La obesidad puede
definirse como un exceso de grasa corporal resultado de un balance
positivo de energía, es decir, que se ingiere más de lo que se consume
en la actividad cotidiana. Según la “Encuesta Nacional de Salud”, en
España, el 40% de las personas mayores de 18 años padecen de sobrepeso y
el 15% de obesidad. Mayor gravedad presenta el aumento de la obesidad
en la población infantil y juvenil. Debido al cambio de los hábitos
alimentarios inducido por la publicidad de las multinacionales, el 16%
de nuestros niños entre 6 y 12 años son obesos, cuando hace 20 años lo
eran sólo el 4,9%.
La
obesidad tiene una repercusión muy negativa en el desarrollo
psicológico y la adaptación social de niños y niñas. L@s niñ@s obes@s
sufren sentimiento de inferioridad, rechazo y escasa autoestima. También
provoca un incremento de mortalidad en la edad adulta por el aumento de
diabetes, hipertensión arterial y exceso de colesterol, factores de
riesgo de las enfermedades coronarias y cardiovasculares.
La ausencia de actividad
física, ver la televisión más de tres horas al día, el consumo de
bollería industrial, refrescos y comida "basura", son algunas de las
causas de este problema. Si la obesidad infantil se manifiesta o
persiste en la segunda década de vida y no se corrige a tiempo, es muy
probable que se sufra obesidad en la edad adulta. L@s adolescentes con
sobrepeso tienen un 70% de probabilidades de ser personas adultas con
sobrepeso u obesas.
Las
multinacionales de la comida basura son conscientes del perjuicio que
causan a los consumidores, sobre todo niñ@s y adolescentes, pero ante
las denuncias que reciben se defienden afirmando que su comida es sana y
nutritiva, auque jamás hayan informado de la cantidad de calorías,
grasas, sal y azúcares que contienen sus menús. Está demostrado que el
consumo abusivo de grasas y azúcares, especialmente las grasas “trans”
(aceites vegetales sometidos a un proceso de solidificación para
potenciar el sabor y alargar la fecha de caducidad de los alimentos) que
componen muchos de los alimentos servidos en sus establecimientos
(hamburguesas, refrescos, postres, incluso ensaladas) atentan contra la
salud de los consumidores. El Servicio de Endocrinología y Nutrición del
Hospital Ramón y Cajal de Madrid afirma: “Los fast food son
alimentos que incorporan todos los elementos alimentarios que favorecen
la obesidad: grasa saturada, grasa “trans”, un elevado índice glucémico,
una alta densidad energética, grandes porciones (promociones 2 por 1) y
escasez de fibra, micronutrientes y antioxidantes. La ingesta de
calorías en un menú-tipo de comida rápida: Doble cheeseburger, Patatas
fritas (french fries), Bebida azucarada (300-500 ml), Postre,
2.200 kcal equivale al gasto de calorías necesario (60 kcal/km) para
correr casi una maratón (40 km).”
Criticar la alimentación basura sin cuestionar el modelo
alimentario sobre el que se sustenta, es inútil para combatir la
inseguridad alimentaria. La forma de alimentación actual, impulsada por
la producción y distribución globalizada de alimentos, está generando
una epidemia mundial de obesidad que afecta cada vez más a los menores
mientras que, en los países empobrecidos, aumenta la cifra de personas
hambrientas y desnutridas. La proliferación de carne barata se sustenta
en grandes extensiones dedicadas, en los países dependientes, a producir
proteína vegetal para piensos que se exportan, en lugar de producir
alimentos para su propia población. Para enfrentar la inseguridad
alimentaria en su doble cara (hambre y obesidad) debemos apuntar a sus
verdaderas causas y prevenir, desde las edades más tempranas, aquellos
hábitos alimenticios que perjudican nuestra propia salud y la de toda la
población.
Los
gobiernos impulsores de la globalización se limitan a garantizar las
reglas “democráticas” del mercado. Su defensa de la seguridad
alimentaria se reduce a informar de las conductas saludables para que la
gente pueda orientarse y elegir los riesgos que quiere asumir
“democráticamente” en el mercado. Con ello subordinan la protección del
derecho a una alimentación suficiente y saludable para tod@s, a los
intereses de las empresas. Las autoridades responsables de la Seguridad
Alimentaria, en lugar de asumir su responsabilidad prohibiendo los
productos y los anuncios publicitarios que atentan contra la salud y los
hábitos alimentarios saludables, evitan responsabilizar a las empresas
que comercializan alimentos que han demostrado ser dañinos o que
presentan riesgos evidentes. Estos atentados contra la salud pública se
justifican invocando la libertad de mercado y argumentando cínicamente
que el riesgo cero no existe.
Pero no todo está perdido. Por el contrario, está todo por
hacer. La niñez es una etapa en la que es factible cambiar conductas. Es
el momento en que se conforman los hábitos, se estructura la
personalidad y se pueden establecer patrones que en el futuro serán más
difíciles de cambiar. Para prevenir la epidemia de la obesidad hace
falta una intervención social activa capaz de modificar las pautas
alimentarias impuestas y de enfrentarse con la entrega de la salud
alimentaria al beneficio empresarial.
fuente, vìa:
http://www.nodo50.org/lagarbancitaecologica/garbancita/index.php?option=com_content&view=article&id=71:la-obesidad&catid=47:accion-directa-contra-la-obesidad&Itemid=68
http://www.nodo50.org/lagarbancitaecologica/garbancita/index.php?option=com_content&view=article&id=71:la-obesidad&catid=47:accion-directa-contra-la-obesidad&Itemid=68
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