Si en cuanto a basquetbol, la figura
espigada y elegante de Obama, y sus largos brazos despejan cualquier
debate acerca de quién mandaría en un mano a mano frente al aro, tampoco
quedaron dudas de quién lleva la batuta en las relaciones bilaterales:
el papel de Piñera, aparte de sonreír y celebrar todo lo que hacía su
colega, fue el de ir más allá en todo. Si Obama defendía la agresión
lanzada contra Libia, Piñera proponía que en América Latina había que hacer lo mismo; si Obama hablaba de libre comercio, Piñera instaba a Colombia y Panamá a firmar cuanto antes un tratado de libre comercio (no con Chile, sino con Estados Unidos),
y si Obama hablaba de energías limpias, Piñera defendía el tratado
nuclear suscrito la semana pasada con Estados Unidos (tema que Obama,
por cierto, jamás mencionó).
Como en los años 50, todo el empolvado establishment político -menos los tres diputados comunistas- se dio cita en el centro cultural del palacio presidencial de La Moneda
-un subterráneo hermético, a salvo de bombas y terroristas- para
escuchar el “Discurso a las Américas”, con que Obama cumpliría su
promesa de “una nueva asociación entre iguales” con su ahora bastante
encogido patio trasero. Y el mensaje consistió, en lo medular, en dos
cosas: 1. Estados Unidos facilitará (no se comprometió a financiar) el
intercambio anual de cien mil estudiantes norteamericanos y cien mil
latinoamericanos, y 2. Washington seguirá intentando derrocar al gobierno cubano. O sea, otro Cuerpo de Paz, y más agresiones contra la isla revolucionaria.
Un detalle protocolar: cuando el
discurso de Obama empezó a deslizarse hacia párrafos tipo “así como
defendemos la democracia dentro de nuestras fronteras, comprometámonos a
hacerlo en todo el hemisferio”, la cámara de la televisión oficial de
Chile abruptamente hizo un plano cerrado de las visiblemente incómodas
embajadoras de Nicaragua, Maria Luisa Robreto, y de Venezuela, María Lourdes Urbaneja, que ni antes ni después aparecieron en pantalla.
Lo demás fueron las mismas viejas frases
acerca de la unidad entre “las Américas”, la democracia, los derechos
humanos, la superación de la pobreza, pero sin un sólo anuncio concreto,
salvo decir que este nuevo intento de detener los cambios
revolucionarios sería más ambicioso que la Alianza para el Progreso, barrera de John Kennedy al ejemplo de la Revolución Cubana. Lo novedoso fue que aparte de Cuba,
Obama se cuidara de mencionar críticamente a algún otro país como
participante del “eje del mal”, como esperaban algunos. Sólo mencionó a
los “buenos”, y así, en su mapita, América Latina se redujo a Chile, México, Perú, Colombia, El Salvador, Panamá y Brasil, este último frecuentemente citado quien sabe por qué, y que sin duda no acepta el papel de perrito poodle que parece gustarle al grupo que dirige Chile.
Nadie, ni Obama ni Piñera, se atrevió a resucitar como modelo de integración al Alca, el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, sepultado en Mar del Plata en 2006, por los mismos países que Obama ignoró en Santiago.
Pero Piñera se subió encantado al tren norteamericano del “hemisferio”,
y acotó que se debe concretar “un continente como siempre lo hemos
soñado: de Alaska a la Patagonia“. Como precursores de tal idea identificó arbitrariamente a Jefferson, O’Higgins y San Martín, y omitió -correctamente- a Simón Bolívar y José Martí, que se salvaron así de caer en el saco pro-imperialista inventado por el mandatario chileno.
Y el coro de siempre se apresuró a aplaudir. El primero de todos, el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza:
“tenía la expectativa que fijara una línea política general y creo que
lo hizo, ahora creo que de aquí en adelante tenemos que ver cómo
marchamos hacia esas cuatro grandes líneas de trabajo de aquí a la
Cumbre de las Américas, que es en Colombia el próximo año”. Y otro, el
director de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco:
“Este discurso lo que hace es recordarnos que no sólo están los
mercados, si no también valores democráticos, libertades públicas,
derechos humanos, son principios básicos que deben guiar las relaciones
entre los países y creo que Obama ha hecho una reivindicación de estos
valores”.
Parece que Insulza olvidó, o no ha sido informado, del Alba, ni de Unasur, ni de la cumbre de la Comunidad Latinoamericana de Naciones,
que se celebrará en Chile precisamente este año, antes de su “Cumbre de
las Américas” en Colombia. Insulza y Vivanco nada dijeron de una
frasecita de Obama acerca de Honduras: “Gracias a la
Carta Democrática Interamericana se restauraron las condiciones para el
imperio de la ley” tras el golpe de Estado de junio de 2009. O sea, nada
pasó en Honduras y todo está bien allí.
Vivanco algo se quejó de que Obama no se
hiciera cargo de una pregunta clave de un periodista chileno: ¿Pedirá
perdón Estados Unidos por el golpe de Estado contra Salvador Allende
en 1973? El presidente negro que iba a cambiar el mundo, se hizo el
sueco: “no puedo responder por políticas del pasado”. ¿Y Piñera?: “No
tuvimos tiempo de ocuparnos de temas de hace 40 años”. Así es. Nadie
responde; ni por las bombas de Hiroshima y Nagasaki, ni por Vietnam, ni por Bophal o Afganistán, y el buen Obama ya se olvidó de su promesa de retirada de Irak y de cerrar en un año el campo de concentración de Guantánamo.
Todo eso es el pasado. Cuando se conozcan las atrocidades que ocurren
hoy en Libia, tal vez habrá otro presidente que también estará ocupado
del futuro.
Otro detalle: no por nada el gobierno
alemán se abstuvo de participar en esta nueva carnicería: la mayoría del
pueblo alemán conoce su responsabilidad histórica.
Mientras Insulza y Vivanco aplaudían a
Obama y Piñera, a 200 metros de allí la policía antimotines reprimía una
manifestación de protesta. Centenares de policías antimotines envueltos
en armaduras de plástico, respaldados por carros lanza-agua, carros
lanza-gases, y motos provocando en el medio de los manifestantes. Todo
para amedrentar una más bien débil marcha de jóvenes que proclamaban su
antiimperialismo, su rabia y su oposición a los acuerdos nucleares
suscritos por Chile con Estados Unidos. Oposición que, un detalle más,
comparte casi 70 por ciento del país, puesto que Chile es el país que
más energía de terremotos libera en el planeta, y que miraba a Japón
como ejemplo. No es raro que chilenos y chilenas se pongan nerviosos con
Fukushima, por mucho que los cohetes lanzados contra
Libia intenten opacar el inmenso desastre del país más tecnologizado del
mundo, cosa que Chile evidentemente no es.
Pero todo eso a Piñera no parece importarle. Obama nunca habló de la energía nuclear, pero Piñera sí, y su célebre ministro de Energía y Minas, Laurence Golborne,
dijo que es “pensamiento medieval” oponerse a la energía atómica. Por
ahora, dicen, es sólo “investigación y capacitación”. Pero este dream team
no sólo promueve la energía nuclear, sino también las termoeléctricas a
carbón y megaproyectos hidroeléctricos para producir la energía que
necesitan las transnacionales mineras que extraen 70 por ciento del
cobre chileno pero nunca tienen utilidades ni pagan royalties por un recurso no renovable.
Sólo se vive una vez, parece ser la
consigna de los modernistas criollos, hoy felices y orgullosos de tener
en su casa al patroncito. Aunque sea negro, qué le vamos a hacer.
Vìa :
http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=4814960368259733285
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