1.
En México –no se si en otros países también- cuando muere alguien
consideran públicamente que murió una persona bondadosa, honesta, casi
santa; pero luego –en voz baja- reconocen que era tan funesto como
otros. Cuando fallece un político o un intelectual de alto nivel se
dicen las maravillas del mundo, pero pasados unos días se olvidan de él
como si no hubiese existido. No es cierto de que quien muere sigue
viviendo en el corazón; tampoco que en su memoria se den 100 años de
lucha. La gente muere y se acaba en el paso de los días porque “el show
tiene que seguir”. Recordar a Karl Marx o Benito Juárez es un decir, es
repetir alguna de sus frases, pero nada más; sobre todo en estos últimos
50 años en los que vivimos en el “reventón” de que todo cambia, todo
pasa y nunca nos bañamos en el mismo río. ¿Acaso no todos nuestros
héroes, mártires, intelectuales, se han convertido en simples temas de
discursos?
2.
La muerte de Miguel de la Madrid me ha llevado a la relectura del
interesante libro de Jorge Castañeda: La Herencia y de un trabajo del
periodista Jenaro Villamil sobre Emilio Gamboa Patrón. Carlos Salinas ha
escrito dos o tres libros, pero aún no los he obtenido, aunque de él
conozco casi todo por haber vivido –como articulista de oposición
radical- en profundidad su gobierno y sus andanzas posteriores.
Seguramente los expresidentes que han escrito parte de sus memorias
(López Portillo, De la Madrid, Salinas) tienen mucho que decirnos, pero
no hay más conocimientos directos y concretos para los a diario han
estado atentos, que los que hemos vivido durante sus respectivos
sexenios. Cuando Castañeda o Villamil escriben sólo nos sirven para
confirmar lo que en su tiempo vimos. Nos ayudan los datos organizados,
pero tenemos que tener cuidado en mirar los autores, por qué lo hacen y
cómo los consiguieron.
3.
Castañeda, el escritor, hoy político panista y antes perredista, es
hijo de papi (un exsecretario de Relaciones Exteriores del PRI) y eso le
ha permitido moverse entre los funcionarios como el pez en el agua.
Malo no es porque puede averiguar, investigar en las entrañas del
monstruo, pero bueno tampoco es porque al vivir en esas entrañas
terriblemente contaminadas política-ideológica y sumarse al la derecha,
lo ubica en la desconfianza total. ¿Quién le cree hoy en México a
Castañeda que del centro priíta, brinco a la socialdemocracia y luego a
la derecha panista ocupando altos cargos de gobierno? Villamil es otra
cosa: lleva muchos años escribiendo e investigando para la izquierda y
no anda en partido o política militante alguna. En México es muy
importante ser independiente porque ello permite decir las cosas con
toda libertad aunque duelan; además es la única posición que da respeto,
aunque todos brinquen.
4.
En el equipo de De la Madrid –dato que hace recordar al “nuevo PRI” que
hoy se pretende llenar de jóvenes, así como a otros gabinetes de
gobierno- los puestos ministeriales claves fueron ocupados por hijos
jóvenes de gente que había tenido ya, una generación antes, posiciones
destacadas: Manuel Bartlett, de Gobernación, hijo de un gobernador de
Tabasco; Lugo Verduzco hijo de una familia que ha dominado el estado de
Hidalgo por generaciones; Sepúlveda Amor, hijo de un reconocido
internacionalista de Relaciones exteriores; Silva Herzog Flores, hijo de
un historiador y político renombrado; Alfredo del Mazo, hijo de un
exsecretario de Recursos Hidráulico; Carlos Salinas, hijo de un
exministro de Industria y Comercio y el mismo De la Madrid contaba en
sus ancestros a gobernadores y al mismo Fernández Hurtado del Banco de
México (Ver el libro “Después del milagro”, de Aguilar Camín)
5.
En 1987 –finalizando el sexenio de De la Madrid- apareció por primera
vez la lista de Forbes; sólo figuraba Garza Sada de los grandes
industriales de Monterrey. A los cuatro años en la lista habían dos. En
1992 eran ya siete; al siguiente año 13 y en 1994 la lista contenía ya a
24 mexicanos encabezados por Carlos Slim. Los grandes negocios que se
iniciaron con De la Madrid fructificaron en grande durante el sexenio de
Salinas. En contraste en ese mismo período de los años 1984 a 1992: el
80 por ciento de la población vio declinar radicalmente sus ingresos de
50 a 45 por ciento y de allí hasta 35 por ciento en su capacidad para
adquirir una canasta básica, por ejemplo. Durante los dos primeros
sexenios del neoliberalismo (1982-88 y 1988-94) decenas de miles de
micros, pequeños y medianos negocios tuvieron que cerrar para dar paso a
los grandes negocios que pudieron competir frente al TLCAN que creó
nuevos multimillonarios.
6.
A De la Madrid y Salinas, personajes como Slim, Azcárraga, Garza Sada,
Zambrano, Arango, Romo, Bailleres, les importaron mucho más porque ellos
demostraron una gran capacidad para competir con otros capitalista y
darle solidez a los tratados internacionales. Aunque fueron decenas,
quizá cientos de miles de pequeñas empresas que tuvieron que cerrar sus
puertas y despedir a millones de trabajadores, no les importó porque
México se convertía en un “país de primer mundo” que estaba ya en la
“economía internacional globalizada” vendiendo y comprando dentro del
libre comercio que promovió el GATT desde 1985 y el TLCAN desde 1994.
Pero del otro lado no se ha podido frenar el enorme desempleo, el
subempleo y la miseria de la mayoría de la población. Esto demuestra que
no se trata de “maldades” de los gobiernos, sino de políticas
internacionales estructurales que siguen los gobiernos como lacayos.
Pedro Echeverría V.
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