Le monde diplomatique - Chile
Isidora Aguirre ha muerto, y la trágica noticia me sorprende mientras regreso de un hermoso festival literario, Correntes da Escritas, que todos los años se realiza en Povoa do Varzim, Portugal, y cito esto porque fue justamente en ese pueblo de pescadores donde hace algunos años José Saramago me habló con admiración de la gran dramaturga, profesora y novelista chilena. “Esa mujer debería ser para los latinoamericanos una dramaturga comparable a Brecht”, me dijo el gran escritor lusitano, y yo me atreví a responderle que, para algunos latinoamericanos Isidora Aguirre –la Nené para los amigos- era la mayor autora teatral del continente.
Isidora vio sus obras escenificadas por
compañías teatrales como El Galpón, Rajatabla, Libre Teatro Libre,
Berliner Ensemble, Teatro Nacional de Cuba, Theatre d’Nancy, Rostocker
Schauspielhause, y contó con la admiración de grandes contemporáneos
entre los que destacan los argentinos Oswaldo Dragún, Roberto Cossa, el
colombiano Enrique Buenaventura, los uruguayos Mauricio Rossenconff y
Roberto Espina. Jamás olvidaré la admiración con que me habló de ella
Dario Fo que siempre ha considerado “Los que van quedando en el camino”
como la más alta demostración de teatro épico. A Isidora Aguirre la
admiraban y querían los integrantes de la primera división del teatro
mundial, pero en Chile… ya se sabe lo que es el maldito “pago de Chile”.
A Isidora Aguirre la citan con la boca
llena en las esferas oficiales, en la nomenclatura cultural, pero apenas
conocen una de sus obras; “La pérgola de las flores”, obra espléndida
si dudas, fruto del talento de una mujer que hasta se dio el lujo de
escribir ese hermoso entretenimiento para sobrevivir y poder así dedicar
tiempo a sus otras obras magistrales, como la mencionada “Los que van
quedando en el camino”, “Lautaro”, “Retablo de Yumbel”, “Población
Esperanza”, y tantas otras obras marcadas por su inclaudicable rebeldía,
sentido de justicia social y ética, una rigurosa ética de artista e
intelectual que siempre estuvo con los jodidos, con los perdedores
ilustres, con los de abajo.
Militante comunista hasta la médula,
Isidora Aguirre nunca dejo de estar donde había que estar, en el momento
justo, e hizo lo justo, aquello que su conciencia le dictó como
correcto.
Le negaron repetidamente el más que
merecido premio nacional de literatura justamente porque era una
rebelde, porque no cedió jamás en sus principios y porque nunca dejó de
ser crítica con el poder. Hace algunos años, uno de los argumentos para
negarle el premio nacional de literatura fue que “había publicado muy
poco”. Y con eso los jurados demostraron que jamás se asomaron a las
páginas de “Doy por vivido todo lo soñado” o “Carta a Roque Dalton”, dos
novelas publicadas en España que, a más de 20 años de ser publicadas
continúan vivas en la memoria de los lectores y son dos referencias
cuando en las universidades europeas se habla de literatura chilena.
Pero no podían darle el premio nacional de literatura a una señora de
las letras que, pasados ya los ochenta años, seguía escribiendo alejada
de cualquier vanidad literaria y empeñada en contar desde el texto
teatral y desde el escenario asuntos tan “poco literarios” como el
cierre de las minas de carbón en Lota. Mientras una vez más le negaban
el premio de sobra merecido, Isidora, la Nené, se entregaba a escribir
“Subiendo…¡último hombre!”, o su sorprendente adaptación de
“Fuenteovejuna” que fue un espejo de la realidad chilena.
Leo que el ministro de cultura chileno
ha declarado un día de luto nacional por el deceso de la gran
dramaturga. Pobre homenaje tardío que, más que arreglar una injusticia,
avergüenza a los gestores de la cultura chilena de los últimos veinte
años.
La recuerdo en los días de
clandestinidad, sentada en el suelo, con la máquina de escribir sobre
las piernas y los cigarrillos a mano, redactando un documento para que
en Francia, Italia, Alemania o Bélgica atendieran y ayudaran a una
compañero o compañera que horas antes ella misma había metido en alguna
embajada para salvar su vida, sin más ayuda que su propio valor y su
viejo simca de techo negro, auto muy odiado por los esbirros de la
dictadura.
Y en esta hora triste la recuerdo mientras corregía sobre la marcha una
obra agitativa, “Quién tuvo la culpa de la muerte de la María González”,
que tuve el honor de dirigir con un grupo teatral de Valparaíso.
Isidora Aguirre recibió muchos aplausos y reconocimientos en América y
Europa. Sus obras teatrales y novelas están traducidas a muchos idiomas,
pero en Chile los gestores o gerentes de la cultura decidieron que era
molesta, y vaya si tuvieron razón; Era terca frente a la injusticia,
valerosa frente a los soberbios engominados del poder, rebelde frente a
las costumbres pacatas, y libre, muy libre, porque así lo dictó su noble
corazón de comunista.
Vìa :
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=123402&titular=isidora-rebelde-
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=123402&titular=isidora-rebelde-
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