes que el periódico más grande de Colombia, que ahora cuenta con capital español, es propiedad de la familia del presidente Santos? De ese tipo de país estamos hablando, de un país en el que el clan del presidente es dueño del poder mediático.
Cinco millones de desplazados, 3.000 sindicalistas muertos, 175.000 asesinatos a manos de paramilitares. Estas no son cifras que tengan una gran repercusión en los medios de comunicación españoles. ¿Quién se beneficia de la connivencia pasiva de los grandes medios?
Por ejemplo, los dueños de Vocento y Prisa. Ellos tienen acciones, dinero e intereses en la mal llamada ‘inversión española’. Por tanto, si la vaca te da leche, tú no quieres complicar la vida a la vaca. Segundo: tanto Vocento como Prisa, el grupo Zeta o Unidad Editorial viven de la publicidad y creo que quedaría muy mal publicar una denuncia sobre los asesinatos cometidos por la implantación de una energética en tal zona y junto a este, un anuncio de esa misma energética diciendo: “Somos energía limpia”. Es decir, el periodismo contemplado como mero negocio termina siendo corrupción.
Colombia es el país de América Latina con más desigualdad. ¿Se están llevando a cabo medidas para equilibrar la balanza por parte del Gobierno?
No, no hay las más mínima intención de hacer un reparto de tierras equitativo. Todo lo contrario. En la nueva ‘ley de restitución de tierras’, que es la ley que falsamente pretende devolver las tierras robadas por los paramilitares a los pobres, solo se reconoce la mitad de estas y, además, cuando los campesinos regresan a su terreno, son asesinados por los paramilitares que defienden los intereses del Estado. Ya van unos 60 en los últimos meses.
¿Cómo te las has arreglado para moverte en Colombia?
El colombiano, en su diversidad, es uno de los pueblos más audaces e inteligentes que jamás haya conocido. Ellos saben bien cuando toca colaborar y cuando no. Yo llevo muchos años y viajes visitando el país y tengo una buena agenda de amigos, colegas y conocidos, por lo que la gente siempre me echa una mano. Para mí Colombia es mucho más que un sujeto periodístico. Yo me siento colombiano de los pies a la cabeza y por eso lucho con mi cámara y micrófonos, para que ese sistema terrorífico que es hoy el Estado, se transforme en algo bueno para el pueblo.
Desafiar la versión oficial conlleva riesgos.
Mi asistencia a esos lugares, donde el Estado y el paramilitarismo mata, es voluntaria. Lo importante son los personajes de mis historias y ellos sí que arriesgan la vida, no solo por contar lo que les pasa, sino por realizar sus tareas cotidianas. Hoy en día veo a muchos profesionales grabándose a sí mismos en escenas bélicas o explotando sus aventuras y, francamente, me parece tremenda esa forma de rentabilizar la miseria ajena. Frente al enorme sufrimiento y coraje de quienes protagonizan mis historias, el único peligro que observo para mí, es el que corre todo periodista que se acerca a las verdades incómodas. El peligro es que te etiqueten de ‘terrorista’, como sucede en Colombia, en Turquía, en Palestina, en el Sáhara o también en casa. Por ejemplo, la sociedad española debería saber que los periodistas Javier Salutregi, Teresa Toda y Miguel Ángel Llamas siguen en la cárcel por producir artículos y reportajes prohibidos para la inquisición actual. Confío en que en diez años esto se observe como una vergüenza histórica, tipo el cierre de ‘Egin’ y ‘Egunkaria’, pero como siempre hacen falta diez años de por medio para comprender muchas cosas. Aquí también hay mucho miedo a hablar, a pensar, a denunciar… No solo en Colombia.
Has estado en contacto con la guerrilla, con los militares y con los paramilitares.
La guerrilla me interesa mucho y conozco tanto las FARC como el ELN, en diferentes frentes de diferentes regiones. Como periodista y humano, me parece extraordinariamente interesante que haya alguien luchando por algo que no es material, es decir, por un ideal en condiciones durísimas. Sin embargo, también les he criticado en artículos, reportajes y documentales cuando he observado algunas violaciones de los derechos humanos. Luego está el Estado y los paramilitares, que es lo mismo pero con diferente nombre. Ellos combaten por un sueldo y son, de largo, quienes más violan los derechos humanos. Recuerdo en 2005, llegar a la comunidad de San José de Apartadó y encontrar esa realidad de bebés cortados con motosierra por los paramilitares, gracias a que el ejército les protegió el perímetro. ¿Sabes que en aquel entonces Uribe, el niño mimado del PP y el PSOE dijo que ellos no tenían nada que ver, y al final quedó demostrado en un juicio que fueron ellos?
¿Hay soluciones factibles?
Yo personalmente creo que la solución pasa por una mesa de diálogo sin exclusiones y una verdadera reforma agraria. Pero, de todos modos, para encontrar soluciones, hay que hablar. Si Santos y las demás familias dueñas del país obtienen beneficios sin arriesgar la vida de sus hijos, ¿por qué cambiar el sistema o ceder en algo? Si Estados Unidos sigue utilizando su territorio para mantener tropas o si España sigue explotando los recursos del país a precios de saldo, ¿por qué van a querer cambiarlo? La paz pasa por la justicia social y, hoy día, no hay paz ni social, ni política, ni militar, pues el sistema que se ha impuesto desde la supuesta independencia considera a unas personas más iguales que a otras ante la ley.
La gente de a pie forma parte de esa ‘Colombia invisible’. ¿Cómo están contribuyendo a cambiar el futuro del país?
Lo hacen como sindicalistas de base, como políticos de partidos tradicionalmente criminalizados, como campesinas en las más remotas veredas o como defensoras de los derechos de los pueblos indígenas. Lo hacen sin recursos y con una dignidad insólita. Yo aprendo de ellas y las admiro.
Este es un trabajo de Independent Docs para Mundubat. ¿Cómo surge el encargo?
Ellos saben de mi trabajo, de cómo lo hago y de mi forma de ver el mundo y el documentalismo, por tanto, tengo la suerte de poder cooperar de vez en cuando con Mundubat, que es una organización vasca fundada en los 80 como respuesta a todo lo que sucedió en las guerras de liberación centroamericanas. Ellos, a diferencia de la mayoría de ONG, no contribuyen a la caridad sino a la justicia, que es lo que necesitan los pueblos para crecer con dignidad. La ayuda humanitaria a veces puede estar bien, pero son aspirinas contra el cáncer. Sin embargo, la igualdad política sí que puede producir un cambio auténtico. Guardo muchas críticas a las ONG, pero es que este mundo es como el del periodismo, hay de todo. En fin, es un placer coincidir ideológicamente con ellos.
http://www.nonada.es/2012/06/unai-aranzadi-el-peligro-es-que-te-etiqueten-de-terrorista.html
Vìa:
http://www.kaosenlared.net/america-latina/al/colombia/item/20149-unai-aranzadi-%E2%80%9Cel-peligro-es-que-te-etiqueten-de-terrorista%E2%80%9D.html
Unai Aranzadi (Bilbao, 1975) es un periodista, fotógrafo y documentalista especializado en enfrentamientos armados y derechos humanos. Desde 1995 se ha dedicado a informar sobre los conflictos en Libia, Chechenia e Ingushetia, Irak o Palestina, entre muchos otros, sin dejar de lado las reyertas sociales y políticas que se han producido en Bolivia, India, Nicaragua, País Vasco o El Salvador. Desde el año 2001 vive entre Estocolmo y Bilbao, dirigiendo la agencia y productora independiente de televisión, Independent Docs.
El realizador está a punto de estrenar su último trabajo, ‘Colombia Invisible‘. Un proyecto auspiciado por la organización vasca Mundubat que la política y abogada colombiana Piedad Córdoba ha definido como “una pedrada sobre un ventanal polarizado, que creíamos no poder romper, para ver la crudeza de una realidad oculta e injusta”. El objetivo último de Aranzadi es hacer visible el conflicto en el que está sumido Colombia para alentar, de este modo, la búsqueda de una solución pacífica por medio de la herramienta política.
¿Dónde está la raíz del conflicto, por qué no trascienden las causas?
La raíz viene de la desigualdad, y de muy antiguo. Si el genocidio acontecido a partir de 1492 ya dejó un poso de violencia en todo el continente, en Colombia este se acentuó aún más a partir de la independencia, cuando las clases privilegiadas establecieron un bipartidismo que estimuló la ‘guerra continua’, generando una especie de estado de sitio permanente en el cual hacían y deshacían a su antojo. ¿Y qué hacían? Quedarse con todas las tierras y riquezas. ¿Y qué deshacían? Cualquier propuesta salarial, sindical, social o política opositora. Respecto a por qué no trascienden las causas te lo voy a responder rápido, con un ejemplo. ¿Sabes que el periódico más grande de Colombia, que ahora cuenta con capital español, es propiedad de la familia del presidente Santos? De ese tipo de país estamos hablando, de un país en el que el clan del presidente es dueño del poder mediático.
Cinco millones de desplazados, 3.000 sindicalistas muertos, 175.000 asesinatos a manos de paramilitares. Estas no son cifras que tengan una gran repercusión en los medios de comunicación españoles. ¿Quién se beneficia de la connivencia pasiva de los grandes medios?
Por ejemplo, los dueños de Vocento y Prisa. Ellos tienen acciones, dinero e intereses en la mal llamada ‘inversión española’. Por tanto, si la vaca te da leche, tú no quieres complicar la vida a la vaca. Segundo: tanto Vocento como Prisa, el grupo Zeta o Unidad Editorial viven de la publicidad y creo que quedaría muy mal publicar una denuncia sobre los asesinatos cometidos por la implantación de una energética en tal zona y junto a este, un anuncio de esa misma energética diciendo: “Somos energía limpia”. Es decir, el periodismo contemplado como mero negocio termina siendo corrupción.
Colombia es el país de América Latina con más desigualdad. ¿Se están llevando a cabo medidas para equilibrar la balanza por parte del Gobierno?
No, no hay las más mínima intención de hacer un reparto de tierras equitativo. Todo lo contrario. En la nueva ‘ley de restitución de tierras’, que es la ley que falsamente pretende devolver las tierras robadas por los paramilitares a los pobres, solo se reconoce la mitad de estas y, además, cuando los campesinos regresan a su terreno, son asesinados por los paramilitares que defienden los intereses del Estado. Ya van unos 60 en los últimos meses.
¿Cómo te las has arreglado para moverte en Colombia?
El colombiano, en su diversidad, es uno de los pueblos más audaces e inteligentes que jamás haya conocido. Ellos saben bien cuando toca colaborar y cuando no. Yo llevo muchos años y viajes visitando el país y tengo una buena agenda de amigos, colegas y conocidos, por lo que la gente siempre me echa una mano. Para mí Colombia es mucho más que un sujeto periodístico. Yo me siento colombiano de los pies a la cabeza y por eso lucho con mi cámara y micrófonos, para que ese sistema terrorífico que es hoy el Estado, se transforme en algo bueno para el pueblo.
Desafiar la versión oficial conlleva riesgos.
Mi asistencia a esos lugares, donde el Estado y el paramilitarismo mata, es voluntaria. Lo importante son los personajes de mis historias y ellos sí que arriesgan la vida, no solo por contar lo que les pasa, sino por realizar sus tareas cotidianas. Hoy en día veo a muchos profesionales grabándose a sí mismos en escenas bélicas o explotando sus aventuras y, francamente, me parece tremenda esa forma de rentabilizar la miseria ajena. Frente al enorme sufrimiento y coraje de quienes protagonizan mis historias, el único peligro que observo para mí, es el que corre todo periodista que se acerca a las verdades incómodas. El peligro es que te etiqueten de ‘terrorista’, como sucede en Colombia, en Turquía, en Palestina, en el Sáhara o también en casa. Por ejemplo, la sociedad española debería saber que los periodistas Javier Salutregi, Teresa Toda y Miguel Ángel Llamas siguen en la cárcel por producir artículos y reportajes prohibidos para la inquisición actual. Confío en que en diez años esto se observe como una vergüenza histórica, tipo el cierre de ‘Egin’ y ‘Egunkaria’, pero como siempre hacen falta diez años de por medio para comprender muchas cosas. Aquí también hay mucho miedo a hablar, a pensar, a denunciar… No solo en Colombia.
Has estado en contacto con la guerrilla, con los militares y con los paramilitares.
La guerrilla me interesa mucho y conozco tanto las FARC como el ELN, en diferentes frentes de diferentes regiones. Como periodista y humano, me parece extraordinariamente interesante que haya alguien luchando por algo que no es material, es decir, por un ideal en condiciones durísimas. Sin embargo, también les he criticado en artículos, reportajes y documentales cuando he observado algunas violaciones de los derechos humanos. Luego está el Estado y los paramilitares, que es lo mismo pero con diferente nombre. Ellos combaten por un sueldo y son, de largo, quienes más violan los derechos humanos. Recuerdo en 2005, llegar a la comunidad de San José de Apartadó y encontrar esa realidad de bebés cortados con motosierra por los paramilitares, gracias a que el ejército les protegió el perímetro. ¿Sabes que en aquel entonces Uribe, el niño mimado del PP y el PSOE dijo que ellos no tenían nada que ver, y al final quedó demostrado en un juicio que fueron ellos?
¿Hay soluciones factibles?
Yo personalmente creo que la solución pasa por una mesa de diálogo sin exclusiones y una verdadera reforma agraria. Pero, de todos modos, para encontrar soluciones, hay que hablar. Si Santos y las demás familias dueñas del país obtienen beneficios sin arriesgar la vida de sus hijos, ¿por qué cambiar el sistema o ceder en algo? Si Estados Unidos sigue utilizando su territorio para mantener tropas o si España sigue explotando los recursos del país a precios de saldo, ¿por qué van a querer cambiarlo? La paz pasa por la justicia social y, hoy día, no hay paz ni social, ni política, ni militar, pues el sistema que se ha impuesto desde la supuesta independencia considera a unas personas más iguales que a otras ante la ley.
La gente de a pie forma parte de esa ‘Colombia invisible’. ¿Cómo están contribuyendo a cambiar el futuro del país?
Lo hacen como sindicalistas de base, como políticos de partidos tradicionalmente criminalizados, como campesinas en las más remotas veredas o como defensoras de los derechos de los pueblos indígenas. Lo hacen sin recursos y con una dignidad insólita. Yo aprendo de ellas y las admiro.
Este es un trabajo de Independent Docs para Mundubat. ¿Cómo surge el encargo?
Ellos saben de mi trabajo, de cómo lo hago y de mi forma de ver el mundo y el documentalismo, por tanto, tengo la suerte de poder cooperar de vez en cuando con Mundubat, que es una organización vasca fundada en los 80 como respuesta a todo lo que sucedió en las guerras de liberación centroamericanas. Ellos, a diferencia de la mayoría de ONG, no contribuyen a la caridad sino a la justicia, que es lo que necesitan los pueblos para crecer con dignidad. La ayuda humanitaria a veces puede estar bien, pero son aspirinas contra el cáncer. Sin embargo, la igualdad política sí que puede producir un cambio auténtico. Guardo muchas críticas a las ONG, pero es que este mundo es como el del periodismo, hay de todo. En fin, es un placer coincidir ideológicamente con ellos.
“Solo tres grandes agencias occidentales dictan el quién, qué, dónde, cuándo, por qué y cómo”¿Qué medios de comunicación, webs o publicaciones recomendarías? Vivo en Escandinavia, donde hay grandes medios de comunicación públicos, que es algo que yo estimo y defiendo mucho. Sin embargo, si hablamos de la piel de toro, soy de los que piensa que hay que leer de todo. Hay que leer hasta la voz del poder que es ‘El País’, ‘El Mundo’ y ‘ABC’ para comprender qué piensa el BBVA, Repsol, la Corona y la OTAN, pero para llegar mas lejos en temas de internacional, habría que visitar ‘Gara’ o habría que ir a ‘Rebelión.org’ y otros pequeños medios alternativos para encontrar análisis y crítica en profundidad. Por otro lado, de medios extranjeros podría hablar de ‘The Guardian’, ‘Channel 4′ y similares, pero la verdad es que yo, a día de hoy, para saber lo que pasa en determinados conflictos lo que hago es meterme, a través de internet, en los medios locales de los destinos que me interesan. Para cogerle el pulso a cómo está la cosa con la guerrilla del LRA, me voy directamente al ‘New Vision’. Para curiosear sobre Ergenekon o el PKK, pues a ‘Hurryet’, en fin, invirtiendo tiempo, voy picando de aquí y allá, tratando de evitar la mirada colonial de británicos, franceses o gringuitos, porque también sucede eso, son solo tres grandes agencias occidentales las que dictan el quién, qué, dónde, cuándo, por qué y cómo. Llámenlo todo lo profesional y pomposo que quieran, pero no es democrático. Las mayorías no tienen voz, por eso toca ratonear en la red, para encontrar ventanitas desde donde escucharlas. |
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Vìa:
http://www.kaosenlared.net/america-latina/al/colombia/item/20149-unai-aranzadi-%E2%80%9Cel-peligro-es-que-te-etiqueten-de-terrorista%E2%80%9D.html
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