Colonizados en 1492; digitalizados en el 2010.
“La
esencia no cambia”, sentenció Darío Balvidares (1).
Antes
de ampliar el texto conviene reconocer que los autores del mismo
(parece incoherente) escriben desde mi. Arturo Jauretche viene bien:
“Diré ahora que incurro en transcripciones a menudo extensas… Lo hago
por humildad y porque me parece que si otro lo ha dicho mejor que yo,
mejor es reproducirlo que parasitarlo (2)”.
Este
texto –insisto- es más aprendizaje (para mí) que vocación pretendiendo
enseñanza (para otros). Si lo leen, satisfecho; si no igual.
En
1492 Cristóbal Colón arribó a Centroamérica. Y en 1492 Antonio de
Nebrija (nacido en Lebrija, provincia de Sevilla, graduado en la
Universidad de Salamanca en Retórica y Gramática) le dedicó a la Reina
Isabel I de Castilla (Isabel La Católica) su libro “Gramática de la
Lengua Castellana”.
Al ver la obra que Nebrija
le presentaba ante sus manos la Reina le preguntó: “¿Por qué querría yo
un trabajo como éste, si ya conozco la lengua”
Nebrija
fue contundente en su respuesta: “Su alteza, la lengua es el
instrumento del Imperio (3)”.
En el prólogo de
Gramática de la Lengua Castellana Nebrija subraya: …”siempre la lengua
fue compañera del Imperio (3)”.
Eduardo Galeano
en Las venas abiertas de América Latina señala: “La Reina Isabel se
hizo madrina de la Santa Inquisición. La hazaña del descubrimiento de
América no podía explicarse sin la tradición militar de guerra de
cruzadas que imperaba en la Castilla medieval, y la Iglesia no se hizo
rogar para dar carácter sagrado a la conquista de las tierras incógnitas
del otro lado del mar. El Papa Alejandro VI, que era valenciano,
convirtió a la Reina Isabel en dueña y señora del Nuevo Mundo. La
expansión del reino de Castilla ampliaba el reino de Dios sobre la
tierra (4)”.
Ricardo Horvath en Revolución y
periodismo es concreto y claro: “El poder (en ese entonces) estaba en la
Iglesia y sus escribientes (…) La conquista se hizo con la cruz, la
espada y la imprenta (5)”.
Tomás Eloy Martínez
es terminante: “Cuando el poder advirtió, ya en el siglo XIII, el
extraño privilegio que la escritura tenía de hacer y deshacer la
memoria, decidió usarla en su beneficio. En los sermones medievales, por
ejemplo, se insistía en citar la autoridad de lo escripto para acentuar
la fe de un público iletrado que asignaba valor mágico a los signos de
los libros. Era entonces frecuente y hasta digno de alabanza falsificar
documentos para afianzar la fe (5)”.
Es verdad:
la lengua al servicio del Imperio. Enunciar para dominar. Que los
oprimidos reproduzcan el discurso del opresor.
Darío
Balvidares escribió en su artículo Bicentenario y educación: ¿Por qué?:
“Mire, existe un documento, uno primigenio, que fundó desde el
discurso, el ademán que diera origen al fundamento pedagógico
latinoamericano: el Requerimiento de Obediencia. Acá tengo un libro
donde el escritor Eduardo Galeano dice que: “en vísperas del asalto a
cada aldea, el Requerimiento de Obediencia explicaba a los indios que
Dios había venido al mundo y que había dejado en su lugar a san Pedro y
que san Pedro tenía por sucesor al Santo Padre y que el Santo Padre
había hecho merced a la Reina de Castilla de toda esa tierra y que por
eso debían irse de aquí o pagar tributo en oro y en caso de negativa o
demora se les haría la guerra y ellos serían convertidos en esclavos y
también sus mujeres y sus hijos. Este Requerimiento se leía en el monte,
en plena noche, en lengua castellana y sin intérprete, en presencia de
un notario y ningún indio”. Eso dice Galeano en el libro Espejos (1).
Requerimiento
de obediencia y gramática imperial: he aquí la esencia que no cambia.
“Colonizar el país… con sus propios habitantes”, afirmó Simón Rodríguez
(6).
Balvidares es concluyente: “Colón enunció
desde la “naturalidad” del discurso imperial, el que genera Otros a los
que hay que “educar” en los valores establecidos por el dogma hegemónico
(…) El poderoso había decidido qué tenían que aprender porque, de lo
contrario, serían “amonestados” (pagando tributo), incluso expulsados
(pagando con la muerte) (1)”.
En este
Bicentenario –en efecto- no debemos olvidar ese acto que da origen ético
y político a la pedagogía latinoamericana.
Simón
Rodríguez detalló en su “Diario”: “Desembarque en Jamaica en busca de
refugio y un poco de tranquilidad. No lo conseguí… (…) Creí que era el
momento de volver a actuar. Convoqué a los jefes de las distintas
tribus, a los nativos y a los negros cimarrones de las islas vecinas. No
me fue bien. En vano traté de explicarles los principios de mi
República Imaginaria, las nociones de Libertad, Igualdad y Fraternidad
para todos los hombres. Igual que en la América Española, también aquí
se imponen las mezquinas ideas de la propiedad, del poder material, de
la riqueza y la fuerza de las armas. Tal vez se necesite más tiempo para
que el esclavo deje de serlo, para que aspire a ser libre, no para
ocupar el lugar de su amo, sino para compartir, de manera fraternal, el
bien común (6)”.
En este Bicentenario las
escuelas parecieran reproducir mayormente el Requerimiento de Obediencia
fundado en 1492. La plutocracia de hoy ha encontrado mecanismos más
sutiles para que la “esencia” no cambie. Pibes tecnologizados y
fagocitados por el consumo. “Si no obedeces te quedas sin tu Asignación
Universal” El reino de Cristina “La Necrófila” tiene sus escribientes
para “colonizar el país…con sus propios habitantes”.
Tal
vez Paulo Freire acierte: “Hacer la historia es estar presente en ella,
y no simplemente estar representado en ella. Pobre del pueblo que
acepta pasivamente, sin la menor señal de inquietud, la noticia de que,
en defensa de sus intereses, “queda decretado que los martes se empieza a
decir buenas noches desde las dos de la tarde”. Será un pueblo
puramente representado, ya no presente en la historia (7)”.
En
definitiva, en este Bicentenario digitalizado debemos desobedecer lo
que nos requieran. Menos representantes y más protagonismo popular. ¡Al
infierno con los galpones y que nazca el hombre nuevo!
El
hombre nuevo debe ser la libertad hecha pedagogía.
Notas:
1) Bicentenario y
educación: ¿Por qué? Darío Balvidares (¿solamente?)
2) Citado en Esos
malditos tangos. Ricardo Horvath. Editorial Biblos. Diciembre 2006.
3) “La lengua es
compañera del Imperio”. Laura Capella. Uno de junio de 2009.
4) Editorial
Catálogos. Diciembre 2001.
5) Revolución y
periodismo. Ricardo Horvath. Ediciones del Instituto Movilizador de
Fondos Cooperativos. Mayo 2003.
6) El maestro de
Bolívar. Simón Rodríguez, el utopista. Pedro Orgambide. Editorial
Sudamericana. Mayo 2002.
7) La importancia de leer y el proceso de
liberación. Paulo Freire. Siglo XXI. Junio 2003.vìa , fuente :
http://www.argenpress.info/2010/05/hay-que-desobedecer.html
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