Este irrefutable resultado dice mucho, y
varias cosas. En primer lugar, que la multimillonaria campaña de
publicidad de HidroAysén, en todos los formatos y horarios imaginables,
que incluso tuvo una desafortunada cabida en medios en los cuales muchos
pensamos que jamás tendrían espacio, no fue capaz de convencer a la
gente de los supuestos beneficios de su proyecto. Les salió el tiro por
la culata. Subestimada la inteligencia de los chilenos, su respuesta ha
sido contundente: No necesitamos Hidroaysén y sabemos que no se va a
apagar la luz si no se concreta. Llama la atención la torpeza de los
ejecutivos de las eléctricas en lanzar una campaña del terror tan
primitiva, y en tratar de desviar la atención a temas absurdos, como es
el financiamiento extranjero, siempre limitadísimo, con que cuentan las
ONG chilenas, mientras las empresas obtienen rentabilidades
astronómicas. ¿Por qué tanta impericia y truculencia? La respuesta es
simple. Están tratando de defender lo indefendible ante un público que
ya no es fácil engañar.
En segundo término, es claro que existe
en el planeta entero una mayor conciencia ambiental. Esto ya pone un
suelo fértil a campañas como ésta. Un sector creciente de la ciudadanía
está cada vez mejor informado, a pesar de la casi total hegemonía
comunicacional por parte del sector corporativo. El “accidente”
radioactivo en Fukushima lleva a que la comunidad
internacional informada ya no crea en “plantas nucleares de última
generación en seguridad y amigables ambientalmente”, conceptos que
perfectamente pueden ser extrapolados a las pomadas que nos tratan de
vender respecto de las mega termoeléctricas e hidroeléctricas. Cada vez
más personas cuestionamos cada día con más fuerza cómo hacemos como
humanidad para disminuir la demanda y el consumo de todo, así como
cuáles son las fuentes de energía que nos pueden garantizar
sustentabilidad social y ambiental a nivel planetario. El cómo generar
cada vez más, y el cómo satisfacer la voracidad infinita de los
conglomerados trasnacionales para mantener sus rentabilidades, no son
las preguntas pertinentes.
Por otra parte, la encuesta Ipsos nos muestra otra nítida realidad: el éxito de la campaña Patagonia Sin Represas,
movimiento que ha logrado en menos de un lustro posicionar nuestra
Patagonia en la retina de los chilenos, territorio que en el pasado no
había sido asumido como parte importante de nuestra identidad por la
población del norte y centro sur de Chile. Incluso muchos extranjeros identificaban Patagonia solamente con Argentina.
Y la campaña no solamente ha contribuido a saber que existe Patagonia
en nuestro territorio, sino también a valorizarla como el inestimable
patrimonio de la humanidad que es.
Con el esfuerzo de muchas organizaciones
nacionales y extranjeras, y del trabajo de voluntarios y simpatizantes,
también hemos contribuido a gatillar el debate, que ya existía años
atrás en el contexto internacional, pero sin eco en Chile, sobre la
necesidad de contar con políticas energéticas nacionales de largo plazo
que promuevan proactivamente el desarrollo de las ERNC y el uso eficiente de la energía. Incluso, dada la pasividad estructural abismante del Estado chileno
en esta materia, han debido surgir desde la campaña dos de los primeros
estudios sobre los potenciales de las ERNC y de la eficiencia
energética en nuestro país, que han posibilitado, en buena medida, los
innumerables seminarios, encuentros e iniciativas legales que se están
dando actualmente sobre ambas temáticas en nuestra nación.
Las señales políticas desde el Gobierno indicarían
que el proyecto de represas en la Patagonia podría ser autorizado en
las próximas semanas. Las autoridades y los empresarios están haciendo
caso omiso del clamor ciudadano a su elevadísimo propio riesgo. La
imposición de proyectos destructivos que cuentan con el lúcido rechazo
de la ciudadanía está generando una creciente situación de
ingobernabilidad en Chile, y de rechazo a las autoridades, a los
políticos y a la política. A la ciudadanía nos toca actuar más y mejor y
aumentarle el volumen a nuestra voz. Si logramos una masa aún más
crítica algo tendrá que cambiar. ¡Arriba mierda, que se puede!
Por Juan Pablo Orrego
Vìa :
http://www.elciudadano.cl/2011/04/19/ciudadania-informada-y-consciente/
http://www.elciudadano.cl/2011/04/19/ciudadania-informada-y-consciente/
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