Goldman Sachs y sus fondos de inversiones están hasta en la sopa. Literalmente.
Desde hace poco sabemos que sus legiones de ejecutivos goldmanitas
controlan a cara descubierta gobiernos, ministerios, bancos centrales y
otras instituciones públicas en Europa y Estados Unidos. Pero con
antifaz y en la sombra, ¿desde cuándo lo están haciendo?
Los encontramos en su salsa cuando hablamos de petróleo, vivienda o
cría de puercos. No sería extraño que estén presentes en negocios tan
suculentos como el armamentístico.
En el Estado español, almorzamos con Goldman Sachs. Como ha denunciado el investigador Carles Soler,
Goldman & Sachs es propietaria de una de las grandes multinacionales de la restauración colectiva (ISS Facility Services), que en el Estado español sirve 22 millones de comidas anuales.
En restaurantes de escuelas, hospitales o de residencias de la
tercera edad, te alimentan para el buen provecho del mismo banco de
inversiones responsable del hambre del siglo XXI. Porque Goldman Sachs
no ha descuidado para nada el sector agrícola como fuente, no de comida,
sino de beneficios económicos.
En 1991, los cerebros de Goldman Sachs repletos de ideas jugosas para
las gentes de la bolsa, crearon un instrumento financiero que permite a
cualquier pájaro invertir sus riquezas en productos básicos como el
trigo, arroz o café. De lo que se come se cría, y criaron toneladas de
beneficios.
Tantas apuestas sobre la ruleta de los mercados de los granos básicos
son las responsables de la subida de precios de éstos, y por tanto,
responsables de que millones de personas no puedan adquirir sus
alimentos necesarios.
Desde el año 2000 hasta ahora, sin otras burbujas que inflar,
el precio de los alimentos básicos prácticamente se ha triplicado en
paralelo al incremento de los activos financieros en estos exquisitos
platos financieros.
Para Goldman Sachs, invertir en panes y peces esperando su mágica
multiplicación, les representa al año beneficios de 5 mil millones de
dólares. Mucho dinero que en pocos años daría para reparar el hambre
global, pero claro, ese no es su propósito, ese no es su negocio, es
todo lo contrario. Fabrican hambre, son hambreadores.
Un nuevo negocio, también hambreador, ha salido al escenario. Comprar
las mejores tierras fértiles para exigirles (hasta su agotamiento) la
producción de biomasa –la energía que moverá el mundo y resolverá buena
parte de los problemas ecológicos del Planeta. Dicen, pero es pura
farsa.
Y, efectivamente, algunos personajes hechos en Goldman Sachs ya están
en él. Como Joakim Helenius, y su fondo de inversiones Trigon Agri
Fund, que se sepa lleva acumuladas sobre 170 mil hectáreas de tierras
cultivables en la región de tierras negras en Rusia y Ucrania. O Neil
Crowder que con el fondo Chayton Capital ha arrendado para los próximos
14 años 20 mil hectáreas en Zambia.
Abanderando la lucha contra el hambre, más hambre. Abanderando la lucha contra el cambio climático, más hambre.
* Coordinador de la revista Soberanía alimentaria, biodiversidad y culturas. Autor de Sin lavarse las manos y Alimentos bajo sospecha
Vìa,fuente:
http://www.jornada.unam.mx/2012/03/31/opinion/025a2pol
http://www.jornada.unam.mx/2012/03/31/opinion/025a2pol
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