Argentina : El espejo que no queremos mirar Por el doctor Luis Federico Arias, especial para Ape (*).
(APe).- Las crónicas periodísticas repiten y propalan de modo recurrente
la existencia de ilícitos cometidos por “menores”, quienes -según la
aceitada maquinaria comunicacional- parecen ser en gran parte, los
responsables de la grave sensación de inseguridad que padece nuestra
sociedad, como si el único lugar posible para los pibes fuera esa
cartelera mediática que los exhibe como victimarios de hechos violentos,
soslayando la sombría realidad que agobia a gran parte de nuestros
jóvenes, con hogares sumidos en la pobreza estructural, en un contexto
de analfabetismo, disfuncionalidad familiar, adicciones, segregación
social, indiferencia, desigualdad, falta de oportunidades y
discriminación, entre otras formas de violencia sistémica o estructural. Esta
situación de vulnerabilidad en la que se hallan sumidos nuestros
jóvenes, que suele generar sentimientos de humillación, odio y
resentimiento por parte de quienes lo padecen, ha sido completamente
“naturalizada” por los sectores medios de la sociedad, que guiados por
la razón del consumo, declinan su compromiso y niegan la verdadera
dimensión de esta problemática, sin asumir sus consecuencias en
innumerables casos de niños víctimas del hambre, el frío, las
enfermedades asociadas con la pobreza, u otras situaciones que no logran
gran impacto mediático, y sin embargo, arrojan decenas de muertos cada
año. Por su parte, los jóvenes expulsados del paraíso glamoroso del
consumo, procuran alcanzar por todos los medios posibles el umbral que
los acerque a la imagen estereotipada de consumidores medios que nos
impone la religión del mercado, para ser reconocidos por la sociedad.
Pero las deidades del consumo no están de su lado, por más que se
esfuercen en lucir los símbolos religiosos de nuestro tiempo (zapatillas
de marca, celulares de última generación, etc.), porque el dios de este
tiempo genera incesantemente -al igual que todo proceso de producción-
estos “desperdicios” vivientes que habitan los vertederos humanos. La
retórica política y su accionar, también parecen orientarse a los
sectores medios del consumo, al punto que, la política misma se parece
bastante a un producto de consumo, en tanto se desenvuelve bajo las
mismas reglas del mercado y su actividad se endereza a la conquista de
ese espacio que constituye el electorado activo, cuyo voluntad es
cambiante y voluble. Esto es lo que sucede en nuestro medio con la
recurrente proclama del Gobernador Scioli, quien intenta explotar el
miedo colectivo de los sectores medios, propiciando la necesidad de
bajar la edad de imputabilidad de los “menores”. Pero esta propuesta no
encuentra sustento en acciones políticas concretas de su Gobierno
respecto de los niños, jóvenes y adolescentes; no implica compromisos
presupuestarios y no tiene costes políticos, puesto que el cambio
legislativo que propicia depende una modificación legislativa a cargo
del Congreso Nacional. Desde esta perspectiva se advierte que la citada
decisión alberga un análisis de costo-beneficio, donde hay mucho que
ganar y poco que perder. Esta situación no difiere de otras, donde
prevalece una retórica a favor de los sectores más vulnerables -opuesta
solo en apariencia a la anterior-, sin arraigo en acciones políticas
concretas de integración social. Esta retórica que parte de una
situación de otredad y exclusión, se ve reflejada sistemáticamente en la
actividad judicial dominada por ese estado de indiferencia, que se
materializa cuando el poder político es requerido judicialmente para
brindar respuestas a alguna de estas problemáticas sociales. Los
funcionarios respectivos suelen mostrarse esquivos y eluden cualquier
compromiso, brindando respuestas o soluciones formales que generalmente
son paliativos temporales e inadecuados. Y si la justicia emite una
orden judicial adversa, para brindar satisfacción a los derechos de los
niños, el pronunciamiento judicial suele ser percibido políticamente,
como un acto conspirativo que responde a intereses políticos subalternos
de la justicia. Sin embargo, otra es la actitud cuando las puertas
de la justicia se abren de par en par para juzgar penalmente a quienes
se los califica de “menores delincuentes”, en sintonía con las políticas
represivas/regresivas legitimadas por los sectores medios del consumo
que proclaman políticas más enérgicas en materia de seguridad, guiados
por sentimientos neofascistas que, sin ser asumidos directamente por el
poder político, son alentados o desarrollados por la maquinaria
mediático-política. No es posible desconocer que nos desenvolvemos en
una sociedad que presenta un estado de fragmentación y de violencia
desconocido para quienes hemos crecido bajo otro paradigma, pero ello no
implica que debamos atribuirlo a los jóvenes y los sectores más
vulnerables, porque más grave aún que la violencia interpersonal que
llena las páginas de los periódicos, es aquella que se deriva del
abandono y la exclusión perpetrada por el Estado, y legitimada desde
ciertos sectores de la sociedad, de un modo solapado y lacerarte. Es
necesario tomar conciencia que los jóvenes reproducen a su modo, con sus
rudimentos, aquello que perciben desde la sociedad y el Estado, a modo
de un espejo que nos devuelve la imagen de lo que somos y no queremos
mirar.
(*) El doctor Arias es juez en lo Contencioso Administrativo de La Plata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario